Esa tarde Chicago perdió ante la bien aceitada máquina que Jaime sabía, era su equipo. Todo fue de acuerdo al plan. Él era intocable. Ellos eran intocables. El entusiasmo corría por sus venas. Era el hombre más feliz y suertudo de la tierra y ningún maldito Bear iba a cruzarse en su camino.
Después del juego, comenzaron las bromas, empezando por la prensa que quería saber a quién había llamado antes del juego. Él solo sonrió, y evadió la pregunta. Sus quince minutos de conversación con Pepper no eran asunto de nadie, más que suyo. Continuó hasta en los casilleros, pero no dejó que esas cosas le afectaran. Habían ganado y seguirían haciéndolo. No importaba quién le diera la charla previa al partido.
Pasó la tarde con un grupo de jugadores y sus esposas en el club, en la playa solo observando a sus hombres divirtiéndose. Todo lo que bebió fueron gaseosas y agua, permaneciendo apartado o con su gente para evitar a las admiradoras locas. También recibió algunas bromas por eso. No hace mucho tiempo, hubiera sido el primero en meter su cabeza para entrar en acción, pero demasiadas cosas habían cambiado durante este último año.
—¿En dónde está tu amiguita morena? —Una rubia con senos operados, se sentó delante de él. No podía recordar con quién ella estaba aquí, probablemente uno de los corredores.
—Nena a Jay no le gustan las morenas, especialmente las de pequeña estatura. —Miguel Donham, su mejor corredor, se colocó a su lado—. ¿No es cierto Jay?
Jaime solo sonrió, y movió el hielo en su gaseosa, pero algo en los ojos de ella le llamó la atención. ¿Cómo sabía exactamente acerca de Pepper?
—Querido lo he visto con una. Una pequeña, de cara bonita y un cabello tan oscuro que es casi negro. Una vez cuando paseaban en el auto mientras iba corriendo y de nuevo en el club, hace un tiempo atrás. Tenía los ojos azules más increíbles que haya visto.
—¿Jay conoces a una chica como esa? —Otro compañero de equipo tomó asiento y pasó el brazo por los hombros de la rubia.
—Quizás, ¿qué si lo hago? —Los tres se le quedaron mirando—. Es una amiga, ¿de acuerdo?
—Sí, hombre, amiga con beneficios. Te entiendo, Jay. Por la manera en la que has jugado estas últimas semanas, deben ser unos jodidamente buenos beneficios.
Jaime sintió que su piel se tensaba, los músculos de sus brazos se contraían y relajaban.
—Oye hombre, aleja la mirada diabólica. No quise decir nada con eso. Jesucristo, hombre, de todos modos, ¿cómo haces eso con tus ojos? Con razón la gente te tiene miedo —dijo Miguel—. Lo siento, no quería enfadarte. Quiero decir, hombre lo que sea que te tenga caminando en el aire allá afuera en el campo, tienes mi bendición. Sigue así. Bien, aleja las armas. No quiero meterme en nada de eso en público, y desde luego no podemos darnos el lujo de una suspensión en este momento.
Se obligó a relajarse. Su hombro que dolía por un par de golpes malos, no le gustaba ser mal utilizado en ese momento. —Su nombre es Pepper. En verdad solamente es mi amiga, así que guárdate los pensamientos sucios para ti misma.
—No lo sé. Esa noche parecían mucho más que amigos para mí —dijo la rubia, tomando un sorbo de su bebida. Sus ojos se agrandaron cuando él se volvió para mirarla detenidamente.
—Cállate nena. Si Jay dice que solo es una amiga, entonces es lo que es, lo que sea que mantenga feliz a Jay. Si quiere hacer llamadas misteriosas desde el campo para hablar con su amiga, entonces es su problema. Tal vez todos podríamos tomar unos minutos para un poco de sexo telefónico antes del juego. ¿Nena crees que eso pueda funcionar? Te llamo y tú me hablas sucio.
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Wicked Game
RomanceCass Pendleton y Jaime Dalton han sido enemigos mortales desde el primer día del jardín de niños, cuando Jaime le tiró del cabello y Cass lo dejo tumbado sobre su trasero. Jaime se encuentra al borde del superestrellato en la NFL; lo único que le...