El principio de veracidad

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  Hay dos mentiras fundamentales: la del que declara digo la verdad y la de aquél que afirma nopuedo decir nada. El ser racional que reflexiona sobre sí mismo sabe que estas dos proposiciones carecende valor. El primer hecho es la imposibilidad de ignorarse uno mismo. El individuo no puede mentirse,pero puede olvidarse. «No puedo» es así una frase de olvido de sí mismo, de donde el individuo razonablese ha retirado. Ningún genio maligno puede interponerse entre la conciencia y su acto. Pero tambiéndebemos darle la vuelta al proverbio socrático. Nadie es malo voluntariamente, declaraba. Nosotros por elcontrario diremos: «Toda burrada viene del vicio.»41 Nadie está en el error si no es por maldad, es decir,por pereza, por deseo de no oír hablar más de lo que un ser razonable se debe a sí mismo. El principio delmal no está en un conocimiento erróneo del bien que es el fin de la acción. Está en la infidelidad a unomismo. Conócete a ti mismo no quiere decir ahora, a la manera platónica: conoce dónde está tu bien.Quiere decir: vuelve a ti, a aquello que en ti no puede engañarte. Tu impotencia sólo es pereza paraavanzar. Tu humildad tan solo es temor orgulloso a tropezar bajo la mirada de los otros. Tropezar no esnada; el mal está en divagar, en salir del propio rumbo, en no prestar ya atención a lo que se dice, enolvidar lo que se es. Ve entonces por tu camino.Este principio de veracidad está en el centro de la experiencia emancipadora. No es la llave deninguna ciencia, sino la relación privilegiada de cada uno con la verdad, aquello que lo encamina, lo quelo lanza como buscador. Este principio es el fundamento moral del poder de conocer. Es también unpensamiento propio de los tiempos, un fruto de la meditación sobre la experiencia revolucionaria eimperial de esta fundación ética del poder mismo de conocer. Pero la mayoría de los pensadores de laépoca lo entiende a la inversa de Jacotot. Para ellos, la verdad que exige el asentimiento intelectual seidentifica como el lugar que mantiene unidos a los hombres. La verdad es lo que agrupa; el error esdesgarramiento y soledad. La sociedad, su institución, el objetivo que persigue, eso es lo que define lavoluntad con la que el individuo debe identificarse para conseguir una percepción justa. Así razonan  Bonald el teócrata y, detrás de él, Buchez el socialista o Auguste Comte, el positivista. Menos severos sonlos eclécticos con su sentido común y sus grandes verdades escritas en el corazón de cada uno, filósofo ozapatero remendón. Pero todos son hombres de agregación. Y Jacotot corta ahí. Que se diga, si se quiere,que la verdad agrupa. Pero lo que agrupa a los hombres, lo que los une, es la no agregación. Expulsemosla representación de este cemento social que petrifica las cabezas pensantes de la edad postrevolucionaria.Los hombres están unidos porque son hombres, es decir, seres distantes. La lengua no los reúne. Por elcontrario, es su arbitrariedad la que, forzándolos a traducir, los une en el esfuerzo –pero también en lacomunidad de inteligencia: el hombre es un ser que sabe muy bien cuando el que habla no sabe lo quedice.La verdad no asocia a los hombres. No se da a ellos. Existe independientemente de nosotros y no sesomete al fraccionamiento de nuestras frases. "La verdad existe por sí misma, existe lo que existe y no loque se dice. Decir depende del hombre; pero la verdad no depende de él".42 Ahora bien, no por ello laverdad nos resulta extranjera y no estamos exiliados de su país. La experiencia de veracidad nos une a sucentro ausente, nos hace girar alrededor de su núcleo. En primer lugar podemos ver y mostrar lasverdades. Así pues, «he enseñado lo que ignoro» es una verdad. Es el nombre de un hecho que haexistido, que puede reproducirse. En cuanto a la razón de este hecho, es de momento una opinión y quizálo será siempre. Pero, con esta opinión, giramos alrededor de la verdad, de hechos en hechos, derelaciones en relaciones, de frases en frases. Lo esencial es no mentir, no decir que se ha visto cuando sehan tenido los ojos cerrados, no contar otra cosa que lo que se ha visto, no creer que se ha explicadocuando solamente se ha nombrado.De este modo cada uno de nosotros describe, en torno a la verdad, su propia parábola. No existendos órbitas similares. Y es por eso que los explicadores ponen nuestra revolución en peligro. «Estasórbitas de las concepciones humanitarias raramente se cruzan y sólo tienen algunos puntos comunes.Nunca las líneas mixtas que describen coinciden sin una perturbación que suspenda la libertad y, por lotanto, el uso de la inteligencia que existe como consecuencia. El alumno siente que, por sí mismo, nohubiese seguido el rumbo al que acaba de ser arrastrado; y olvida que existen miles de sendas abiertas asu voluntad en los espacios intelectuales.»43 Esta coincidencia de las órbitas es lo que hemos llamado elatontamiento. Y comprendemos porqué el atontamiento es tanto más profundo cuando esta coincidenciase hace más sutil, menos perceptible. Es por eso que el método socrático, aparentemente tan cerca de laenseñanza universal, representa la forma más temible del atontamiento. El método socrático de lainterrogación que pretende conducir al alumno a su propio saber es, en realidad, el de un domador decaballos: «Ordena los progresos, los avances y los contra avances. En cuanto a él, tiene el descanso y ladignidad del mando durante la doma del espíritu dirigido. De rodeo en rodeo, el espíritu llega a un fin queno había previsto en el momento de la salida. Se asombra de alcanzarlo, se vuelve, percibe su guía, elasombro se transforma en admiración y esta admiración le atonta. El alumno siente que, solo yabandonado a sí mismo, no hubiera hecho ese camino.» 44Nadie tiene relación con la verdad si no está en su propia órbita. Que nadie se vanaglorie por tantode esta singularidad y no vaya a declarar a su vez: Amicus Plato, sed magis amica veritas! Ésta es unafrase de teatro. Cuando Aristóteles la pronuncia no lo hace de forma distinta a Platón. Como él, dice susopiniones, hace el relato de sus aventuras intelectuales, recoge algunas verdades de su trayecto. Respectoa la verdad, ella no cuenta entre los filósofos que se dicen sus amigos, ella sólo es amiga de sí misma.   

El maestro ignoranteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora