1

325 13 7
                                    

Todo tiene una explicación en esta vida, pero yo no encuentro la explicación por la cual me metieron en esta Universidad.
Siempre había oído hablar cosas buenas sobre este sitio, exceptuando los últimos años.
Mi padre me había matriculado aquí ya que quedaba cerca de su casa y del local donde trabajaba. Mirando por su comodidad y no por la mía, incluyendo que ahora vive con su querida novia, que me hacía la vida imposible. No sin olvidarnos de mi hermanastro.

Todo comenzó el primero día del curso. Debía de instalarme en la residencia de Roastford, para luego poder ver todo el centro.
Llegando a la habitación que me pertenecía, agarré mis maletas con firmeza, intentando no parecer nerviosa.
Golpeé la puerta en forma de llamada y una chica me dejó pasar tras dejarme espacio.
Nada más entrar, pude ver una pequeña caja llena de ropa, así que supuse que era ropa sucia. Siguiendo, la habitación estaba pintada de color verde claro, con algunos cuadros en la pared. Había dos camas, puestas como literas, una encima de la otra. Un gran armario cubría el espacio entre la cama y la puerta, y para finalizar, había un pequeño escritorio contra la pared, en frente de las camas.

—Hey, debes de ser la nueva —cerró la puerta tras dejarme pasar.

—Si lo intuyes por las maletas y porque no me habías visto antes, entonces sí, soy la nueva —me giré, sonriéndole amablemente.

No se me daba especialmente bien esto de hacer amigas.

—Soy Raven —dijo, dándome dos besos.

—Kylie —traté de devolvérselos pero ella ya se había apartado.

—Cuando te instales puedo enseñarte el centro —señaló hacia la puerta, dando a entender que podría ayudarme a conocer el lugar.

—Me sería de gran ayuda, gracias —dije, sacando todo de mis maletas y empezándolo a colocar en el armario.

—Deja que te ayude —dijo, acercándose a mí y colocando los zapatos—. Y cuéntame, Kylie, ¿qué estudias?

—Filología —dije, terminando de colocar la ropa.

—Yo psicología —ella también había terminado de colocar todo, cuando se giró hacia mí—. Me encantan tus mechas —acarició las puntas de mi pelo.

—Gracias —esbocé una sonrisa tierna.

—Vamos, coge tus libros —señala la mochila.

Asentí, y rápidamente colgué la mochila sobre mi hombro derecho. Observé como la gente iba de un lado a otro por el corredor tras salir de mi habitación. No me había llegado a fijar en ellos la vez anterior.

—Este es el corredor, como puedes  comprobar —se adelantó un poco, acelerando su paso.

—Sí, ya me había dado cuenta —dije, siguiendo su ritmo.

Continuamos caminando hasta llegar a la entrada de la cafetería, dando paso a las clases.

—Esta es la cafetería, vendremos a las 11:30 todos los días —se paró delante de una mesa—, siéntate.

Quité el pelo que se había quedado enredado en mi mochila, dejándola en el suelo.

—¿Ves ese grupito de allí? —dijo, señalando con asqueo a un grupo de 3 chicas—. ¿Las típicas populares de las películas? Pues ellas —hice una mueca y continuó hablando—. Esos de ahí —señaló a un grupo de 4 chicos—, los frikis.

—¿Por qué son frikis? —fruncí el ceño.

—Ya lo descubrirás, yo tan solo te estoy dando una pequeña visualización de este lugar —rió, lo que provocó que yo también lo hiciera—. Y bueno, quitando el hecho de que los demás son...normales, ya estaría todo.

Se levantó después de decir las últimas palabras.

—¿A dónde vamos? —pregunté levantándome también.

—A clase, ¿a donde si no?
La verdad es que tenía razón. La pregunta que había hecho era bastante estúpida.

Iba concentrada en tratar de coger los libros que necesitaba, cuando una figura bastante robusta chocó contra mí, haciéndome caer al suelo y esparciendo todos mis libros por este.

—Joder, a ver si usamos los ojos para mirar por donde vamos —dijo el chico con el cual me había tropezado.

Lo miré con asco.

—A ver si le hablas mejor a la gente, Liam —recogí los libros y los metí en la mochila. Había hablado otro chico diferente.

Mire a los dos.

—¿Algún problema? —dijo, guardando sus manos en sus bolsillos.

—Se defenderme sola —colgué la mochila en mi hombro de nuevo.

—Que suerte —dijo, irónicamente.

—No desde que tú apareciste.

—Ya basta —dijo Raven, llevándome agarrada del brazo a otro sitio— ¿Qué haces?

—Ese chico m...

—Déjalo, no debes hablar con él —lo miraba varias veces con algo de miedo.

—Ni que fuese un delincuente —bufé.

—Algo así —se cruzó de brazos.

—Mira que miedo tengo y que asustada estoy —dije, rodando los ojos—. A ese no me lo habías presentado.

—No hay mucho que presentar.

—Podías haber dicho algo de él —me encogí de hombros.

—Se llama Jc —empezó a explicar, apoyando la espalda en una de las taquillas—. No se sabe casi nada sobre él, aunque hay varios rumores.

—¿Cómo cuáles?

—Vende droga y armas, su novia es Taylor, una de las chicas que estaba en el grupo de la cafetería.

—No hace falta que sigas —dije, colocándome bien el pelo.

Con este tipo de gente aquí, este año iba a ser bastante difícil.

Usually Donde viven las historias. Descúbrelo ahora