Por las próximas semanas, Cass se encontró en la cima del mundo. Ese día después de sus vacaciones, no llegaron ni a las escaleras antes de que la tuviera desnuda y gritando su nombre. Jaime tenía todo e incluso se trasladó a su habitación. Las noches en las que no dormía a su lado eran las noches en las que se encontraba lejos.
La primera parte de la semana después de que terminara el campamento de entrenamiento, Jaime se quedó en casa. No hace falta decir, que logró terminar muy poco trabajo en esos dos o tres días. Ella dejó de molestarse con la ropa en absoluto. Una de las camisetas de él, proclamada como de su propiedad, fue todo lo que necesitó en esos días.
La última parte de la semana, estuvo ausente más de lo que se encontraba en casa. Dos juegos más de sábado lo hicieron salir de la ciudad por la mayoría del fin de semana. En esas semanas, ella finalmente encontró una mesa de comedor. Fiel a la predicción de Jaime, hubo algo más para usarla además de comer. A menos que por supuesto, la considerara el plato principal. Algunas veces se preguntaba si lo hacía.
No hubo más paquetes, ni cartas amenazadoras, y después de una segunda visita de un equipo forense, no hubo más preguntas de la policía. Solo ella, él y el libertinaje sexual. Incluso se había acostumbrado a llamarlo señor Ironman cuando le convenía a sus propósitos.
Entonces la temporada regular levantó su fea cabeza. Jaime le consiguió pases para el primer juego del domingo por la noche contra los Packers. Que se encontraba nerviosa acerca de ir al juego en realidad era un eufemismo. Nunca había ido a un partido de futbol en su vida, ni siquiera en la secundaria. Después de que le preguntó qué debía usar por décima vez, la llevó hasta la cama, la desnudó y le hizo olvidar que una cosa como el fútbol ni siquiera existiera. Cuando finalmente la desató de la cabecera, le tenía todo un atuendo distribuido.
Un par de vaqueros de cintura baja y una camiseta ceñida de Miami que había recogido de la tienda del equipo esa semana. —Sin ropa interior. Quiero saber que estás ahí sentada a la orden en las gradas.
—Bueno, Jaime por el amor de Dios, ¿por qué no solo voy desnuda?
—Esa es una excelente idea. Pero eres demasiado cobarde para mostrar tus golosinas al mundo.
—¿Por qué tengo esta urgencia increíble de asesinarte?
—¿De nuevo? Nena, de verdad necesitas tener esas tendencias violentas bajo control.
—Oh, ve a saltar del balcón o algo.
—¿Te puedo ayudar a vestir?
—Dios, Jaime, me toma demasiado tiempo vestirme cuando ayudas. ¿No tienes algún lugar en donde estar esta tarde?
—Sí tienes razón. De acuerdo, voy a bajar a la cocina y encontraré algo para comer mientras te vistes. Y Pepper, si tienes que usar ropa interior, al menos usa las de color azul.
—¿Qué te parece las de color coral, combinación de rosa y algo de orgullo por el equipo?
—Nena me gusta la forma en la que piensas. —Le dio un beso en la parte baja de su espalda y salió de la habitación, su ropa todavía yaciendo en una pila en el suelo junto a su cama. La cama de ellos.
Permaneció allí tiritando a pesar de los rayos de sol del mediodía cálidos que entraban por las ventanas. De alguna manera durante las últimas semanas, esto se había convertido en la habitación de los dos y se había encontrado tan ocupada amando las cosas que hacía por ella como para darse cuenta de algo tan monumental como era, dos vidas entrelazándose para convertirse en una.
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Wicked Game
RomanceCass Pendleton y Jaime Dalton han sido enemigos mortales desde el primer día del jardín de niños, cuando Jaime le tiró del cabello y Cass lo dejo tumbado sobre su trasero. Jaime se encuentra al borde del superestrellato en la NFL; lo único que le...