Capítulo 3

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El viento soplaba con fuerza entre las hojas de los árboles. Estaban en otoño y el aire se hacía cada vez más gélido, acompañado de preocupaciones: los resfriados, navidad y otros como este niño, la preocupación de morir hoy.

—¡Eres un tonto! ¡Repite otra vez!—gritó furiosa una mujer de cabello negro y ojos castaños.

El pequeño niño de no pasados los cinco años, volvió al piso para limpiarlo mejor y con más afán. Aunque sus uñas estaban ya quebradas debido al esfuerzo, era mejor que soportar los castigos de su madre. Su cabello rubio fue rapado y su piel bronceada por el sol, tenía hematomas y heridas infectadas, esto debido al largo camino que debía hacer cargando botes de agua. Siendo sincero, prefiere quemarse a soportar el frío que le avecinaba en estas épocas.

—¿Ves que puedes hacerlo si te esfuerzas, bebé?—preguntó la madre acariciando sus mejillas en cuclillas.

El niño de ojos vacíos asintió sonriendo para lavar todo el piso de madera, y esto era su deber de cada día. Junto con aguantar las largas charlas de su madre: una loca en todas sus letras.

(...)

Claudy al terminar su comida, dejo los utensilios en el piso para tratar de pararse, plan fallido porque cayó al piso como pieza de ajedrez. Maldijo bajo, quedándose en el frío piso. Nunca le gusto esperar, así que sin más comenzó a arrastrarse hasta llegar al sillón de cuero, subiendo con dificultad para tomar el control y encender la televisión.

Las noticias del día: un joven desaparecido es velado por todo el vecindario de Belem. Hijo de una prestigiosa familia y heredero de todo. Se supone un secuestro pero otros dicen que escapó con Katya, su hermana. O al menos eso dice el noticiero. 

Me ahogue en mi propia risa al ver el rostro de Claudy hecho un poema.

—Se llevaron todas las joyas, se pide recompensa si alguien lo ve. Esto y más en CVN—dijo la hermosa muchacha del noticiero.

Claudy mordió su brazo sano con enojo, enviando el dolor a la mierda. Nadie le robaba. Todas esas joyas eran suyas, todo en ese vecindario le pertenecía, tanto sus súbditos como las casas, nadie se lo robaría.

—Oh, jodida stoigottir, ruega, ruega al maldito Dios que quieras, porque en cuanto salga, te llevaré conmigo al mismo maldito infierno—voceo tan furioso que sus uñas crecieron y sus colmillos salieron a la luz. 

No obstante, dejó su mirada pegada al piso para calmarse, sabía que había una cámara en frente suyo, alzaba la vista y su secuestrador sabría su naturaleza.

Miró a su alrededor, parándose como si no le doliera y fue hasta el teléfono azul metálico de casa. Al instante de descolgar, por sí mismo se marcó, logrando que Claudy suspira, justo como pensó, marcaría el número de su secuestrador.


El celular sonó justo al compás de unas garras arrancando la garganta de un hombre nauseabundo. Los ojos olivo observaban inexpresivos, mientras el rubio sacaba su celular sentado sobre el cofre de su cámaro negro.

—Llama más tarde. Si es importante agenda una cita con mi secretaria—dijo el rubio levantándose del capo, para interrogar a la mujer que veía como caía el cuerpo inerte de su hermano frente a sus ojos negros.

Los llantos salieron cuando uno de sus hermanos fue comido vivo por una bestia, escuchándose como atenazaba su piel con sus colmillos. En un golpe de adrenalina, sacó sus colmillos para matar a quien fuera, mas fue detenida por la mano de Alex en su cabello, quien olvidó que no había colgado el celular.

—¿Sabes? Hoy mi cariño me dio suerte, entonces estoy de muy buen humor para que los cinco de atrás, mueran con una sola bala—dijo sonriente mientras ignoraba que un joven pelinegro estaba oyendo todo.

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