Una voluntad servida por una inteligencia

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  Este es el cambio fundamental que genera el nuevo giro de la definición del hombre: el hombre esuna voluntad servida por una inteligencia. La voluntad es el poder racional que hay que arrancar de laspeleas de los ideistas y de los cosistas. En este sentido, es necesario precisar la igualdad cartesiana delcogito. A ese sujeto pensante, que sólo se conocía como tal sustrayéndose de todo sentido y de todocuerpo, se opondrá este sujeto pensante nuevo que se prueba en la acción que ejerce tanto sobre sí mismocomo sobre los cuerpos. Es de este modo como, según los principios de la enseñanza universal, Jacotothace su propia traducción del célebre análisis cartesiano del pedazo de cera: «Quiero observar y veo.Quiero escuchar y oigo. Quiero tocar y mi brazo se extiende, se pasea por la superficie de los objetos openetra en su interior; mi mano se abre, se desenvuelve, se extiende, se estrecha, mis dedos se abren o secierran para obedecer a mi voluntad. En este acto de tanteo, sólo conozco mi voluntad de tantear. Estavoluntad no es ni mi brazo, ni mi mano, ni mi cerebro, ni el tanteo. Esta voluntad soy yo, es mi alma, esmi potencia, es mi facultad. Siento esta voluntad, está presente en mí, ella es yo mismo; en cuanto a lamanera en que yo soy obedecido, no la siento, sólo la conozco por sus actos (...) Considero la ¡deificacióndel mismo modo que el tanteo. Tengo sensaciones cuando me place, ordeno a mis sentidos que me lasaporten. Tengo ideas cuando quiero, ordeno a mi inteligencia buscarlas, tantear. La mano y la inteligenciason esclavas a las que cada uno dicta sus funciones. El hombre es una voluntad servida por unainteligencia.»38Tengo ideas cuando quiero. Descartes conocía bien el poder de la voluntad sobre el entendimiento.Pero lo conocía precisamente como poder de lo falso, como causa de error: la precipitación a afirmarmientras la idea no es clara y distinta. Hay que decir lo contrario: es el defecto de la voluntad lo que haceerrar a la inteligencia. El pecado original del espíritu no es la precipitación, es la distracción, es laausencia. «Actuar sin voluntad o sin reflexión no produce un acto intelectual. El efecto que resulta nopuede clasificarse entre las producciones de la inteligencia ni ser comparado con ellas. En la inacción nopodemos ver ni más ni menos acción; no hay nada. El idiotismo no es una facultad, es la ausencia o elsueño o el descanso de esta facultad.»39El acto de la inteligencia es ver y comparar lo que ve. En primer lugar, la inteligencia ve al azar.Tiene que buscar para repetir, para crear las condiciones para ver de nuevo lo que vio, para ver hechossemejantes, para ver los hechos que podrían ser la causa de lo que ella vio. Debe también formar laspalabras, las frases, las figuras, para decir a los otros lo que vio. En resumen, con todo respeto a losgenios, el modo más frecuente del ejercicio de la inteligencia es la repetición. Y la repetición aburre. Elprimer defecto es de pereza. Es más fácil ausentarse, ver la mitad, decir lo que no se ve, decir lo que secree ver. Así se forman las frases vacías, los luegos que no traducen ninguna experiencia del espíritu. «Nopuedo» es el ejemplo de estas frases vacías. «No puedo» no es el nombre de ningún hecho. Nada pasa enel espíritu que corresponda a esa aserción. Hablando propiamente, no quiere decir nada. Así la palabra sellena o se vacía según la voluntad obliga o afloja el funcionamiento de la inteligencia. El significado esobra de la voluntad. Y ahí está el secreto de la enseñanza universal. También es el secreto de aquéllos alos que se llama genios: el trabajo incansable para someter al cuerpo a las costumbres necesarias, paraencargar a la inteligencia nuevas ideas, nuevas maneras de expresarlas; para rehacer intencionalmente loque la casualidad había producido, y convertir las circunstancias desafortunadas en posibilidades de éxito:«Eso es lo que pasa tanto con los oradores como con los niños. Unos se forman en las asambleas comonosotros nos formamos en la vida (...) el que por azar hizo reír a costa suya en la última sesión, podíaaprender a hacer reír siempre y cuando lo deseara si estudiaba todas las relaciones que habían producidoesos abucheos que lo desconcertaron haciéndole callar para siempre. Tal fue el comienzo de Demóstenes.  Aprendió, haciendo reír sin quererlo, cómo podía generar exaltación contra Esquines. Pero Demóstenesno era perezoso. No podía serlo.»40Un individuo puede todo lo que quiere, declara la enseñanza universal. Pero no hay que confundirsesobre lo que quiere decir querer. La enseñanza universal no es la llave del éxito ofrecida a los queemprenden la exploración de los poderes prodigiosos de la voluntad. Nada sería más contrario alpensamiento de la emancipación que este cartel de feria. Y el maestro se irrita cuando los discípulos abrensu escuela con la insignia de Quién quiere puede. La única insignia que vale es la de la igualdad de lasinteligencias. La enseñanza universal no es un método sin miramientos. Es verdad, sin duda, que losambiciosos y los conquistadores representan la imagen salvaje. Su pasión es una fuente inagotable deideas y, rápidamente, se ponen de acuerdo para dirigir a generales, sabios o financieros de los cualesignoran la ciencia. Pero lo que nos interesa no es este efecto de teatro. Lo que los ambiciosos ganan depoder intelectual no juzgándose inferiores a cualquiera, lo vuelven a perder juzgándose superiores a todoslos otros. Lo que a nosotros nos interesa es la exploración de los poderes de todo hombre cuando se juzgaigual que todos los otros y juzga a todos los otros como iguales a él. Por voluntad entendemos esta vueltasobre sí del ser racional que se conoce actuando. Es este foco de racionalidad, esta conciencia y esteaprecio de sí como ser razonable en acto lo que nutre el movimiento de la inteligencia. El ser racional esante todo un ser que conoce su potencia, que no se engaña sobre ella.  

El maestro ignoranteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora