Capítulo 2

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"¿Dónde está tu hermano?" –le preguntó Thranduil a su hijo mayor.

Keldarion señaló hacia arriba.

"En algún lugar de ese árbol."

"¿Cuánto tiempo lleva ahí?"

"Desde el funeral, así que desde esta mañana."

El rey suspiró.

"¿Sabes cómo hacer que baje?"

Keldarion se giró hacia su padre y sonrió con tristeza.

"Aparte de dispararle no..."

Habían enterrado a los hurones apropiadamente, teniendo en cuenta cuánto los quería Legolas. Además de ser las mascotas del príncipe, no podían olvidar cómo los heroicos animales los habían ayudado a escapar del cautiverio de Arulin al darles las llaves de su celda. Tonto e Idiota habían sido muy traviesos, robando comida, comiéndose la almohada favorita del rey, metiéndose debajo de las faldas de las damas... pero aun así se habían encariñado con ellos por sus payasadas. Legolas no sabía cómo se sentía perder a alguien cercano, así que le estaba resultando difícil superar la pérdida. Los elfos del Bosque Negro sentían pena por su príncipe y esperaban que se recuperara pronto.

Suspirando otra vez, Thranduil lo llamó.

"¿Legolas?"

No hubo respuesta. Solo se podía escuchar la brisa nocturna, como un lamento por las adorables criaturas.

Legolas escuchó a su padre, pero no estaba preparado para responder. No, todavía no. Todavía seguía intentando aceptar la muerte de sus amigos, pues la angustia que sentía era nueva para él. Su madre murió cuando nació, así que no había tenido que enfrentar su muerte de esta manera. Ahora eran tan doloroso que era casi insoportable. Nunca volvería a escuchar sus ruiditos ni sentiría sus hocicos en sus mejillas.

No sabía cuánto llevaba allí, pero cuando alzó la mirada ya se había hecho de noche. No había derramado ni una sola lágrima, igual que el día anterior cuando le habían dado a Tonto e Idiota. ¿Pero por qué parece que se me va a romper el corazón? ¿Por qué no puedo llorar para que no me duela tanto?

Tras levantarse bruscamente, saltó ágilmente de rama en rama sin sus alegres pasos habituales y antes de darse cuenta aterrizó en el balcón de su padre. Entró por la puerta abierta y vio que la habitación estaba vacía. Thranduil debía seguir abajo cenando. Se quitó las botas y se sentó en la enorme cama.

Y así fue cómo Thranduil se encontró a su hijo menor, acurrucado en posición fetal y profundamente dormido. Su pecho subía y bajaba a un ritmo constante y se abrazaba a una almohada como si fuera un salvavidas.

Despacio y sin hacer ruido, Thranduil se sentó a su lado. Alargó una mano para acariciarle el cabello, pero luego se arrepintió, pues no quería que se despertara al verlo tan tranquilo. Entonces acercó una silla a la cama, se acomodó en ella y se durmió.

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¡¡No, otra vez no!! Legolas quería gritar, pero no le salía la voz. Volvía a estar encadenado y tenía el cuerpo dolorido y ensangrentado, pero esta vez veía cómo Arulin sujetaba a los hurones por las orejas y los golpeaba contra la pared una y otra vez. Estaban llenos de sangre y Tonto e Idiota solo eran capaces de hacer ruiditos de dolor. Entonces se quedaron en silencio, muertos, y Legolas pudo hablar otra vez.

"¡No, Arulin! ¡¡Para!!"

"¡Legolas! Despierta, hijo. ¡Despierta!"

Legolas parpadeó y se quedó mirando la cara asustada de su padre.

Trampas en el BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora