El Cuadro y La Biblioteca

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Selena entró en su habitación, y cuando escuchó la puerta de la habitación de su hermana cerrarse, decicidió ir sigilosamente hasta la biblioteca, y con la misma horquilla del día anterior, desatrancó la puerta sin hacer ruido y entró cerrando tras de sí. Se internó en los pasillos de estanterías en busca de algún libro interesante.

Se subió a una escalera en busca de alguno de los volúmenes que se encontraban en los últimos estantes, y agarró uno al azar.

<<La dama del Lago>>

Rezaba el título. Bajó de la escalera satisfecha con su búsqueda y metió el libro en la su mochila de cuero para sacarlo de allí de incógnito.

Volvió a atrancar la puerta silenciosamente y se dispuso a atravesar la sala de baile en dirección a su habitación.

Pero unas voces la detuvieron.

-Y bueno, ¿qué habéis hecho en el pueblo? -preguntó la voz de su padre.

Los dos estaban en el rellano de la escalera y Selena supo que no podría salir sin que la vieran e hicieran preguntas.

Se pegó al marco de la puerta de la sala y aguzó el oído.

-Hemos visitado el supermercado, el ayuntamiento, la escuela y hemos visto el museo por fuera. -contestó la señora Carlucci desde fuera- ¿Y tú? ¿Lo conseguiste vender? -cuestionó en un tono más bajo.

Selena supo que estaban hablando del cuadro. Contuvo el aliento un segundo y expulsó el aire lentamente después. Ahora sabía que al menos su padre no lo estaba haciendo a escondidas de toda la familia.

-No, no me lo han querido comprar. Me han insistido en que no quieren saber nada sobre esta casa y sus pertenencias. -respondió en tono cansado.

Selena se extrañó mucho, ¿qué quería decir con eso? ¿acaso su familia no era bienvenida en el pueblo?

-¿Y qué has hecho con él?

-Lo he guardado en el desván, al menos así estará alejado por un tiempo y no harán preguntas. Cuando vuelva a la ciudad me libraré de él de una vez por todas. Ahora solo debemos preocuparnos por la mudanza.

-Bien -asintió la señora Carlucci conforme- ¿Llamarás a la señora Viscontti?

-Sí, esta tarde, tengo ganas de saber qué hay detrás de esa puerta y de por qué está cerrada.

Selena se quedó en absoluto silencio, sabiendo que la mirada de su padre estaba posada en la puerta de la sala.

La chica recapacitó sobre la nueva información, al parecer su casa no tenía muy buena fama entre los habitantes de Escaro y su padre tampoco quería que hicieran preguntas sobre el retrato que había en el salón. Pero, ¿por qué?

-¡Niñas! ¡A comer! -llamó la señora Carlucci sobresaltando a Selena, que seguía en la sala de baile.

Fionna debió de salir de su habitación porque su madre le preguntó:

-¿Dónde está tu hermana?

-Aquí. -contestó la mayor saliendo finalmente de la sala sujetando con fuerza su mochila de cuero contra el pecho.

-¿Qué hacías ahí dentro? -volvió a preguntar la madre.

-Tocaba el piano. -respondió la chica resuelta.

-Yo no he oído música. -dijo Fionna extrañada.

-Será que estás sorda.

Bajaron los cuatro sin más palabras al comedor donde habían cenado la noche anterior.

Al cruzar el salón Selena se fijó sin extrañarse mucho en el espacio vacío sobre la chimenea. Se sentía traicionada, traicionada por sus padres, no podía creer que quisieran ocultarles algo.

Se sentaron a comer a la mesa ya puesta.  Y los primero minutos transcurrieron en el más absoluto de los silencios, hasta que Selena preguntó con fingida naturalidad:

-Papá, ¿tú qué has estado haciendo?

Se quedó un momento perplejo, mirando a su mujer, que soltaba uno de sus airados suspiros. Selena sonrió complacida al haber atrapado a su presa.

-Nada, he estado ordenando unos asuntos con el señor Trotta. -dijo tosiendo un poco.

La chica ya no se lo creía, les había mentido en la cara y se sintió todavía más traicionada por dentro. Así que atacó.

-Ya no está el cuadro del salón, es una pena, a mí  me gustaba mucho. -dijo fingiendo tristeza.

Fionna volvió la cabeza a la chimenea y se fijó por primera vez en la desaparición del retrato.

-Es verdad -confirmó la menor-. A mí también me gustaba.

El señor Carlucci se vio alterado, y su mujer salió al rescate.

-Bueno, hemos pensado que sería mejor idea cambiarlo por uno en el que estemos toda la familia.

Fionna se encogió de hombros conforme, pero Selena no se rindió.

-¿Y qué habéis hecho con él? Tal vez podamos ponerlo en otro sitio. -insistió.

-Selena, hemos decidido cambiarlo acéptalo de una vez. -le espetó hablando por fin el padre mucho más tenso de lo que era costumbre en él.

La chica se calló a regañadientes, dando por perdida la ronda, pero no había acabado de rendirse.

Después de comer, ella se levantó ofreciéndose a recoger la mesa, mientras que Fionna se excusó diciendo que iba al baño.

Tras dejar los platos en el fregadero, dio una vuelta atravesando el comedor al lado de la cocina y rodeando la entrada por el pasillo del estudio, acercándose a la puerta que daba a la estancia donde se encontraban sus padres cuchicheando en voz baja. Aguzó el oído para oír más, pero la acción se vio interrumpida por Fionna que le clavaba la mirada penetrante de sus ojos azulados.

-Sé que has atrancado la puerta que hay en la sala de baile. -anunció.

La hermana no dijo nada, le sostuvo la mirada impasible.

-Y créeme -continuó-, cuando averigüe lo que estás tramando no dudaré en decírselo a papá y mamá. Sé que escondes algo más.

La chica terminó de hablar y se dio la vuelta para ir de regreso al comedor. Selena maldijo en silencio a su hermana. Y subió por las escaleras a su habitación para disfrutar de su nuevo libro sin decir palabra.

•••
~Archer->











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