5

443 73 2
                                    

Comenzó a mirarlo expectante, esperando a que continuara con lo que había comenzado.

- ¿A que te refieres como si lo hubieran obligado? - Pregunto ella, mientras que la molestia empezaba a subir por el cuello de su estomago. 

¿Cómo podía intentar hacer que viera de otra manera a criatura tan despreciable?

- Me refiero a que tal vez, él no quería hacerlo. - Contesto mientras movía sus manos mientras estaba de espaldas a ella pero, aun así había notado cuando se levanto del suelo cubierto de poco nieve e helado. - Quizás solo tenia miedo de lo que dijera su padre, de terminar por quedar completamente solo a raíz de que no hubiera hecho eso... Miedo al rechazo de la única persona que realmente lo había querido.

Y por descuido, por estar recordando todo lo que había pasado en su corta y a la vez eterna niñez, como su madre los había dejado por su verdadera felicidad,  como su medio hermano se negaba a pasar si quiera dos minutos a su lado y por ultimo.

Como el miedo lo había consumido de manera pausado y corta.

La joven eriza había aprovechado su momento de vulnerabilidad para tomar la careta del erizo azabache, quitando la única cosa que evitaba que reconociera su rostro, y por unos segundos el tiempo se detuvo, cada reloj que pudiera estar en movimiento paro en seco, dejando petrificada por segundos la expresión en el rostro de la eriza al darse cuenta de quién era en realidad el que había estado a su lado desde que llego, oh no, tal vez él podría haber estado siguiéndola desde que salio de su habitación; él era quien dejaba los libros encima de su escritorio.

T o d o  e s t e  t i e m p o  h a b í a  s i d o  é l.  

- Todo este tiempo... - Susurro aún sorprendida la eriza, y en un segundo su rostro cambio de golpe, había presionado su mandíbula hasta el punto en el pequeñas arrugas se produjeron por encima de su nariz. 

Inmediatamente intento golpearlo y por supuesto, no pudo. Ya que el azabache salto antes de que ella si quiera levantara su brazo, su salto había producido que los copos de nieve y un poco de tierra se elevaran en el aire debido a la cantidad de fuerza que había utilizado en el acto. Aterrizando poco después en una de las ramas de los arboles que los rodeaban.

Sus poco pronunciados colmillos ahora sobre salían de sus labios y el contorno de sus ojos estaba negro, tan oscuro como cualquier noche pero, sus pupilas, estas estaban rojas; más brillantes que la ultima vez, señal de que su inestable cordura se corrompía poco a poco.

Cuando Decida MorirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora