La Habitación de las Camelias

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El señor de las mudanzas y La señora Destrante se marcharon dejando solos en la vieja mansión a la familia Carlucci. Con el mal sabor de boca al pensar en la reforma que se les venía encima.

La idea de arrepentirse de su decisión quedaba completamente descartada. La razón por la que se habían mudado no había sido la oportunidad de disfrutar del campo en una casa antigua y lujosa, no, la verdadera razón había sido a causa del ofrecimiento de un puesto de trabajo en el museo local como restaurador para el señor Carlucci, y al haber tenido en herencia la casa de sus abuelos, la decisión estaba tomada.

A pesar de la decepción que les producía el estado de la mansión,
Claudia y Marco Carlucci se veían en la situación de sonreír y conformarse por sus hijas.

El hecho de convencerlas a mudarse había sido un proceso difícil. Fionna no había sido muy difícil, la chica era muy distraída y tras haberse quejado y gritado al enterarse de la noticia luego se había mostrado muy conforme, completamente al contrario de su hermana, quien, al enterarse al principio de la noticia se la había tomado a broma y cuando se entero de que no era así el resto de curso escolar se mostró melancólica con todo y con la sensación de que todo aquello era irreal, para su madre fue muy duro ver a su hija en ese estado, y para cuando terminaron las clases hablaron con ella, generando una discusión que finalizó con la indignación y frustración constantes en el rostro de Selena, y por mucho que lo intentaran, no habían conseguido hacerle ver el lado positivo de la mudanza.

Era comprensible dado que la joven había forjado una vida entera en la ciudad, con sus amigos y sus sueños y pedirle cambiarlo todo a su edad era algo difícil.

Por lo que ahora la familia se disponía a explorar los pisos superiores de la mansión. Así que, tras haber sacado las maletas con los utensilios básicos del coche, todos empezaron a subir los polvorientos escalones que llevaban del vestíbulo al suelo de la primera planta.

Al llegar arriba había una especie de descansillo amplio con sofás de terciopelo rojo pegados a las paredes, decoradas con pinturas llenas de telarañas que representaban paisajes de campo y bosques más algún que otro retrato familiar. A la derecha de este, había una puerta doble de madera y a la izquierda comenzaba un pasillo bastante iluminado por la luz que salía de las habitaciones a los lados. Enfrente de la escalera, unas puertas de madera acristaladas que daban a un balcón bastante grande.

Selena continuó por el pasillo de la izquierda seguida por su hermana mientras sus padres divagaban sobre lo antiguo de la lampara de araña que colgaba del techo y la antigüedad de las puertas.

La menor se asomó a la primera habitación, estaba pintada de blanco con mariposas negras en las paredes, con una amplia cama polvorienta con cabecera de madera oscura, la misma presente en el armario que había enfrente de esta.

-Me quedo con esta habitación. -anunció decidida.

Selena la miró desde más avanzado el pasillo.

-Vale -dijo, y se asomó a la habitación contigua a la de Fionna, era más pequeña, la cama estaba de cara a la puerta y las paredes eran blancas con un tono rosado procedente del filtro que producían unas flores que había en la ventana y distorsionaban la luz.

Entró en la habitación, la cama era pequeña y a su lado había una mesilla anticuada con una lamparita, a la que seguía una puerta con cristales que daba a un estrecho balconcito y al lado de la cual había un tocador de madera, pintado de blanco que sujetaba un curioso espejo con detalles dorados.

Selena se acercó al balcón, abrió a duras penas la puerta y se asomó al exterior, a su izquierda diviso el jardín y un trozo de bosque, giró su cabeza a la derecha y vio un manojo de hojas que había crecido a modo de enredadera a lo largo de la pared frontal de la mansión y observó las flores abiertas que la miraban con sus pétalos estirados, iluminadas por la luz del sol.

Selena se retiró de nuevo al interior de la habitación sin cerrar el ventanal. Se dio la vuelta y tiró al suelo con estrépito la mochila de cuero que transportaba, la apoyó en la mesilla al lado de la cama y la abrió, sacó un pequeño bolsito y después un cuaderno. Se sentó de piernas cruzadas en el suelo y abrió el cuaderno de cubiertas de cuero anticuado que anunciaban: Herbolario. Fue pasando las hojas amarillentas de este, deteniéndose en los títulos de cada página para saber qué planta era aquella. Finalmente se paró en un dibujo similar al de la flor que andaba buscando.

-Camelia -leyó en voz alta, rozando con los dedos la ilustración.

Fionna asomó entonces la cabeza por el marco de la puerta.

-¿Qué has dicho? -preguntó.

Selena apartó la mirada del dibujo y dirigió la vista a su hermana.

-Nada -se excusó-. Yo me quedo con esta habitación.

-Vale. -dijo la chica encogiéndose de hombros y volviendo a su habitación.

Sus padres por fin se decidieron a moverse del descansillo y fueron a mirar las otras habitaciones.

-¿Ya habéis elegido habitación? -preguntó sonriente la señorita Carlucci asomándose al nuevo dormitorio de Selena.

-Sí mamá, ¿crees que podré tener mi propia habitación de arte? -confirmó Fionna, mirando fijamente a su madre con sus grandes ojos azules.

-Claro -aseguró esta aceñariciandole el pelo a su hija-, buscaremos el sitio perfecto para que pintes.

-Yo creo que la nueva habitación de Selena es la mejor para pintar. -replicó la niña mirando a Selena, que todavía estaba sentada en el suelo.

-Ni lo sueñes piojo -espetó la mayor dirigiéndole una mirada peligrosa.

-Selena, por favor. -pidió su madre intentando calmar a su hija.

A modo de respuesta, la chica se levantó y frustrada salió de la habitación, cruzándose con su padre que la miró extrañado. La chica se dirigió a la puerta doble a enfrente del corredor que daba al descansillo. Empujó las manillas doradas hacia abajo y con dificultad abrió la puerta, llegando así a una sala enorme completamente vacía y ricamente decorada en las paredes y con cortinas lujosas tapando las ventanas.

Selena cerró la puerta con brusquedad y se dirigió a las cortinas para correrlas y dejar que la luz del sol entrara por los altos ventanales. Tras terminar el trabajo, se dio la vuelta para poder apreciar mejor la sala. El suelo era más liso que en el resto de la planta, y al fondo de esta había un pequeño que nivelaba el piso, sobre este se apreciaba un gran piano de cola negro. Selena se dio cuenta de que era un salón de baile muy grande del que no se acordaba.

Miró a su alrededor, paseó la vista por las lámparas, cubiertas por mantos grises de telarañas empolvadas; las tablas del suelo, desiguales y de tonos diferentes... Se fijó también en unos jarrones con flores blancas marchitas, ale cercarse reconoció los mismos pétalos que los de las flores del balcón de su nuevo cuarto. Pensó en qué tal vez su abuela tenía un especial gusto a esa clase de planta. Siguió paseando por la sala, y reparó en la puerta que se hallaba en la pared ala derecha de la que acababa de salir. Se acercó a ella, y empujando fuerte las manillas, abrió el doble portón.

Entró a una gran biblioteca y encendió la luz por medio de un interruptor bien ocultó al lado de la puerta. No era extremadamente grande, constaría de unos seis pasillos de librerías bastante cortos; pero el espacio estaba muy bien aprovechado: tanto estanterías, como mesas y sillones, estaban llenos de volúmenes, de aspecto antiguo y hojas amarillentas y desgastadas por el uso. Selena dio un paseo por la sala tapando la emoción que le producía el lugar con una expresión de neutra indiferencia, sin mostrar lo que realmente le suponía poseer una biblioteca entera para ella sola. Entonces, reparó en que la estancia no la reconocía de nada, al igual que el salón de baile del que acababa de salir. Pensó que tal vez para cuando ella pasó parte del verano en la mansión esa zona de la casa le estaba restringida. Sería una cosa muy normal, sus padres habían sido siempre muy sobreprotectores, y tal vez podían pensar que se le podía caer el piano encima.

Tras terminar de dar un paseo por el lugar decidió que debía volver con su familia si no quería ser sorprendida en el lugar que acababa de descubrir, incrementando su mal humor. Al salir de la biblioteca decidió atrancar la puerta con una pinza que llevaba en el pelo, pensando en volver a aquel santuario de historias.

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~Archer->

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