En una ocasión fui a visitar a Cati, pero José no me dejó pasar. Me dijo que la señora estaba bien y que el amo se hallaba fuera. A no ser por Zillah, que me ha contado algo, yo no sabría nada de ellos, ni si viven o mueren. Zillah no estima a Cati y la considera muy orgullosa. Al principio, la señorita le pidió que le hiciera algunos servicios, pero el amo lo prohibió y Zillah se congratuló de ello, por pereza y por falta de juicio. Esto causó a Cati una indignación pueril, y ha incluido a Zillah en el número de sus enemigos. Hace seis semanas, poco antes de llegar usted, mantuve una larga conversación con Zillah, quien me contó lo siguiente:
«Al llegar a las «Cumbres» la señora, sin saludarnos siquiera, corrió al cuarto de Linton y se encerró con él. Por la mañana, mientras Hareton y el amo estaban desayunando, ella entró en el salón temblando de pies a cabeza, y preguntó si se podía ir a buscar al médico, ya que su marido estaba muy malo.
»‑Ya lo sé ‑respondió Heathcliff‑, pero su vida no vale ni un penique, y ni un penique me gastaré en él.
»‑Pues si no se le auxilia, se morirá, porque yo no sé qué hacer ‑dijo la joven.
»‑¡Fuera de aquí ‑gritó el amo‑ y no me hables más de él! No nos importa nada lo que le ocurra. Si quieres, cuídale tú, y si no enciérrale y déjale solo.
»Ella entonces acudió a mí, pero yo le contesté que el muchacho ya me había dado bastante quehacer, y que ahora era ella quien debía cuidar a su marido, según había ordenado Heathcliff.
»No puedo decir cómo se las entendieron. Me figuro que él debía pasarse gimiendo día y noche, sin dejarla descansar, como se deducía por sus ojeras. Algunas veces aparecía en la cocina como si quisiera pedir socorro, pero yo no estaba dispuesta a desobedecer al señor. No me atrevo a contrariarle en nada, señora Dean, y aunque bien veía que debía haberse llamado al médico, no era yo quién para tomar la iniciativa, y no intervine en ello Para nada. Una o dos veces, después de que nos habíamos acostado, se me ocurría ir a la escalera y veía a la señora llorando, sentada en los escalones, de modo que enseguida me volvía, temiendo que me pidiese ayuda. Aunque la compadecía, ya supondrá usted que no era cosa de arriesgarme a perder mi cargo. Por fin una noche entró resueltamente en mi cuarto, y me dijo:
»‑Avisa al señor Heathcliff de que su hijo se muere. Estoy segura de ello.
»Y se fue. Un cuarto de hora permanecí en la cama, escuchando y temblando. Pero no oí nada.
»‑Debe haberse equivocado ‑pensé‑. Linton se habrá repuesto; no hay por qué molestar a nadie.
»Y volví a dormirme. Pero el sonido de la campanilla que tenía Linton para su servicio me despertó y el amo me ordenó que fuera a decirles que no quería volver a oír aquel ruido.
»Entonces le comuniqué el recado de la señorita. Empezó a maldecir, y luego encendió una vela y subió al cuarto de su hijo. Le seguí y vi a la señora sentada junto al lecho, con las manos cruzadas sobre las rodillas. Su suegro acercó la vela al rostro de Linton, le miró y le tocó, y dijo a la señora:
»‑¿Qué te parece esto, Catalina?
»La joven guardaba silencio.
»‑Digo, que qué te parece, Catalina ‑repitió él.
»‑Me parece ‑contestó ella‑ que él se ha salvado y que yo he recuperado la libertad... Debía parecerme muy bien, pero ‑prosiguió con amargura‑ me ha dejado usted luchando sola durante tanto tiempo contra la muerte, que sólo veo muerte a mi alrededor, y hasta me parece estar muerta yo misma. ,
»-Y así lo parecía, en realidad. Yo la hice beber un poco de vino. Hareton y José, a quienes nuestro ir y venir había despertado, entraron entonces. José me parece que se alegró de la muerte del muchacho. En cuanto a Hareton, se sentía confuso, y mas que de pensar en Linton se preocupaba de mirar a Catalina. El señor le hizo volverse a acostar. Mandó a José que llevara el cadáver a su habitacion y a mi me hizo volverme a la mía. La señora se quedó sola.
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Cumbres Borrascosas
RomanceLa señora Dean, que sirve a Lockwood en la Granja de los Tordos y cuidó de ellos cuando eran niños, le cuenta la historia de las dos familias que viven en la zona, los Linton y los Earnshaw. El señor Earnshaw, dueño de Cumbres Borrascosas, trajo un...