¿Ya pasó? Sí ya pasó. Eso es lo que le pasa al verano, puede durar tres años y cuando vuelve a empezar el curso se te ha echo corto.
Para sorpresa de Selena, así fue. Las vacaciones habían pasado volando para ella. Entre la mudanza, las investigaciones con Julio y las cartas con Vito el otoño y las clases se le habían echado encima.
El tema de las cartas lo guardaba en secreto, no se lo quería contar a nadie, y así era mejor. La verdad es que VIto había resultado ser un muy buen amigo e incluso consejero, no esperaba que la mensajería a través de un lago diera tan buen resultado. Pero no se había arrepentido de haberse abierto a él.
Tampoco le había ido tan mal con Julio. Como le había dicho Vito se había lanzado hacia esa oportunidad que le daba la vida. Y en muchas ocasiones él la hizo reír y sentirse bien. Pero a ella le seguía interesando más que nada la investigación sobre su familia. Habían ido un par de veces a la carretera donde al parecer se había matado su tío abuelo. No vieron nada extraño, y tampoco esperaban nada especial. Julio también consiguió colarse en la comisaría y revisar en los archivos, pero no figuraba nada sobre ningún caso a nombre de la familia Carlucci. Preguntaron a gente del pueblo y de todos recibieron la respuesta común de que Marcelo Carlucci debió de ser un hombre bastante peculiar que se llegaba a confundir en la mayoría de los casos con bipolaridad. Al principio fue conocido como un niño inseguro enfermizo bastante antipático que se convirtió en una persona alegre y soñadora de la noche a la mañana. Selena estaba muy metida en el asunto, mientras que a Julio le era bastante indiferente, aunque debía admitir que las horas con la chica rubia se le hacían entretenidas.
Selena se había levantado con fingidas ganas de empezar las clases, todo para que el proceso no se le hiciera duro. Cuando se miró en el espejo de su tocador volvió a poner una cara de cansancio reflejando lo que realmente sentía por dentro. No quería que el verano terminase, y menos ahora, no quería tener que hacer nuevas amistades y aguantar a los profesores un año más. Pero no le quedaba opción.
Desayunó muy lentamente y decidió vestirse con una falda de tonos pastel y una camisa de manga corta fina y blanca. Se recogió el pelo en una trenza y agarró su mochila de cuero para dirigirse al coche, donde su hermana y su padre ya la esperaban.
No habló durante el viaje, a medida que se acercaban a Escaro el corazón de las dos chicas palpitaba con fuerza al no saber qué era lo que las esperaba para ese nuevo día.
Selena ya estaba dentro del edificio, miraba a su alrededor parada en medio del pasillo, con bastante temor. Suspiró pesadamente y recordó lo que Vito le escribió sobre las oportunidades, así que avanzó por el pasillo con decisión y rostro serio, para internarse en un largo día de clases.
Su primera clase era con el tutor, el señor Donato Coppi quien pidió por favor a Selena que se presentara al resto de la clase. Y así hizo, se levantó de su sitio y caminó hasta el frente del aula.
-Mi nombre es Selena Carlucci, tengo dieciséis años y vine a Escaro hará unos dos meses. No estoy muy cómoda aquí, no quise mudarme desde la ciudad, pero me voy acostumbrando. Tengo una hermana pequeña y vivo en la antigua casa de mi abuela, Margarita Carlucci -lo dijo todo muy despacio y casi mirando al suelo, alzó la cabeza para ver las caras incrédulas de sus compañeros y como empezaban a cuchichear entre ellos, miró al señor Coppi, que parecía estar sorprendido por la presentación-. Eso es todo. -concluyó finalmente.
El profesor le sonrió y asintió dándole permiso para que se sentara. Volvió al final de la clase y se sentó apoyando los brazos sobre la mesa. Todos se giraban a mirarla, juzgándola, pero ella tenía la vista al frente con expresión seria.
-Menuda presentación esa, ¿eh? Se podría decir que la tenías practicada -notó que alguien le hablaba a su lado. Se giró, era una chica de pelo corto castaño con gafas redonda tras los cuales había dos ojos grisáceos que la miraban amistosamente-. Soy Ada. -se presentó alargándole la mano.
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Cartas al Lago
General FictionPorque una tarde junto al lago no tiene sentido si no estás al otro lado