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— ¿Te gusta MinHo?

SuWan levanta la cabeza cuando él literalmente se deja caer contra la mesa en la que comía, mirándole con una ceja alzada, mientras apoyaba ambos brazos a cada lado de su bandeja, interrumpiéndole. Poco le importaba esto, sabía que se lo estaba dejando claro al actuar así.

SuWan alza una ceja y suelta la cuchara. De golpe.

— ¿Perdón?

— Si te gusta MinHo —insiste, desesperándose un poco al no obtener la respuesta corta que quería tener—. Sí o no. No es muy difícil de responder.

— ¿Y eso qué te importa a ti?

— Que es mi mejor amigo. Me importa.

— ¿Tú mejor amigo? —repite esta vez ella—. ¿Eso crees que es para ti o es lo que te tocó que fuese?

— ¿No vas a responder? —insiste, chasqueando la lengua, comenzando a aburrirse—. Te conviene.

— ¿Por?

— Por lo que te tengo que contar.

TaeMin patea una silla lo suficiente para sentarse frente a ella y apoyar ambos codos sobre la mesa y así sostener la cabeza entre sus manos. SuWan le miraba fijo y él a ella. Ninguno de los dos se caía demasiado bien con el otro. Era cierto que en la fiesta de la semana pasada habían compartido un par de besos y ya, pero con todos había sido lo mismo —solo con MinHo y ella, exageraba al decir todos—.

Chasquea una mano sobre la mesa y mira alrededor, cerciorándose de que nadie estuviera cerca. Sobre todo alguien que no podía oírle.

— No le gustas. No insistas porque no tienes posibilidades.

— ¿Qué? —Bingo. Había conseguido lo que quería. TaeMin sonríe y SuWan ni siquiera pone ahínco en volver a retomar su comida. Parecía ya ni siquiera tener hambre—. ¿Cómo sabes tú?

— ¿Qué te indica que le gustas? ¿que te besó la semana pasada? —el castaño chasquea la lengua y sonríe de medio lado, seguro de sí mismo—. A mí también me besó y no le gusto.

— ¿Le gusta alguien más acaso?

— Todos —responde, también seguro de esa respuesta porque en su cabeza, generalmente, pensaba que a MinHo le gustaban todas las personas—. Y nadie —asegura también—. No tienes nada de especial SuWan, él me lo dijo.

— No te creo.

— Pues no me creas. Yo no soy el idiota que anda como perrito faldero —responde antes de levantarse, aunque diciendo eso último sin tanta convicción—.

Porque sabía que era un perrito faldero.

A veces.

Bueno, muchos 'a veces' seguidos. Ese era el problema.

Su problema.

Tell Me What To DoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora