-No.
-Venga, podríamos saber de dónde viene.
Vito llevaba toda la mañana intentando convencer a Laura de escribir una respuesta a la persona que se encontraba en las profundidades del lago. Estuvo toda la noche releyendo una y otra vez los versos del papel, le fascinaba el blanco de la hoja y la tinta con la que estaban escritas las palabras. Le había dado vueltas hasta llegar a la conclusión de que debía mandar una carta de vuelta, y pedía la colaboración de su mejor amiga para esa empresa, aunque ella se negara.
-¿Y si lo ha escrito alguna especie de bruja? -especuló ella cogiendo la hoja y zarandeándola en el aire.
-No me digas que crees en esas estupideces, Laura. -dijo Vito quitándole los versos de las manos.
-Por el amor de... ¡Esto no tiene ni pies ni cabeza! -exclamó entrando en la cocina.
Estaban en casa del muchacho, acababan de meter al ganado de vuelta al vallado y habían entrado para empezar a comer.
-Por eso vamos a escribir una carta, para conseguir respuestas. -razonó él muy sonriente.
Ella lo miró sin cambiar su opinión negativa, cruzada de brazos, se miraron unos segundos y Vito no necesitó más palabras para convencerla.
-¡Bien! -celebró triunfante.
Empezó a dar saltos por la habitación contento, Laura se acercó y le miró con una expresión de preocupación en el rostro, él se serenó inmediatamente.
-Me voy a la ciudad. -confesó al fin.
-¿Qué?
-Me voy a la ciudad -repitió más pausadamente-, con mi familia, unos tres días.
-¿Por qué? -Vito no entendía nada.
-Sé que tu odio a la ciudad es completamente razonable, Vito, pero mis padres son comerciantes allí tienen más oportunidades de ganar dinero. -explicó ella- Te lo quería decir antes, es que...
-¿Cuándo? -preguntó apoyándose en una mesa cercana sin mirar a su amiga a los ojos- ¿Cuándo os vais?
-No lo sé, en unas semanas, en unos días, no está definido -contestó, él continuó sin mirarla, Laura suspiró dolida-. Lo siento, Vito.
-No lo sientas, no es tu culpa -miraba a la madera de la mesa perdido en su pensamientos-, ¿verdad?
La joven se sintió aún peor, meditó decir algo más pero se despidió brevemente y se marchó a su casa.
Esta tarde Vito rememoró el día en que sus padres se marcharon de viaje a la ciudad y la visita que recibió unos días después, un hombre informándole a él y a su hermana el fallecimiento de la pareja. De no ser por el maldito viaje y la condenada ciudad los dos estarían vivos, tal vez su hermana también, y probablemente no se tendría que estar partiendo la espalda trabajando día tras día. Por fuera parecería que el dolor nunca había existido, pero por dentro era todo tristeza e ira contenidas.
Se sentó en el escritorio a pensar, ahí su padre le había enseñado lo básico para leer y escribir, allí pasaba él horas y horas sentado leyendo o escribiendo manuscritos, su sueño de poder llegar a escribir una obra de verdad, pero había quedado reducido a eso, un sueño lejano perdido para siempre. Muchas veces Vito había meditado la idea de seguir los pasos de su padre y escribir historias, pero tenía cosas más importantes que hacer, trabajar en la herrería e intentar mantener vivo el ganado.
Pensó en lo mal que le sentaba el hecho de que Laura no hubiera intentado lo más mínimo librarse de tener que hacer el viaje, por otro lado se encontraba en un duelo al tan solo tener la idea de que su mejor amiga no volviera, entonces, estaría solo del todo.
Ocultó el rostro en los brazos, protegiéndose de esos pensamientos. Pasó un rato así hasta que levantó la vista y se encontró de narices con el extraño poema que había salido del lago. Sus ojos brillaron con un destello de ilusión, agarró una de las viejas plumas que había en un tintero, buscó una hoja en blanco e intentó escribir sobre ella, al ver que la pluma se encontraba vacío de tinta, revolvió el escritorio entero en busca de algún bote con tinta que no estuviera seca. Soltó una exclamación triunfante cuando por fin encontró uno. Se dispuso a escribir, pero su mano se tambaleaba de un lado a otro seguido por la pluma que soltaba tinta a chorros y dibujaba símbolos sin sentido en el papel. Vito gruñó exasperado, no recordaba la última vez que había escrito algo y lógicamente estaba oxidado en la práctica.
Utilizó el papel al máximo para practicar con concienzuda paciencia, la primera cara de la hoja eran todo letras sinsentido más similares a piedras mal hechas que a cualquier tipo de caligrafía existente. Luego la cara de detrás eran todo letras desperdigadas por todos lados, completamente torcidas y orientadas hacia quién sabe dónde. Gastó un par de hojas más hasta escribir palabras con sentido, ayudándose de los libros que había en las estanterías, utilizó aún tres más hasta estar lo suficientemente convencido de que podía escribir una respuesta decente a los extraños versos y luego además tuvo que gastar más papeles para escribir la respuesta, dado que tuvo que volver a empezar varios veces para dar con las palabras adecuadas.
Metió la carta en una especie de sobre que encontró en uno de los cajones de la mesa y corrió por el camino de tierra que llevaba al lago. Al llegar allí se quedó mirando al infinito pensando si lo que hacía era correcto, rememoró a su amiga esa misma mañana recalcando la locura que consistía hacer eso, luego pensó en el señor Grimaldi hablando de lo que pensaba la sociedad sobre cosas de esas, podía terminar quemado en la hoguera, eso era verdad.
Finalmente, ganó la guerra su presentimiento de suerte y su insaciable curiosidad. Así que, se acercó unos pasos a la orilla de las aguas y extendío un brazo, y sin dudarlo, abrió la mano, dejando que la carta resbalase por su palma. Bajó el brazo y observó la página flotar sobre el agua, el corazón se le aceleró al pensar que no desapareciera y que en realidad eso era una absurda tontería, las dudas se disiparon cuando las aguas succionaron el sobre, llevándolo hasta las profundidades.
Vito sonrió y se dio media vuelta de regreso a su casa, de alguna manera eufórico por recibir la respuesta.
•••
~Archer->
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Cartas al Lago
General FictionPorque una tarde junto al lago no tiene sentido si no estás al otro lado