III. Reencuentro

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Título: Ánima

Sumary: Cuando Yui era pequeña fue encontrada y criada por Cordelia, jurando así lealtad eterna a la mujer que le había salvado la vida. Cordelia era su mundo y su muerte, a manos de sus hijos, fue devastadora. Con una última promesa y el corazón de su señora debe volver a aquél lugar dónde todo comenzó para devolverla a la vida, junto a a sus asesinos.

Pareja: [YuixHarem/Todos]

Disclaimer: Diabolik Lovers no me pertenece. Todos sus derechos son del diabólico Reject. Y algún día casaré a la Shui con todos(?)

[¿Alguien más se imagina a Reject personificado en Reiji?]

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Mansión Sakamaki. Año 20XX

La dulce sonrisa que ellos recordaban regresó a sus labios casi con descaro, enmudeciendo los reclamos de cada hermano. Quizás si las circunstancias fueran otras, tal vez si esa mujer no estuviera regresando con tal cinismo y una vorágine de recuerdos tormentosos a su paso, la respuesta hubiera sido otra muy distinta, más al estilo de los hermanos Sakamaki y no de una tanda de niños temerosos y asustados por el trágico y doloroso pasado.

Yui pudo sentirlo, pudo verlo y si tuviera los sentidos tan desarrollados como los vampiros podría haberlo olido en el aire. La conmoción de su llegada aún no estaba del todo superada y probablemente era lo mejor. Esperaba un peor recibiendo que un intento de ataque agresivo por parte de Ayato, y ninguno de ellos parecía querer devolverle sus palabras. La nostalgia se apoderó de su ser por un momento, y frente a ella estaban aquellos pequeños que tanto amaba, el educado Reiji, el alegre Shu, el amigable Laito, el curioso Ayato, el reservado Subaru y el tímido Kanato.

Su gesto desafiante fue reemplazado por una cálida sonrisa que los dejó aún más desconcertados.

Soltó al pelirrojo con cuidado, dejándolo en el lugar que inicialmente estuvo, junto a los demás. Ninguno dijo nada, ni un reclamo o una ofensa, solo miraban con seriedad cada uno de sus movimientos, como si la vigilaran. Estaba segura que sería seguida día y noche por sus familiares e incluso era posible que tuviera que cuidarse de ellos en persona.

Suspiró con cansancio. A pesar de que el corazón que cuidaba le otorgaba habilidades superiores a las de cualquier humano, la falta de su cuerpo original y la debilidad de ella misma disminuían potencialmente su capacidad. Necesitaba descansar, con premura tomó la manija de su equipaje que había soltado cuando hizo levitar a Ayato y avanzó lo suficiente para mirarlos de frente, con el mismo gesto de ternura que tenía al llegar.

—Yo de verdad los he extrañado... —Murmuró a su paso, con la esperanza en el fondo de que ellos sintieran lo mismo.

Mansión Sakamaki. Año 18XX

El resonar de los tacones negros en la grava fue apenas un murmullo, comparado a las quejas constantes de Cordelia y sus murmullos cargados de odio contra su situación en particular. Hilde sonrió al verla intentar sacar el pie por décima vez de entre las pequeñas piedras, rindiéndose al quinto intento, y terminando por quitarse los zapatos. La castaña estuvo a punto de correr tras su señora para evitar que se lastimara, pero recordó un aspecto importante del que ahora ambas estaban a cargo: la bebé.

—¡Espere, señora! —Llamó en un grito ahogado, intentando que nadie más les escuchara. La de cabello morado se detuvo, fastidiada y adolorida por las piedrecillas filosas, abandonando a su suerte al calzado.

—¡¿Y ahora qué!? —Replicó con fastidio. Hilde la miró nerviosa, probablemente ella esperaba que la regañara por ir descalza. Sin pensarlo extendió los brazos, exponiendo a la pequeña blonda que yacía en una cobija color menta, plácidamente dormida, con sus manitas aferrándose sutilmente a algo bajo la manta.

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