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S a l   d e   a q u í.

Ordeno el azabache en seco, su voz sonoba de manera distorsionada, como si varias personas intentarán hablar a la vez. Espero unos minutos a que la eriza se empezará a levantar pero cuando noto que todavía estaba petrificada por el miedo hizo una mueca de molestia, exponiendo sus enormes dientes.

¡V e t e   d e   a q u í! — Cuando dijo eso se lanzo a suelo nuevamente, caminando de manera intimidante hacia la eriza, mirándola con aparente rabia y asco pero, realmente solo quería que ella estuviera segura; aun después de todo el rechazo e insultos seguía apreciando la.

Paro unos centímetros lejos de ella cuando noto como había empezado a llorar nuevamente, cubriendo su rostro con los brazos, protegiéndose de él. Apretó una vez más su mandíbula y golpeo el tronco de un árbol que estaba cerca de ellos, rompiéndolo como una simple rama delgada, en ese momento ella reacciono, se levanto de golpe y empezó a correr hacia la salida de aquel jardín.

Jamas seria comprendido por algún mortal. Se dio vuelta y miro una vez más aquella estatua de piedra.

Tenia que acabar con esto, dejar de sentir culpa de una vez por todas. Se coloco en frente de aquella estatua con sus manos entre lazadas, mirando esos ojos de piedra fijamente, perdiendose de todo lo que no fuera él mismo o la estatua.

Si lo hacia bien, él podría volver y todo volveria a ser como antes aunque, claramente habría un gran precio por el cual alguien pagaria.

Cuando Decida MorirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora