Capítulo XVII

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—¿Otra vez aquí? —preguntó Harry. 

—Me relaja —le contestó Hermione sin dejar de mirar por la ventana—, me ayuda a pensar, a desconectar.

—¿Y no puedes dejar de pensar ni en Nochebuena? 

Hermione levantó la cabeza y miró a Harry sorprendida, ¿navidad? Era consciente de que habían pasado un mes en Escocia pero la situación durante el último año había cambiado. Había cambiado tanto que no miraba el calendario. Dejaba pasar los días deseando que por fin acabase todo. Era el primer año sin saber de sus padres en fechas tan marcadas y no podía sentir más nostalgia.

—Herms, entiendo que eches de menos a ciertas personas pero tienes que empezar a cambiar tu actitud. Empiezas a preocuparnos, no pareces tú. Te necesitamos para hacer esto bien y si tú no estás bien, nosotros tampoco —dijo Harry aproximándose a Hermione—. Es más, Ron tiene razón, no duraríamos ni dos días sin ti.

—¿Ron ha dicho eso? —preguntó Hermione sorprendida.

—Sí —respondió Harry— y también que no te lo dijera.

Hermione empezó a reírse. Se reía tanto y tan fuerte que llegó a alarmar a Ron, que seguía en la cocina tras varias horas preparando la cena con la mínima ayuda de Harry. Éste se acercó al salón para cerciorarse de que era Hermione. Le parecía extraño escucharla reírse de tal manera.

—¿Qué pasa? —preguntó Ron apoyado en el marco de la puerta. 

—Nada —dijo Harry empujándole a volver a la cocina— ahora vamos, sigue cocinando.

Hermione arqueó una ceja.

—Ron lleva encerrado toda la tarde cocinando —dijo Harry mientras se reía—. Por poco quema toda la cocina, tendrías que haberlo visto, ha sido un show.

—Seguro que sí...

—Bueno te dejo, tienes cinco minutos para ponerte más guapa de lo que ya eres —dijo Harry sonriendo—. Quiero verte con una sonrisa de oreja a oreja durante la cena. Regálame eso por navidad, ¿vale?

Hermione asintió y Harry se dio la vuelta dispuesto a irse cuando sintió la mano de Hermione sujetándole. Se giró levemente esperando una explicación por parte de la castaña.

—¿Qué tal vas con la legeremancia?

—Igual que siempre, bien —respondió secamente Harry. Sabía lo que quería Hermione y no podía evitar enfadarse cada vez que ésta sacaba el tema. Había intentado ignorarlo desde el día aquel en el que Hermione le enseñó aquella poción multijugos dejando claras sus intenciones en cuánto a Lucius Malfoy.

—¿Podríamos practicar?

—No. Hermione puede que respete tu decisión pero no voy a formar parte de esto, no quiero ser cómplice. Te ayudaré en todo menos en esto.

—Harry, ya hemos hablado muchas veces de esto, si eres mi amigo lo entenderás.

—Precisamente porque lo hemos hablado no quiero que...

—Regálame esto por navidad, ¿vale? —dijo interrumpiendo a su amigo.

Harry fusiló con la mirada a la gryffindor y suspiró profundamente. Si a algo no era inmune era a la sonrisa dulce de Hermione. 

—Está bien pero escúchame, esta es la primera y la última vez que te ayudo. La próxima ni poner ojitos ni hacer pucheros valdrán para empujarme a formar parte de esta locura. 

Hermione se puso frente al pelinegro y cerró los ojos. Concentrándose. No quería practicar oclumancia, sólo quería enseñarle el porqué de todo.

Blood, tears and gold.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora