Capítulo 7

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"No tenemos muchos problemas con las arañas desde que quemamos su nido principal en lo alto de la montaña hace ya varios años –dijo Keldarion, frotándose la barbilla, pensativo-. Así que han vuelto."

Keldarion y los gemelos estaban sentados alrededor de una mesa de piedra redonda con Gloin y su mano derecha. El jefe de los enanos acababa de informarles de sus problemas con las feroces criaturas.

"Sí. Su número ha aumentado, se reproducen cada día" –dijo Gloin mientras le daba una calada a su pipa, para disgusto de Elrohir. El elfo sacudió las manos frenéticamente para alejar el humo de su cara, con una mueca, y entonces Elladan le dio un codazo en las costillas, como diciendo: Compórtate.

Elrohir también lo fulminó con la mirada. ¿Por qué? ¡No es más que un enano!

"Muchos de los nuestros han desaparecido, pero hemos encontrado algunos muertos, con sus cuerpos mutilados. Andar por los bosques ya no es seguro –continuó Gloin, ajeno a la discusión silenciosa de los gemelos-. Nuestros guerreros no son suficientes como para competir con una fuerza tan poderosa como la de las arañas. Nuestras armas no son lo bastante fuertes y las arañas son más astutas y mortíferas que nunca. ¡Por eso pusimos las trampas! No nos queda otra opción."

"¿Pero teníais que poner trampas también en nuestros boques?" –preguntó Keldarion, elevando las cejas. Nunca olvidaría la muerte de los dos hurones en esas trampas. Y Legolas había estado a punto de pasar por lo mismo.

"Fue un terrible error por mi parte, príncipe Keldarion. Estoy muy arrepentido. Es obvio que algunos de mis hombres no entendieron mis órdenes" –comentó Gloin, mirando a Tarang que estaba de pie a pocos pasos. Iracundo, el enano se alejó.

Keldarion se había fijado en la rebeldía de Tarang y acababa de descubrir cómo había tratado a Legolas. Tenía que contenerse con todas sus fuerzas para no darle una paliza, pero eso se lo dejaría a Legolas. ¡Dejaré que el enano se encargue de él cuando se recupere! ¡Y no solo eso, sino que los animaré hasta el final!

Entonces apareció Gimli.

"El príncipe Legolas acaba de despertarse" –anunció.

Keldarion y los gemelos se levantaron de inmediato y fueron a la habitación del enano. Allí se encontraron con que Legolas ya se había sentado y se quitaba las vendas. Keldarion le dio una palmada en las manos para que se detuviese y él mismo terminó de hacerlo. La herida se había cerrado sin dejar cicatriz. Tras soltar un suspiro de alivio, Keldarion miró a su hermano.

"Eres un imán para los problemas."

Legolas sonrió.

"Pero sé que a pesar de eso me sigues queriendo –abrazó a su hermano mayor-. Gracias por salvarme el trasero. Te debo una."

"¡Me debes millones! ¡Y estoy seguro de que no será la última!" –se rieron, a la vez que los gemelos.

"¡Mira! ¡Has perdido una manga! Creía que era tu camisa favorita" –bromeó Elrohir.

"Bueno, ¡supongo que ahora será mi camisa sin mangas favorita!"

Gimli observaba la escena con envidia. No tenía hermanos ni amigos de su misma edad. Le gustaría formar parte de un grupo tan animado como el de los elfos. Entonces carraspeó y se acercó.

"He arreglado la cadena rota" –dijo Gimli, entregándole a Legolas la piedra Manyan.

Se había ofrecido para seguir refrescándole la frente al príncipe con el agua mágica después de que Keldarion terminara de curarle la pierna. Cuando la temperatura de Legolas había vuelto a la normalidad y descansaba más tranquilo, Gimli había sacado la piedra del agua y se había quedado maravillado por su belleza y su magia. Entonces se había dado cuenta de que la cadena estaba rota. Mientras vigilaba a Legolas, se había puesto a arreglarla con sus herramientas.

Legolas cogió la cadena y le sonrió con gratitud.

"Muchas gracias, Gimli. Y no solo por la cadena, también por tu amabilidad. Creo que no nos hemos presentado correctamente aún –se levantó, se puso la mano derecha sobre el pecho e inclinó la cabeza-. Soy Legolas, hijo de Thranduil. Este es mi hermano Keldarion, príncipe heredero del Bosque Negro, y nuestros amigos de Rivendel, Elladan y Elrohir."

Gimli observaba la presentación formal con los ojos como platos. Cuando terminó, extendió la mano en la forma que lo hacían los enanos.

"Soy Gimli, hijo de Gloin" –Legolas se la estrechó con fuerza, sellando el comienzo de una amistad que duraría muchos años más.

Gloin y los demás los observaban con asombro. A veces se necesita una mente joven para abrirle los ojos a los mayores, pensó, mirando orgulloso a su hijo. Nunca imaginé que mi propia sangre rompería la cadena de odio entre los enanos y los elfos.

De repente, Tarang entró en estado de pánico.

"¡Las arañas! ¡Han vuelto! ¡Están en la entrada de la cueva!"

Todos corrieron a la vez hacia la entrada. Los enanos cogieron sus hachas y los elfos los arcos y espadas. Legolas se miró las manos, consternado.

Entonces Tarang se le acercó, con su carcaj, el arco y sus espadas gemelas.

"Creo que necesitas esto para demostrar que no eres tan patético como pareces. ¡No te quiero holgazaneando mientras nosotros nos rompemos el culo matando a esas bestias!"

Mirando fijamente al enano, Legolas cogió sus armas. Tarang se alejaba cuando lo llamó.

"Tarang."

El enano se dio la vuelta.

"¿Qué?"

"Gracias."

Tarang se encogió de hombros.

"De todas formas no me sirven para nada. Prefiero mi hacha –empezó a alejarse, pero Legolas lo llamó otra vez-. ¡¿Ahora qué?!" –respondió, exasperado.

Legolas se había acercado y le había dado el arco a Elrohir.

"He esperado mucho tiempo para esto" –sin previo aviso, el puño de Legolas golpeó a Tarang en la mandíbula.

"¡¡Uf!!" –gritando, Tarang se cayó sobre su trasero.

"¡¡Ay!! –Legolas se frotó los nudillos morados con la otra mano-. ¡Tu mandíbula es más dura que una piedra!"

"¿Te sientes mejor ahora?" –le preguntó Keldarion, mientras lo observaba coger su arco.

"No, ¡creo que acabo de romperme los nudillos!"

Sonriendo, se unieron a los enanos que luchaban contra las arañas. Tarang los siguió de cerca, maldiciendo e insultando al elfo de cabellos dorados.

¡Oooh! Ya casi se acaba. Tarang se merecía algo más que un puñetazo jajaja

Trampas en el BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora