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Felicidad.

Eso era lo que sentía al escuchar la propuesta del rey, no dudo en aceptarla por supuesto y no había mentido en su palabra.

La protegería con su propia vida.

Había recibido ya su armadura y espada, la careta cubría sus ojos por lo que era difícil reconocerlo a primeras vistas.

— Aunque, pensándolo bien... Habrán varios festivales de noche por lo que igual casi no te reconocerá — Explico Charles con una sonrisa en su rostro.

— Quiero saber, ¿Por qué ella no puede ver mi rostro? — Pregunto el azabache, mientras miraba la careta de la armadura, tenia un rubí incrustado en el punta de esta.

— Digamos que es para que no se encariñen, así a la hora en la que mueras la depresión no la atacara tanto, no quiero que te tome cariño y después sufra; además después de lo que sucedió la última vez... Ella no... — Miro al techo en busca de las palabras perfectas para describir lo que intentaba dar a entender, pero el azabache se adelanto.

— No querrá verme. — Completo la frase con un tono neutro. — Entiendo.

La felicidad decayó poco a poco.

— Perfecto. No creo que necesites entrenamiento por ahora, así que solo vigila la cuando salga — Dicho esto Charles le dedico una pequeña sonrisa y salio del salón en el que estaban los dos solos.

El azabache no podía hacer otra cosa que observar la careta de armadura.

Si lo pensaba bien se daba cuenta de dos cosas; que podía estar con ella en vez de estar oculto en las sombras y que también podría hablar con ella, pero no podía dejar que viera su rostro.

Solo tenia que evitar que viera su rostro, era todo.

Cuando Decida MorirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora