La isla del libro

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  El libro. Telémaco u otro. El azar puso Telémaco a disposición de Jacotot, la conveniencia leaconsejó mantenerlo. Telémaco está traducido en muchas lenguas y se encuentra fácilmente disponible enlibrerías. No es la obra maestra de la lengua francesa. Pero su estilo es puro, el vocabulario variado, lamoral severa. Se aprende mitología y geografía. Se escucha, a través de la «traducción» francesa, el latínde Virgilio y el griego de Homero. En resumen, es un libro clásico, uno de esos en los que una lenguapresenta lo esencial de sus formas y de sus poderes. Un libro que es un todo; un centro al cual es posiblevincular todo lo que se aprenderá de nuevo; un círculo en el cual se puede comprender cada una de estascosas nuevas, encontrar los medios para decir lo que se ve, lo que se piensa, lo que se hace. Este es el primer principio de la enseñanza universal: es necesario aprender alguna cosa y relacionar con ella todo elresto. Primero hay que aprender alguna cosa, ¿La Palice* diría lo mismo? La Palice quizá, pero el Viejodice: es necesario aprender tal cosa, y después tal otra y tal otra. Selección, progresión, incompletitud,tales son sus principios. Se aprenden algunas reglas y algunos elementos, se los aplica en algunosfragmentos escogidos de lectura, en algunos ejercicios que deben corresponder con los rudimentosadquiridos. Luego se pasa a un nivel superior: otros rudimentos, otro libro, otros ejercicios, otroprofesor... En cada etapa se vuelve a cavar el abismo de la ignorancia que el profesor colma antes decavar otro. Los fragmentos se suman, las piezas sueltas de un saber del explicador que llevan al alumno aremolque de un maestro al que no alcanzará nunca. El libro nunca está entero, la lección nunca acabada.El maestro siempre esconde bajo su manga un saber, es decir, una ignorancia del alumno. Comprendí talcosa, dice el alumno satisfecho. Eso cree usted –corrige el maestro–. En realidad hay ahí una dificultadque le ahorré por el momento. Se lo explicaremos cuando estemos en la lección correspondiente. –¿Quéquiere decir tal cosa?, –pregunta el alumno curioso. –Podría decírselo –responde el maestro–, pero esosería prematuro: no lo comprendería. Se le explicará el próximo año. Siempre habrá un trecho de ventajaentre el maestro y el alumno, el cual necesitará siempre, para llegar más lejos, otro maestro, explicacionessuplementarias. Así Aquiles triunfante pasea alrededor de Troya el cadáver de Héctor atado a su carro. Elprogreso razonado del conocimiento es una mutilación indefinidamente reproducida. «Todo hombre quees enseñado no es más que medio hombre.»6No nos preguntamos si el señorito instruido sufre esta mutilación. El talento del sistema está entransformar la pérdida en beneficio. El señorito avanza. Se le enseñó, por lo tanto aprendió, entoncespuede olvidar. Detrás de él se abre de nuevo el abismo de la ignorancia. Pero ahí está lo maravilloso de lacosa: esta ignorancia a partir de ahora es la de los otros. Lo que ha olvidado, lo ha superado. Ya no estápara deletrear y repetir como las inteligencias groseras y los alumnos más pequeños de la clase infantil.En su escuela no se es un loro. No se carga la memoria, se forma la inteligencia. He comprendido, dice elpequeño, no soy un loro. Cuanto más olvida, más evidente le resulta que comprende. Cuanto másinteligente se vuelve, más puede observar desde arriba a aquellos que ha sobrepasado, a aquéllos quepermanecen en la antecámara del conocimiento, delante del libro mudo, a los que repiten porque no sonbastante inteligentes para comprender. He aquí el genio de los explicadores; atan al ser que haninferiorizado al país del atontamiento con el lazo más sólido: la conciencia de su superioridad.Esta conciencia, además, no destruye los buenos sentimientos. El señorito instruido quizá se sentiráconmovido por la ignorancia del pueblo y querrá trabajar en su instrucción. Sabrá que la cosa es difícilcon cerebros que la rutina ha endurecido o que la falta de método ha extraviado. Pero, si se dedica, sabráque hay un tipo de explicaciones adaptado a cada categoría dentro de la jerarquía de las inteligencias: sepondrá a su alcance.Pero veamos ahora otra historia. El loco –el fundador, como lo llaman sus sectarios– entra enescena con su Telémaco, un libro, una cosa. –Toma y lee –le dice al pobre–. –No sé leer –responde elpobre–. ¿Cómo podría entender lo que está escrito en el libro? –Como has comprendido todas las cosashasta ahora: comparando dos hechos. Veamos un hecho que voy a decirte, la primera frase del libro:Calipso no podía consolarse de la marcha de Ulises. Repite: Calipso, Calipso no... Veamos ahora unsegundo hecho: las palabras están escritas ahí. ¿No reconocerás ninguna? La primera palabra que te hedicho es Calipso, ¿no será también la primera palabra sobre la hoja? Obsérvala bien, hasta que estésseguro de poderla reconocer siempre en medio de una multitud de palabras. Para eso es necesario que medigas todo lo que ves ahí. Puedes ver ahí los signos que una mano trazó sobre el papel, los que una manojuntó en los plomos para la imprenta. Explícame esta palabra. Hazme «el relato de las aventuras, es decir,las idas y las venidas, los rodeos, en una palabra los trayectos de la pluma que escribió esta palabra sobreel papel o del buril que la grabó en el cobre».7 ¿Sabrías reconocer la letra O que uno de mis alumnos –  cerrajero de oficio– llama la ronda, la letra L a la que llama la escuadra? Dime la forma de cada letracomo si describieses las formas de un objeto o de un lugar desconocido. No digas que no puedes. Sabesver, sabes hablar, sabes mostrar, puedes acordarte. ¿Qué más necesitas? Una atención absoluta para ver yrevisar, para decir y repetir. No te esfuerces en confundirme ni en confundirte. ¿Es correcto lo que hasvisto? ¿Tú qué piensas? ¿No eres un ser pensante? ¿O crees que eres todo cuerpo? «El fundadorSganarelle cambió todo eso (...) tú tienes un alma como yo.»8Ya llegará el momento de hablar de lo que habla el libro: ¿qué piensas de Calipso, del dolor, de unadiosa, de una primavera eterna? Muéstrame lo que te hace decir lo que dices.El libro es la fuga bloqueada. No se sabe qué rumbo tomará el alumno. Pero se sabe de donde nosaldrá, del ejercicio de su libertad. Se sabe también que el maestro no tendrá derecho a estar por todaspartes, solamente en la puerta. El alumno debe verlo todo por sí mismo, comparar sin cesar y respondersiempre a la triple pregunta: ¿Qué ves? ¿Qué piensas? ¿Qué haces? Y así hasta el infinito.Pero este infinito ya no es el secreto del maestro, es el avance del alumno. El libro está acabado. Esun todo que el alumno tiene en sus manos, que puede recorrer enteramente con la mirada. No hay nadaque el maestro le oculte y nada que él pueda ocultar a la mirada del maestro. El círculo rechaza la trampa.Y en primer lugar esta gran trampa de la incapacidad: yo no puedo, no entiendo... No hay nada quecomprender. Todo está en el libro. Sólo hay que decir la forma de cada signo, las aventuras de cada frase,la lección de cada libro. Hay que empezar a hablar. No digas que no puedes. Sabes decir yo no puedo. Dien su lugar Calipso no podía... Y ya has empezado. Has comenzado un camino que ya conocías y que, deahora en adelante, deberás seguir sin parar. No digas: no puedo decir. O entonces, aprende a decirlo a lamanera de Calipso, a la de Telémaco, a la de Narbal o a la de Idomenea. El otro círculo ha empezado, elde la potencia. No terminarás de encontrar maneras de decir no puedo y pronto podrás decirlo todo.Viaje en un círculo. Se entiende que las aventuras de los descendientes de Ulises sean el manual yCalipso la primera palabra. Calipso, la oculta. Es necesario precisamente descubrir que no hay nadaoculto, no hay palabras bajo las palabras, no hay lenguaje que diga la verdad del lenguaje. Se aprendensignos y más signos, frases y más frases. Se repite: frases hechas. Se aprende de memoria: libros enteros.Y el Viejo se indigna: ya ven lo que quiere decir para ustedes aprender alguna cosa. En primer lugar,vuestros niños repiten como loros. Cultivan una única facultad, la memoria, cuando nosotros ejercemos lainteligencia, el gusto y la imaginación. Vuestros niños aprenden de memoria. Ahí está su primer error. Yveamos el segundo: vuestros niños no aprenden de memoria. Ustedes dicen que lo hacen, pero esimposible. Los cerebros humanos en general y los infantiles en particular son incapaces de tal esfuerzo dememoria.Argumento vacío. Discurso de un círculo a otro círculo. Hay que invertir las proposiciones. El Viejodice que la memoria infantil es incapaz de tales esfuerzos porque la impotencia en general es su consigna.Afirma que la memoria es otra cosa que la inteligencia o la imaginación porque usa el arma común deaquellos que quieren reinar sobre la impotencia: la división. Cree que la memoria es débil porque no creeen el poder de la inteligencia humana. La cree inferior porque cree en los inferiores y en los superiores.En suma, su doble argumento remite de nuevo a esto: existen inferiores y superiores; los inferiores nopueden lo que pueden los superiores.El Viejo sólo conoce eso. Necesita del desigual, pero no de este desigual que establece el decretodel príncipe, sino del desigual evidente, que está en todas las cabezas y en todas las frases. Para eso, tienesu arma blanda, la diferencia: esto no es aquello, hay distancia de esto a aquello, no se puedecomparar..., la memoria no es la inteligencia; repetir no es saber; comparación no es razón; existe elfondo y la forma... Cualquier harina es buena para moler en el molino de la distinción. El argumentopuede así modernizarse, tender a lo científico y a lo humanitario: existen fases en el desarrollo de lainteligencia; una inteligencia de niño no es una inteligencia de adulto; no hay que cargar demasiado a lainteligencia del niño, pues se corre el riesgo de comprometer su salud y la expansión de sus facultades...Todo lo que pide el Viejo es que se le admitan sus negaciones y sus diferencias: esto no es, esto es otra  cosa, esto es más, esto es menos. Y ya tiene bastante para erigir todos los tronos de la jerarquía de lasinteligencias. 

El maestro ignoranteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora