Capítulo 5

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Los ojos azules se llenaron de pánico. Ambos hombres sacaron sus garras y largos dientes para atenazar su carne, mas aquí había algo que ambos sabían; si ella moría, su padre se volvería loco. Algo que Alex no permitirá, debido a que su madre debía verlo lúcido, y si era posible, decirle que la quería. Que era su niña perfecta.

—¡Tú, perra desquiciada! Debí matarte cuando pude, debí hacerle caso cuando me advirtió de la escoria que eras—escupió el hombre con rabia.

Los ojos azules se volvieron duros y torció una sonrisa, sabía que no la mataría a menos que se lo llevara a la locura con él. Y ella estaba dispuesta a morir con el amor de su vida; no obstante, una figura se adelantó.

Brillantes ojos esmeralda rojizo, piel seca de color alabastro y un hermoso cabello negro que llegaba a sus rodillas. La hermosa niña tenía las garras salientes, junto a unos peligrosos colmillos mostrándose con amenaza, aunque eso solo era en apariencia.

—Oh, perdonen pero tenía que matar a esta perra. Nadie mata a mis súbditos, sin mi permiso—dijo la joven de unos diez años pisando con sus botas negras la cabeza de la rubia.

Alexander no sabía qué decir o cómo reaccionar. Su rugido debió hacer correr a cualquier bicho cercano, mas ahí estaba esa niña, sonriendo como si pudiera aplastarlo con una mano, y el rubio no tenía ganas de comprobarlo.

Las manos del hombre tomaron su pecho con dolor, soltando gemidos fuertes, su cabeza estaba torturando su ser y su piel empezaba a hervir como lava. Aulló con dolor y sacó sus garras para rasgar el piso con fuerza, en su mirada se notaba su propio odio al sentirse tan derrumbado por la mujer que más despreciaba en este mundo. El rubio lo miro sorprendido para volver a su forma humana, no podría con esa pequeña, al menos no en este momento. No sabía su raza exacta pero solo alguien tenía súbditos; un vampiro.

—Ya que he matado a tu presa, ¿te gustaría mi ayuda? —preguntó con una sonrisa inocente, una que no le gustaba a Alex. 

Sus pasos resonaron mientras tomaba la cabeza inerte del piso, dando vueltas como un balón de basketball. Los ojos ámbar la miraron mejor: su piel pálida tenía toques secos, junto con sus pálidos labios rotos, ojos apagados de un esmeralda rojizo y su cuerpo daba temblores de ansiedad como si fuera morir de sed muy pronto. Inusual de un vampiro de ese calibre.

El rubio asintió sin ninguna duda, no le importa el pago, su vida o si se volvía su esclavo. Estaba dispuesto hacer lo necesario.

—Buen chico, recompensarme un poco después, bolsa de sangre—susurro apareciendo a su lado, soltando una lamida en su oreja y torciendo una sonrisa.

Tan pronto como acepto, supo que había hecho trato con un demonio, uno al que le seguía debiendo un favor.

(...)

Ambos se encontraban viendo las noticias en la sala de la casa. El sótano estaba hecho un desastre por lo que volver ahí, no era una opción. Para muy buena suerte de Alex, había una sola cama, esto debido a que el dormía en el piso cuando era pequeño, en estos momentos podría hacerle un altar a su madre si se lo pidieran.

—Debo bañarme, cariño—dijo levantándose del sofá.

Claudy suspiro aliviado. Era de esperarse debido a que veía como se removía incómodo y desabotona la camisa, actos que ponían nervioso al pelinegro. Asintió para seguirlo escaleras arriba, entrando a la única habitación. Una muy básica con un armario, mesita de noche, televisión y una gran cama.

Se adentraron en el baño para el rubio comenzar a desnudarse, mientras Claudy se sentaba sobre el lavabo. Al rubio no le importaba si lo veía pero a Claudy, si que le importaba.

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