El poder del ignorante

71 0 0
                                    


  Empecemos por tranquilizar al contradictor: no se hará del ignorante el depositario de la cienciainfusa, sobre todo no de una ciencia del pueblo que se opondría a la de los sabios. Es necesario ser sabiopara juzgar los resultados del trabajo, para comprobar la ciencia del alumno. El ignorante hará menos ymás a la vez. No verificará lo que ha encontrado el alumno, comprobará lo que ha buscado. Juzgará si haprestado atención. Ahora bien basta con ser hombre para juzgar el trabajo realizado. Del mismo modo queel filósofo «reconocía» los pasos del hombre en las líneas sobre la arena, la madre sabe ver «en los ojos,en todos los rasgos de su hijo, cuando hace un trabajo cualquiera, cuando muestra las palabras de unafrase, si está atento en lo que hace»14. Lo que el maestro ignorante debe exigir de su alumno es que lepruebe que ha estudiado atentamente. ¿Es poca cosa? Vean pues todo lo que esta exigencia implica detarea interminable para el alumno. Vean también la inteligencia que eso puede darle al examinadorignorante: «Quién impide a esta madre ignorante pero emancipada que se dé cuenta siempre que preguntadónde está Padre si el niño muestra siempre la misma palabra; quién le impide ocultar esta palabra, ypreguntarle: ¿qué palabra hay bajo de mi dedo? Etc, etc.»15Imagen piadosa, consejo de vieja... Así lo juzgó el portavoz oficial de la tribu explicativa: «Sepuede enseñar lo que se ignora es una máxima casera.»16 Se responderá que la «intuición maternal» noejerce aquí ningún privilegio doméstico. Ese dedo que oculta la palabra Padre, es el mismo que está enCalipso, la oculta o la astuta: la marca de la inteligencia humana, la astucia más elemental de la razón – laverdadera, la que es propia de cada uno y común a todos, esa razón que se manifiesta de modo ejemplarallí donde el conocimiento del ignorante y la ignorancia del maestro, al igualarse, hacen la demostraciónde los poderes de la igualdad intelectual. «El hombre es un animal que sabe distinguir muy bien cuando elque habla no sabe lo que dice... Esta capacidad es el vínculo que une a los hombres.»17 El trabajo delmaestro ignorante no es otorgar un simple medio que permite al pobre que no tiene tiempo, ni dinero, nisaber, hacer la instrucción de sus hijos. Es la experiencia crucial que libera los verdaderos poderes de larazón allí donde la ciencia no le presta más ayudas. Lo que un ignorante puede una vez, todos losignorantes lo pueden siempre. Ya que no hay jerarquía en la ignorancia. Y lo que los ignorantes y lossabios pueden comúnmente es lo que podemos llamar el poder del ser inteligente como tal.El poder de la igualdad es, al mismo tiempo, el de la dualidad y el de la comunidad. No existeinteligencia allí donde existe agregación, atadura de un espíritu a otro espíritu. Existe inteligencia allídonde cada uno actúa, cuenta lo que hace y da los medios para comprobar la realidad de su acción. Lacosa común, colocada entre las dos inteligencias, es la prueba de esa igualdad, y eso con un título doble.Una cosa material es, en primer lugar, «el único puente de comunicación entre dos espíritus».18 El puentees paso, pero también distancia mantenida. La materialidad del libro pone a dos espíritus a una distanciaque los mantiene como iguales, mientras que la explicación es aniquilación de uno por el otro. Perotambién la cosa es una instancia siempre disponible para la comprobación material: el arte delexaminador ignorante es el de «conducir lo examinado a los objetos materiales, a las frases, a las palabrasescritas en un libro, a una cosa que él pueda comprobar con sus sentidos».19 El examinado siempre estásujeto a una verificación en el libro abierto, en la materialidad de cada palabra, en la curva de cada signo.La cosa, el libro, rechaza a su vez la trampa de la incapacidad y la del saber. Esta es la razón por la que elmaestro ignorante podrá, cuando tenga la ocasión, extender su competencia hasta comprobar no la cienciadel señorito instruido sino la atención que presta a lo que dice y a lo que hace. «Ustedes también pueden,a través de este medio, hacer un favor a uno de sus vecinos que se encuentra, por circunstancias  independientes a su voluntad, forzado a enviar a su hijo al colegio. Si el vecino les ruega que compruebenla ciencia del joven colegial, no se sentirán cohibidos ante esta petición, aunque no hayan hecho estudios.–¿Qué está usted aprendiendo, mi pequeño amigo? –dirán ustedes al niño–. –El griego. –¿Qué? –Esopo. –¿Qué? –Las Fábulas. –¿Cuál sabe usted? –La primera. –¿Dónde esta la primera palabra? –Aquí está. –Déme su libro. Recíteme la cuarta palabra. Escríbala. Lo que usted ha escrito no se parece a la cuarta palabradel libro. Vecino, el niño no sabe lo que dice que sabe. Es una prueba de falta de atención estudiando oindicando lo que pretende saber. Aconséjele estudiar, volveré de nuevo y les diré si aprende el griego queyo ignoro, yo que ni siquiera sé leer.»20De este modo el maestro ignorante puede instruir tanto al sabio como al ignorante: comprobandoque busca continuamente. Quien busca siempre encuentra. No encuentra necesariamente lo que busca,menos aún lo que es necesario encontrar. Pero encuentra algo nuevo para relacionar con la cosa que yaconoce. Lo esencial es esta vigilancia continua, esta atención que no se relaja nunca sin que se instale lasinrazón –esa en la que el sabio sobresale tanto como el ignorante–. Maestro es el que mantiene al quebusca en su rumbo, ese rumbo en el que cada uno está solo en su búsqueda y en el que no deja de buscar.

El maestro ignoranteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora