Capítulo 8.

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* * *

Quince días después, Alex y yo éramos muy buenos amigos. Descubrimos que teníamos muchas cosas en común; a Alex le gustaba la fotografía, el cine francés, la naturaleza y cuando tenía tiempo en el hospital, me llevaba a conocer la ciudad, me ayudaba a buscar un piso, rentábamos alguna película o hacíamos deporte al aire libre. Era buena compañía, a veces un poco retraído y hermético con su vida privada, pero así estaba bien para mí, tampoco quería que anduviera haciendo preguntas sobre mi vida.

Al contrario de lo que había supuesto, en Valparaíso me estaba yendo bien, pero no había dejado de pensar en Pablo. Por las noches su recuerdo me hacía llorar hasta quedarme dormida, lo amaba tanto como cuando me fui, y maldecía a Morgan y a mi pasado por no permitirme estar con él. Y, además, el destino parecía conspirar en mi contra, Viña del Mar estaba en pleno apogeo y la prensa anunciaba que Pablo llegaría pronto a la ciudad para su participación en el festival. En las estaciones radiales no dejaban de sonar sus canciones.

Daba gracias a Dios por haber puesto tierra de por medio, Pablo no sabía dónde estaba y tampoco se le ocurriría pensar que estría en Chile.

Una tarde cuando Alex volvía del trabajo, me encontró llorando en el sofá de la casa escuchando Tanto.

—¿Qué te pasa Gema? — preguntó preocupado sentándose a mi lado.

—Nada— contesté sorbiendo por la nariz, tratando de secarme las lágrimas con los puños.

—Vamos, seguro esa canción te recuerda a algún enamorado— bromeó chocando su hombro con el mío, ganándose una mirada fulminante de mi parte.

—¿Alguna vez alguien te ha dicho lo tonto que eres? — pregunté con el ceño fruncido.

—Okay, okay— alzó las manos en son de paz —no digo más nada.

—Más te vale, si no quieres que tu cena termine accidentalmente envenenada— dije dándole un puño en el hombro, me puse de pie y fui a la cocina, a los segundos Alex estaba a mi lado, observando lo que hacía, mordiéndose la lengua para no reírse.

Yo servía la cena aun con el ceño fruncido, ignorando su presencia.

—¡Gema! — chilló cuando cayó en cuenta de que no le haría caso —No te enojes conmigo, vamos, prometo no volver a molestarte con eso — me volví a verlo esperando a que dijera algo más —Okay, okay. Haré algo para resarcirme, aun no sé qué, pero lo haré—cogió su plato con aire de suficiencia y se fue al comedor.

* * *

Al día siguiente, me levanté temprano decidida a ir a visitar algunos apartamentos que aparecían en los clasificados. Así que después de una larga ducha me vestí y bajé a hacer el desayuno.

—¡Hey! Buen día Gema— dijo Alex entrando a la cocina muy animado. Iba vestido con un impecable uniforme azul marino que le iba de maravillas.

La discusión de la noche anterior había quedado solucionada por las tonterías que Alex hacía para que yo me riera.

—Hola ¿Quieres desayunar? — pregunté concentrada en las tostadas que hacía.

—Vale, huele delicioso, pero date prisa, tengo que ir al hospital.

—Salen tostadas para el señor doctor— vociferé y Alex rió.

Veinte minutos después, nos encontrábamos de camino a uno de los departamentos. Habíamos compartido el taxi, aunque Alex iría a su trabajo y yo me quedaría en el centro.

—¿Segura que quieres irte del piso? — me preguntó Alex cuando el auto avanzaba. Había estado tratando de hacerme desistir de mudarme.

—Si— contesté con tono aburrido rodeando los ojos.

Bésame o Mátame.Where stories live. Discover now