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IX. Heridas emocionales

Título: Ánima

Sumary: Cuando Yui era pequeña fue encontrada y criada por Cordelia, jurando así lealtad eterna a la mujer que le había salvado la vida. Cordelia era su mundo y su muerte, a manos de sus hijos, fue devastadora. Con una última promesa y el corazón de su señora debe volver a aquél lugar dónde todo comenzó para devolverla a la vida, junto a a sus asesinos.

Pareja: [YuixHarem/Todos]

Disclaimer: Diabolik Lovers no me pertenece. Todos sus derechos son del diabólico Reject que reinician rutas a loco para vender más juegos.

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IX. Heridas emocionales

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Mansión Sakamaki. Año 18XX.

Desobedeciendo tanto las órdenes de Hilde como de su madre de no aparecer en la sección del jardín en que solían pasar las tardes la segunda esposa junto a sus hijos, los pequeños hermanos corretearon por todo el lugar, turnándose entre ellos para sostener a la pequeña Yui entre sus brazos. Aunque la niña era algo pesada debido a lo mal envuelta con cobijas gruesas su fuerza superior les permitía manejarla sin problemas, quizás el único aspecto que cuidaba constantemente Laito era el hecho de que ni Ayato o Kanato fueran a emocionarse y soltarla por descuido, lo que estuvo a punto de ocurrir varias veces.

Habían pasado una larga tarde de juego y sonrisas como nunca en su vida, extrañamente jamás siendo interrumpidos como solía suceder cuando Ayato permanecía con ellos. No estaban particularmente cansados, pero empezaban a notar que la bebé humana estaba demasiado acalorada y parecía asfixiarse dentro de su prisión de tela, por lo que se detuvieron un momento a descansar, descubriendo su rostro algo sudoroso.

—Oye mascota...—masculló el pelirrojo, siendo su turno para tenerla. —¡Deja de babear y presta atención a ore-sama! —exclamó, picoteando sus mejillas.

Yui no parecía muy contenta con el modo en que la cargaba y constantemente se removía inquieta e incómoda, quizás hubiera sido preferible no permitirle tenerla, pero para el trillizo castaño había sido imposible evitar que el grandioso yo no armara un gran escándalo que amenazaba con delatarlos en su huida, todo porque estaba empecinado en llevarla junto a él. Luego de eso el canariotambién había comenzado a llorar y, contra su voluntad, Laito tuvo que cederla, aunque ahora no parecía tan buena idea pues a cada rato parecía que la fuera a dejar caer.

—Ayato-kun, va a llorar si sigues haciendo eso...—exclamó preocupado. La niña empezaba a verse superada y temía que se molestara pronto.

—¡No me importa! —la bebé, cansada, bostezó con fuerza y el pelirrojo la señaló con indignación. —¡Haz visto eso! ¡La mascota piensa que soy aburrido!

—Hum, y decías que yo era el loco por hablar con Teddy, Ayato-kun... —farfulló molesto el de cabello morado, acercándose para extender los brazos en dirección a la pequeña, su hermano le miró con una ceja alzada, sin entender que quería de él. —No puedes con ella, te ordeno que me la des.

—¡¿Ah!? ¡Ore-sama no va a darte nada, es mi turno! —gritó indignado.

—¡Estás molestando a la muñeca y luego no podré jugar yo con ella!