Decían que la mejor defensa era un buen ataque. Cass empacó sus maletas, siendo cuidadosa de incluir su ropa más profesoral. No quería que Jamison Dalton se hiciera una idea equivocada desde el principio. No era una mujerzuela. Tenía un cerebro y una reputación que proteger. La última cosa con la que quería lidiar era con Jamison Dalton siendo Jamison Dalton.
Sacó una pila de chaquetas de su cajón de la cómoda y las guardó en la maleta más grande. ¿Necesitaría siquiera chaquetas en Miami?, se preguntó, ¿o medias o pantis o inclusive un abrigo? ¿Alguna vez hacía frío en Miami? ¿Cuánto tiempo exactamente Jamison vivía en Miami cada año? Sabía que su carrera lo llevaba por todo el país durante la temporada. ¿Sería requerida para viajar junto a él para los juegos, o solo administraría las cosas desde su oficina en Miami?
—¡Maldita sea! —¿Por qué había permitido que le pasara esto? ¿Por qué?—. Mamá, ¿qué debería llevar? Nunca he estado en Florida antes, y Jaime no me dijo nada.
—Querida, es Miami, vestidos bonitos de verano y un bikini o muchos bikinis. No usan mucho más que eso por ahí. Protector solar. No olvides eso. —Por alguna razón, había un trino en la voz de su madre, casi como si estuviera feliz de ver a su única hija empacando y yéndose sin previo aviso.
—Eres de gran ayuda. En serio, ¿qué necesito? Y no digas protector solar y una sonrisa. Dudo que el protector solar pase por la seguridad del aeropuerto, y se me han acabado las sonrisas.
—Cariño, solo empaca las cosas que extrañarás si las dejas. Jaime dijo que no te preocuparas por la ropa, ¿cierto? Entonces no lo hagas, se asegurará de que tengas todo lo que necesites. Cosas más bonitas que esas viejas chaquetas raídas. Tiene una imagen que mantener después de todo.
—Sigues sin ayudarme —gritó Cass por el pasillo, pero el sonido del timbre de la puerta la envió a un manojo de nervios—. No, no, no, no estoy lista. Todavía no son ni las seis. Aiiiiii.
—Buenos días. ¿Supongo que estás aquí para llevar a mi hija al paraíso? —Escuchó que su madre decía en la puerta.
—Sigues sin ayudar. —Su corazón se estrelló contra la pared de su pecho, palpitando más fuerte mientras miraba alrededor de la habitación en la que pasó su infancia. Tenía todo lo que pensó que podría necesitar: ropas, teléfono, iPod, y el ordenador portátil. ¿Qué estaba olvidando? Agarró un par de viejos libros de bolsillo de la estantería, para leer en el avión, y el viejo conejito que se hallaba sentado en el medio de la cama, no podía dejar atrás al señor Flop.
—Cass tienes todo. Para de preocuparte y ve a empezar tu nueva vida. —Su mamá se encontraba de pie en la puerta, sus ojos brillando en la luz.
—No sé si esto es lo que debería estar haciendo. Qué pasa si un trabajo aparece en...
—Cariño eso no va a suceder, no hasta que la economía mejore. Te han ofrecido un trabajo al que no te puedes negar. ¿Por qué estás luchando contra esto?
—Porque es Jaime Dalton, mamá, la única persona a la que odio de forma activa, y ahora le he vendido mi alma.
—Cassandra, siempre has tenido una imaginación descabellada. Jaime es un buen hombre que obviamente necesita ayuda. Te eligió. Al menos dale un poco de crédito.
—No sé si tengo algún crédito para darle. Pero le daré un mes, si es el mismo viejo Jaime, regresaré a casa.
—Supongo que eso es mejor que esconderse en el baño hasta que el chófer se rinda y se marche.
—¿Cómo sabías que estaba pensando precisamente en hacer eso?
—Porque, hija, te he conocido toda tu vida y Jaime Dalton es la única persona que te hace cagar de miedo. Ahora agarra tus cosas; el reloj está corriendo.
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Wicked Game
RomanceCass Pendleton y Jaime Dalton han sido enemigos mortales desde el primer día del jardín de niños, cuando Jaime le tiró del cabello y Cass lo dejo tumbado sobre su trasero. Jaime se encuentra al borde del superestrellato en la NFL; lo único que le...