Gotas del Infierno

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Una semana, una semana había pasado desde que llegaron a Escaro y Selena todavía no se creía que pudiera haber sobrevivido.

Los días habían sido monótonos tras haber visitado el pueblo, no volvieron a ir, cosa que la chica agradeció. Y todo pareció en calma tras la advertencia de Fionna sobre el conocimiento de el intencionado atranque de la puerta que había en la sala de baile. Su padre ya había llamado a la señora Viscontti, pero se encontraba de vacaciones en Sicilia con sus hijos.

Esa mañana había llegado al jardín el camión de mudanzas, se suponía que tenían que llegar antes pero al parecer habían pinchado en medio de la carretera y eso supuso un percance. La familia entera ayudó a descargar pero tras desembalar algunas cajas las dos chicas no se vieron capaces de seguir debido a la angustia que les producía ver de nuevo sus cosas sabiendo que no volverían a su casa nunca más. La señora Carlucci se quedó consolando a Fionna en el salón mientras que el padre se quedaba resolviendo cuentas con los de mudanzas y por último Selena se había metido en su nueva habitación a mirar melancólicamente a través de la ventana. Pensando una vez más en todo lo que había dejado atrás.

Pasada una hora sentada en la cama, Selena sacó su mochila de cuero de debajo de la cama y extrajo el libro de la biblioteca de esta. Lo había estado leyendo a escondidas de todos. Y le había resultado de lo más interesante.

La historia se basaba en un antiguo mito británico, sobre La Dama del Lago que entregó al rey Arturo la espada Excalibur. La trama se situaba años antes de aquel suceso. Sobre la vida que había tenido la joven antes de ser elegida como La Dama del Lago.

Por ahora había llegado a la parte en que ella se enamoraba del reflejo de un joven sobre las aguas de un lago. No había avanzado más.

Se tumbó y leyó un par de capítulos hasta decidir escribir algo.

Selena era muy aficionada a la escritura, en esos tiempos usaba mucho la poesía a modo de terapia. Por lo que cogió unas hojas ya escritas y otra en blanco luego sacó de su bolsito de cuentas un lápiz con goma incorporada y se dispuso a escribir sobre el tocador.

Miró por la ventana en busca de inspiración, escribió un par de líneas y luego de releerlas un par de veces arrugó el papel y lo tiró a una esquina de la habitación. Así fue el proceso unas cuantas de veces más, entonces la chica decidió que el lugar no era el ideal para escribir, así que se asomó al pequeño balcón de la habitación.

Contempló las camelias que crecían a su izquierda, agarró una de las flores y en un ataque de frustración la lanzó lo más lejos que sus fuerzas le permitieron, esta se quedo enganchada en una de las ramas de uno de los árboles de enfrente. Selena bajó la mirada para ver a su padre y al señor de las mudanzas bajando más cajas del camión, cambió la vista al sauce donde se había quedado la flor de pétalos rosados y por último observó el lago.

Sus aguas se veían muy tranquilas al sol de media tarde, faltaría una hora, incluso menos para el anochecer y Selena no pudo evitar recordar su primera visita a la casa, no había llegado a acercarse al lago dado que era muy pequeña. Así que, con ímpetu, agarró su mochila de cuero y metió todo lo que había sobre el tocador dentro.

Bajó las escaleras entre corriendo y cautelosa, llegó al pie de estas y atravesó el vestíbulo deprisa, abrió la puerta y salió al exterior. Se dispuso a cruzar el jardín pero su padre la detuvo.

-¡Selena! ¿A dónde vas hija? -le preguntó acercándose con una sonrisa en el rostro.

La joven se paró en seco y maldijo su poca cautela, se dio la vuelta y miró a su padre.

-Me voy a acercar al lago, a ver si... Puedo refrescarme. -contestó forzando la sonrisa.

El señor Carlucci asintió, abrió la boca para decir algo más pero uno de los hombres del camión de mudanzas se le acercó y empezó a comentarle sobre la cuenta del transporte y charla técnica. La hija aprovechó y se escabulló entre los arbustos en busca de un camino que llevara hasta el lago.

Minutos después llegó a la orilla de las aguas. El sol ya amenazaba con empezar a ocultarse tras las copas de los árboles, sin darse cuenta, dirigió sus pasos hacia un pequeño embarcadero de madera con su mirada fija en el dorado horizonte, y sin importarle lo mohosa que estaba la madera, se sentó en el borde y mojó sus pies en las cálidas aguas. Disfrutó del momento unos instantes. Luego sacó sus hojas de la mochila y su lapicero. Por un precioso instante pensó en escribir algo feliz y hermoso, pero evocó imágenes de sus amigas, de su familia paseando por las calles de la ciudad, su casa, su colegio... Bajó la cabeza y miró el papel.

Odiaba la mudanza, siempre había estado en contra de ella, ¿y cuánto les había importado eso a sus padres? Es más, ¿a quién le había importado nada lo que ella opinara? Tan sólo se limitaron a decirle que se iban nada más. Y todas esas frases alentadoras: "¡Es un nuevo comienzo! es muy bueno a tu edad", "¡Después de una par de días ya casi ni notas la diferencia!", "¡Conocerás a mucha gente nueva!", "El sitio es precioso querida, ¡te va a encantar!". Y muchas otras estupideces que no había persona que se las creyera. ¡No era lo que ella quería! ¡No había elegido eso!

Sin darse cuenta estaba escribiendo con furia sobre el papel.

Vosotros miráis el amanecer
cuando yo me veo caer,
y la luz ilumina un nuevo patio
mientras me derrumbo con el atrio
y sin esperanza en mi anhelo,
me deshago en gotas del infierno.

Cuando terminó dos lágrimas brotaron de sus ojos, llevándose consigo la felicidad que había tenido oportunidad de experimentar hacía unos segundos. Suspiró a su pesar y secó las gotas de agua salada y se dispuso a ponerse de nuevo sus zapatos.

Fue entonces cuando la brisa de verano decidió hacer su súbita aparición dándole alas a las páginas que había sobre el muelle. Todas ellas volaron por el aire. Selena intentó coger todas las hojas antes de que cayeran al agua salvó la mayoría, y cuando creyó que la pesadilla había terminado, bajó la vista al agua y vio como la página que acababa de escribir se alejaba mecida por el lago.

Metió el resto de papeles en la mochila y se dio la vuelta para correr a por un palo tirado en el suelo en el borde del bosque y salvar su escrito. Lo último que quería era que alguien encontrara su poema de desesperación y se riera de su debilidad.

Para cuando regresó al muelle la hoja había sido succionada por las aguas.

•••

~Archer->

Cartas al LagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora