Capitulo 9

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La mañana del lunes amaneció brillante y soleada, lo que la gente de la costa llamaba tiempo de playa. Cass consideraba saltarse su habitual rutina mañanera, caminar por la playa y meterse en las olas hasta sus rodillas.

Hoy no quería correr el riesgo de encontrarse con Jaime, no después de evitarlo tras los acontecimientos de ayer. Sin embargo, la mujer que se hallaba muy en su interior, asomó su fea cabeza y le exigió ir y hacer su trabajo actual. Vestida con pantalones cortos para caminar, una blusa campesina de manga tres cuartos de un deslumbrante color carmesí y sandalias a juego. Rápidamente se sujetó el cabello, recogido en una trenza suelta sobre su hombro y no se molestó con el maquillaje.

Realmente no esperaba que estuviese en casa, pero a medida que se acercaba a su oficina, oyó su voz. Parecía enojado. La puerta estaba abierta, y entró para encontrarlo en el teléfono, con un aspecto molesto. Le hizo señas para que se callara, pero no para irse. Tragó saliva, preguntándose si planeaba dirigir su ira sobre ella.

—Por lo tanto, Cam, déjame ver si lo entiendo. Dijiste que transferirías los fondos a la cuenta de la señorita Pendleton cada viernes, también te lo pedí. E incluso por las facturas de junio. Sí, soy consciente de que mi tarjeta de crédito se encontraba increíblemente al máximo. Puse todo mi bono del contrato en esa cuenta, debe haber un montón de dinero para cubrir el equivalente a un mes de facturas. ¿En serio? Deposité eso a principios de mayo. Sí, me compré un coche, y mi viaje a Francia fue lujoso. La joyería fue devuelta. No veo cómo eso es de tu incumbencia. La señorita Pendleton dice que todavía no recibió un solo depósito. Por supuesto que le creo. —Él la miró, luego el fuego iluminó sus ojos dorados. Lo conocía lo bastante bien como para sentirse agradecida de no estar en los zapatos de este hombre, Cam.

—Por supuesto que la señorita Pendleton no tiene acceso a esa cuenta; solo tú y yo lo tenemos, y sé que es un hecho que no gasté dos millones de dólares desde el primero de mayo. Cam, de verdad crees que soy tan estúpido como para poner todo mi dinero en una sola cuenta. No estoy en bancarrota, hijo, pero estoy seguro de que el dinero aparecerá antes de la auditoría que mi abogado está preparando en estos momentos. Por supuesto, Cam. Lo entiendo. Espero la llamada en una hora. Claro que sí, y también cuídate.

Presionó un botón y empezó a hablar de nuevo.

—¿Conseguiste eso, Mitch? Sí, hoy. No, Cameron y Asociados únicamente manejan mi dinero para diversión. —Hizo una pausa, mirando a través de un índice de direcciones y recitó cuatro firmas contables diferentes—. Cam solo tiene acceso a un par a la vez. No, no confío en él. No confío en ninguno de ellos, esa es la razón. Podrían ser solamente un par de millones de dólares, pero es mi par de millones. Soy el que arruina mi cuerpo por ese dinero, no algún gordo contador calvo. Haz lo que tengas que hacer, algún tiempo en la cárcel si es necesario. Sí, hombre, y lo siento por molestarte con esto tan temprano. Igualmente.

Ésta vez ella espero hasta que colgó el teléfono.

—¿Hay algún problema?

—En realidad no, gracias a ti. Ah, y toma. —Le entregó un cheque por una cantidad excesiva de dinero—. Siento que sea tan tarde.

—Yo, eh, está bien. ¿Jaime? —No tenía idea de lo que quería decirle o escuchar de él.

Volvió sus ojos burlones sobre ella y esperó a que dijera algo. Cuando no lo hizo, se levantó de la silla y caminó alrededor.

—Se me hace tarde. Si me necesitas, estaré donde Davie todo el día de hoy. No olvides que comienzas en el Club de Chicos y Chicas ésta tarde. —Se veía como si quisiera decir algo más, e imaginaba que tomaría su brazo, ¿pero se apartó como si pudiera quemarlo?—Y Pepper, te ves bien esta mañana.

Wicked GameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora