Capítulo XXIII

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El capítulo de hoy cuenta con casi 8000 palabras (19 páginas de word) para compensar la ausencia de casi un mes, en estos días me han subido más de 12000 visitas a la historia, gracias a los nuevos y a los viejos lectores y una vez más, ¡disfrutad del capítulo!

Amanecía un día más en Cleissy y ya eran cuarenta los días que Hermione había pasado en aquel mundo que le daba la tranquilidad y paz que tanto necesitaba. Más que curar la herida, más que olvidarle, Hermione había aprendido que la vida cambiaba día a día. Que un día despiertas al lado de la persona a la que quieres y al día siguiente observas como la cama se hace grande sin él. 

Mientras se frotaba los ojos y terminaba de incorporarse, no podía evitar pensar en el tiempo que había pasado y lo poco que había avanzado. Se sentía egoísta por haber huido de su propio hogar y por no haber sido lo suficientemente valiente para afrontar su situación. Culpable por echar sal a sus propias heridas. Culpable por soñar cada noche con él y sentir que era el mejor momento del día. 

—Dormilona—dijo Cormac tocando la puerta—, ¿vienes a desayunar? Creo firmemente que hoy has dormido por encima de tus posibilidades.

—¿Acaso has contado cuántas horas llevo durmiendo? —preguntó Hermione mientras abría la puerta y se terminaba de colocar el jersey—. Buenos días Cormac —dijo depositando un beso en su mejilla.

—Buenos días preciosa —contestó abrazándola—, ¿qué te apetece desayunar?

—¿A mí? —le preguntó sorprendida—. La pregunta es qué te apetece a ti, llevas demasiados días preocupándote por mí. 

—Si me estás preguntando por lo que me apetece desayunar creo que la respuesta es más que obvia —dijo Cormac pasándose la lengua por los labios.

Hermione le fulminó con la mirada pese a seguir con la sonrisa en la cara.

—No me mires así Granger, has tenido cuarenta días para darte cuenta de lo que quiero de ti —dijo Cormac clavando su mirada en la de Hermione.

Aunque su gesto demostraba lo contrario, algo se le removió a Hermione por dentro al escuchar como su apellido volvía a ser dicho por alguien que no fuese Draco. Echaba de menos todo de él, desde sus malas contestaciones hasta la sonrisa que se implantaba en su cara cada vez que conseguía picarla.

—¿En qué piensas? —preguntó Cormac poniendo una de sus manos en el mentón de la castaña.

—¿Te preocupa? —contestó Hermione mirándole fijamente a los ojos.

—Me interesa —dijo acariciando la mejilla de la gryffindor.

—Me gustaría saber qué quieres de mí —dijo Hermione con una sonrisa picarona.

—No puedo decírtelo —dijo Cormac apartando uno de los mechones que cubrían la cara de ésta.

—¿Entonces? —preguntó Hermione arrugando la nariz.

—Puedo demostrártelo —dijo mientras se acercaba peligrosamente al cuello de Hermione y depositaba un beso en él.

—¡Cormac! —gritó Hermione sin parar de reír por las cosquillas que le provocaban los besos que depositaba sin parar Cormac en su cuello.

Justo en ese momento, Luna abrió la puerta de su cuarto y tras agudizar la vista para cerciorarse de lo que estaba viendo corrió hacia Hermione y Cormac y empezó a pulular alrededor de ellos para llamar su atención.

—¡Chicos!, ¡a desayunar! —dijo Luna gritándoselo a Cormac en el oído.

—¡Dios Luna! A veces consigues ser realmente molesta —dijo Cormac mientras se tapaba las orejas con las manos.

Blood, tears and gold.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora