Contemplé mi reflejo despeinado, sonrojado y soñoliento en el espejo, y sólo pude pensar en lo cansada que me veía. Y así me sentía, en efecto: cansada. Lo único que tenía en mente era terminar el trimestre sin ninguna materia suelta y eso me estaba costado horrores, ya que no sentía la fuerza ni física ni mental como para preparar otro trabajo o estudiar para algún otro examen.
Sin embargo, y como suele suceder en la vida de un adolescente, terminé por decirme a mí misma que mis opciones no eran muchas y que si no quería llegar tarde debía hacer las cosas rápido. Me lavé la cara y me pasé un peine por el pelo desprolijo, para luego aceptar el hecho de que mis shorts de pijama no estaban tan mal y ponerme una remera grande y arrugada de una banda que hacía tiempo no escuchaba. Me pasé la manilla de la mochila por el hombro y me moví a paso tortuga por el pasillo, hasta dar milagrosamente con la cocina y beberme la taza de té con leche que mi tía me había preparado parada y mirando hacia la pared blanca.
-¿Cariño? ¿Te encuentras bien? -inquirió Abby, pasando a mi lado y admirando mi penosa situación.
La miré con los párpados entrecerrados y suspiré.
-La metamorfosis ha comenzado -murmuré-. La plaga se dispersa y se...
-Deja de mirar esas pelis raras de zombies, ¿quieres? -se rió-. Llévate las galletitas para el camino, ¿sí? Necesitas fuerzas.
-Necesito comer cerebros...
-¡Que pares con eso!
Dejé la taza vacía sobre la mesa y tomé el paquete de galletitas, arrastré los pies hacia la puerta y la abrí. Por un momento contuve la respiración, recordando de repente que vivía cerca de un chico con el que había discutido la noche anterior. Pero, gracias a Dios, no había ningún muchacho esperando por llevarme. Y digo gracias a Dios no porque no quisiera que estuviera allí, sino porque en ese momento, con la almohada marcada en la mejilla y las rodillas desnudas llenas de moretones, parecía un niño.
Era una situación difícil, no me juzguen.
Y el día recién está empezando...
-¿Estás segura? -inquirió Jordan, ladeando la cabeza.
Ni siquiera las ojeras marcadas bajo sus ojos podían opacar el brillo que éstos despegaban. Realmente tenía muchísimas ganas de que mi amigo me contara qué tal le había ido la otra noche con Todd, pero no me veía suficientemente capaz de soportar la primera hora de literatura.
-Ya te digo yo que estoy bien en ésta materia -me llevé la mano al cabello, despeinándolo-. Nos vemos en química, ¿sí?
-Claro... -el muchacho hizo amago de marcharse, pero inmediatamente volvió a llamar mi atención-. ¡Oh! El otro día dejé una barra de chocolate y unas gaseosas bajo la mesa, ¡puedes consumirlo si quieres!
-Eres el mejor amigo del mundo, ¿lo sabes?
-Lo sé, nena. ¡Ahora ve! ¡Corre! ¡No hay muros en la costa!
Mientras me reía en voz baja y me preguntaba por qué toda mi vida había dicho "no hay monos" en vez de "muros", porque realmente no tenía sentido, me encaminé hacia nuestro sótano súperespecial y secreto.
Imagínense mi sorpresa cuando descubrí que el lugar no estaba tan vacío como de costumbre...
Lo primero que vi fue a Hoseok sentado sobre la mesa, fumando algo que despedía mucho humo y un olor que definitivamente no era tabaco. Luego, pude apreciar como la pandilla de imbéciles de la otra vez, cinco chimpancés con cara de idiota, bebiendo gaseosas y cervezas y riendo como estúpidos.
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You Are My Angel [Jung Hoseok]©
FanficEn donde Jung Hoseok es un chico malo. -¡No! -exclamó, sosteniendo con firmeza mi muñeca. Abrí mucho los ojos, apreté los labios y me giré lentamente para ver su expresión dura y salvaje. -¿No qué? -inquirí, sonando más teme...