Capitulo 22

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—Se han ido. ¿Podemos desnudarnos ahora? —Estaba en medio de una vuelta cuando él salió de la casa—. Llamé a Shontal y las dos consiguieron sesiones completas de emergencia en el spa. Después de eso, Franco tiene instrucciones para llevarlas a las tiendas más elegantes que conoce. Les di a ambas una tarjeta de crédito y les dije que se volvieran locas. Por supuesto, Franco está bajo estrictas órdenes de llamarme cuando terminen

. —Qué conveniente. Dígame señor Dalton, ¿mi madre dio una pelea al ser llevada a un ambiente de lujo? —Se lanzó de nuevo al agua, intentando ignorar la necesitada mirada de gato-y-canario que tenía en su rostro egoísta.

—A diferencia de su hija quisquillosa, Gloria reconoce algo bueno cuando se le es entregado. Solo espero que no se vaya por la borda.

—Oh, ahora pensaste en eso, ¿verdad? Desde que se enganchó con esos Sombreros Rojos, ni siquiera conozco a la mujer. Se toma una semana entera de vacaciones, huye a Misisipi para juegos de apuesta de fin de semana, y tiene una inclinación recién descubierta por los strippers masculinos. ¿En qué problemas no podría meterse con una tarjeta ilimitada? —Se rió de él y nadó a la parte profunda en donde sabía que no la seguiría con su movilidad limitada. Tenía razón. Solo se quedó sentado a un costado de la piscina y meció sus pies en ella, mirándola nadar con los ojos llenos de lujuria—. Deja de mirarme así.

—¿Así cómo? —Se limitó a sonreír, el fuego haciéndose más brillante a medida que se acercaba.

—Como si quisieras comerme.

—Pero sí quiero comerte. He estado duro toda la tarde solo pensando en lo que voy a hacerte una vez que te tenga desnuda.

—¿Y qué sería eso, precisamente?

—Sal del agua y descúbrelo.

—No, gracias. Hay tiburones allí arriba. Estoy más segura aquí.

—Vamos, Pepper. Sal para así poder tener nuestra primera sesión de sexo de reconciliación. —Su voz se volvió zalamera, casi suplicante, y casi se apiadó de él. Casi—. Quiero tirarte sobre ese sofá largo y lamer tu lindo coño hasta que te vengas. Entonces, dejaré que me sirvas. Luego, si eres una muy buena chica, te abriré ampliamente y deslizaré mi polla en tu interior y haré que me llames Dios.

—No eres tan bueno. —Por supuesto, sus pezones eligieron ese momento para endurecerse, sin mencionar la masa derretida en la que se convirtieron sus miembros—. Y además, quién dice que siquiera tendremos sexo, especialmente de esta manera, afuera en la intemperie.

—Miré por todas partes. No hay ni una cámara a un kilómetro de aquí por lo menos. Nadie se encuentra en los arbustos o subido a un roble. Nadie está en la pared o escondido en el garaje. Pepper solo estamos los dos. No hagas que vaya a buscar la cuerda. La dejé sobre la mesa, solo en caso de que eligieras ponerte obstinada.

Cass no pudo evitar mirar, pero la mesa se encontraba justo afuera de su vista. El escalofrío de anticipación no fue bienvenido. —No te atreverías.

—Lo haría. He pensado en atarte y hacerte todo tipo de cosas sucias toda la tarde hasta ahora. Pero no lo haré si sales y eres agradable conmigo.

—¿Qué pasa si no quiero?

—No sería la primera vez. Pepper sé una buena chica, y sal de la piscina. Prometo no morderte.

—He oído eso antes, además las marcas hablan por sí mismas. Dime Jaime, ¿qué pensaban todas tus otras novias sobre tus tendencias vampíricas?

—Maldita sea Pepper, sí que sabes cómo matar una buena erección. Solo por eso, no voy a tener sexo contigo después de todo.

—Bueno, vaya, bravo para mí, pero no respondiste mi pregunta. Y por la rigidez de tu mandíbula, no me gustará la respuesta, ¿verdad? —No estaba segura de si realmente quería saberlo, pero el estado de ánimo temerario que tuvo en todo el día no la dejaba en paz.

—Cass tú eres la única. Nunca hice eso antes de ti. No sé por qué lo hago. Es que... es difícil de describir; el sexo contigo es tan intenso. Nunca lo espero; simplemente sucede. Trato de no usar mis dientes, pero a veces simplemente no puedo evitarlo. Siento esta necesidad de...

—Marcarme como tuya. —Se sintió mareada y pesada, todo al mismo tiempo—. He visto a animales hacerlo.

—No soy un animal. Bueno, no siempre. Nunca te he hecho daño, así que para con las analogías de apareamiento. Me detendré. Ahí tienes, ¿estás feliz? Maldita sea, ahora no quiero tener sexo contigo, e hice que sacaran a las mamás, así que no habrá ninguna comida buena. Mi día se acaba de ir al infierno.

—Nunca dije que quería que dejaras de hacerlo. —Cass nadó a la parte menos profunda y hasta las escaleras, en donde salió—. Solo quería entender el por qué.

—Bueno, no puedo explicarlo, no de una manera que tenga sentido, de todas formas. En cierto modo, pierdo mi cordura y eso hace que tú pierdas la tuya. Con tu cuerpo palpitando a mí alrededor, alejas mi control... y ese traje se ve muy bien en ti. Pepper tus pezones están duros como piedras.

—Lo sé; el agua está fría. ¿Quieres chuparlos?

—¿Hemos terminado de pelear por hoy? Me encantaría chupar tus pezones, si has terminado de intentar castrarme.

—Pensé que querías lamer mi coño. Jaime amo cuando lames mi coño. Me encanta tu lengua ahí abajo, caliente y húmeda contra mi clítoris. Y luego, cuando me abres por completo y lames mi interior, podría correrme solo de pensarlo.

Sonrió con esa sonrisa suya que decía que estaría metida en muchísimos problemas si no dejaba de jugar con fuego. El calor palpitaba a través de su cuerpo cuando se levantaron las comisuras de sus labios. Oh, sí, ahora estaba en serios problemas.

—Pepper eres una chica mala, ¿verdad nena? Te burlas de mí y me atormentas, y te quedas ahí con ese cuerpo tuyo solo para ver lo lejos que puedes presionarme. Nena dime que eres una chica mala. Dime lo que quieres que te haga.

—Quiero que me acuestes sobre ese sofá de allá y chupes mis senos hasta que te llame Dios. Y luego, quiero que me llenes con tu hermosa polla. Jaime por favor, quiero que me folles duro y rápido. Cuando haya terminado, quiero que me muerdas y me folles un poco más.

—Jesús Cass, sigue así, y podría venirme en mis pantalones cortos. Nena quítate ese traje, y ven aquí.

Cass se quedó de pie por un momento, preguntándose si había perdido la razón. Sus ojos se volvieron de fuego dorado, y se olvidó de preguntarse. Sabía que había perdido su cordura, y no le importó ni por un instante.

Lentamente, muy lentamente, deslizó las tiras por sus brazos, revelando sus pechos. La mirada de intenso placer en su rostro la llevó más allá del punto de razón, y en cuestión de segundos, se hallaba de pie, desnuda, bajo el cielo ardiente de Miami, su cuerpo gritando por algo tan primario que pensaba que iba a estallar.

Le hizo señas, y justo como hizo ese día en su oficina, quedó a su disposición. De pie frente a él, dejó que la guiara, sus ojos mirándola mientras lentamente deslizaba sus dedos a lo largo de sus muslos.

—Nena ábrete para mí, quiero probar la crema que cubre tu coño. Cass abre las piernas. Déjame probarte.

Que Dios la ayudara, no lo dudó. Con una sonrisa malvada, se inclinó y, con un movimiento de su lengua, la tuvo rogando por más.

De alguna manera, no sabía cómo... se encontró a sí misma de espaldas sobre el patio de baldosas gritando el nombre de Jaime mientras entraba en ella, el orgasmo llevándola más allá del punto de importarle que se habían olvidado del preservativo. —Jaime muérdeme. Por favor, se siente tan bien cuando me muerdes.

Se condujo en su interior con movimientos cortos y frenéticos, su respiración saliendo en pequeños jadeos. —Te amo Jaime. Te amo...

Él gruñó en su oído, podía sentir el inicio de su orgasmo, sus embestidas se aceleraron de esa manera que la llevaban al límite. — Muérdeme —rogó, envolviendo sus brazos alrededor de su espalda. Ella se unió a sus embestidas mientras el mundo comenzaba a girar fuera de control. Sus dientes rozaron su cuello, hundiéndose solo lo suficiente para lastimarla, para marcarla. La sujetó con fuerza por debajo suyo hasta que solo pudo sostenerse mientras se derramaba dentro de su cuerpo. Su cuerpo temblando mientras se olvidaba de todo lo que alguna vez supo en toda su vida.

Wicked GameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora