—Las cosas obviamente no van de acuerdo al plan —dijo la madre de Cass, Gloria, cuando Jaime lanzó su casco por el campo. La rabia reflejada en su rostro, diablos, en todo su cuerpo. Enfrentándose con un miembro del equipo, gritándole a la cara lo que parecían obscenidades y amenazas. El mismo que había logrado lanzar perfectamente el balón a la zona de anotación—. Cariño, parece que así es el juego. Jaime tuvo un mal día. El equipo tuvo un mal día. Solo es el primer partido de pretemporada, no te preocupes.
—Se ve tan enojado allí afuera. —Cass no podía quitarle los ojos de encima, las manchas negras en sus mejillas realzando el fuego en sus ojos ámbar. El sudor recubriendo su cuerpo, goteando en sus ojos. Aparentemente Minnesota se encontraba en medio de una ola de calor anormal. Él era como un animal: depredador, calculador y despiadado. La forma en que se movía simplemente la asombraba; en un momento saltó sobre un chico corriendo precipitadamente hacia él antes de que lograra lanzar la pelota—. Tan...
—Masculino. Cass, el chico se convirtió en un ejemplar muy apuesto de hombre. Apretado en todos los lugares adecuados, si sabes lo que quiero decir.
—¡Mamá! Estoy impresionada. Perpleja. —Y avergonzada de solo saber cuán apretados eran en realidad algunos de esos lugares, pero ni de cerca iba a contarle aquello a su madre.
—Y qué, solo soy una asalta cunas sarnosa. Vive con eso. Como hablamos de apretado, ¿por qué estás en casa de verdad? Cassandra, no me mientas. ¿Qué está pasando entre tú y Jaime?
—Nada. ¿No puedo volver a casa para tener unas vacaciones?
—Corta esa mierda. Te estás acostando con él. Puedo verlo claramente, y que solo eso es probablemente suficiente para enviarte corriendo por las colinas.
—No me estoy acostando con Jaime Dalton. —Vaciló demasiado tiempo después antes de protestar. Su madre levantó sus cejas con esa mirada frustrante que siempre llevaba cuando Cass intentaba desviar la conversación de cualquier problema en el que se encontrara cuando era adolescente.
—Mentira, tienes ese resplandor de bien-follada. También ya era hora. Sabía que si los dos dejaban de discutir el tiempo suficiente, se darían cuenta.
—No estoy acostándome con él. ¿Y qué te hace pensar que hemos hecho algo más aparte de discutir y pelear? Jaime todavía es y siempre será un enorme imbécil.
—Sí, apuesto a que también tiene una así. Basta con mirar las manos de ese chico.
—¡Madre! No vamos a tener esta conversación. Ni hoy, ni nunca.
—Está bien, Cass. Hazlo a tu manera. Ocúltalo tanto tiempo como necesites. Solo recuerda que la noche anterior te arrastraste hasta aquí sin previo aviso después de medianoche. Así que no esperes que me quede para consolarte. Tengo planes. —Gloria le dio unas palmaditas en la pierna y la dejó sentada en la sala de estar, viendo el final de su primer partido de fútbol americano. Miami acababa de perder veinticuatro a diez.
Ella se quedó allí sentada durante las entrevistas posteriores al juego, donde un sudoroso y agitado Jaime eludió las preguntas acerca de su rendimiento, elogió a sus compañeros de equipo y al otro equipo, y prometió una mejor actuación la semana siguiente de regreso en casa en Miami. Vio más allá de la bravuconería forzada dentro de sus ojos. Conocía bien esa mirada. Se encontraba en el borde, estresado a punto de romperse. La culpa se apoderó de ella. Tal vez si hubiera ido con él...
No, esto no era su culpa. Si ese día en el patio no hubiese sucedido o esa noche en Nueva York, no habrían fotos sucias. Ella aún se encontraría en Miami a la espera de que volviera a casa, en lugar de esconderse en la sala de estar de su madre.
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Wicked Game
RomansaCass Pendleton y Jaime Dalton han sido enemigos mortales desde el primer día del jardín de niños, cuando Jaime le tiró del cabello y Cass lo dejo tumbado sobre su trasero. Jaime se encuentra al borde del superestrellato en la NFL; lo único que le...