Capítulo 5

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Al día siguiente Adele despertó desorientada. Vio a su alrededor y se asustó de no saber en dónde estaba. No estaba en su casa, ni tampoco en la sala de sus abuelos. Le dieron ganas de llorar del susto. Buscó por toda la cama a su osito y lo encontró justo detrás de ella sobre una de las dos almohadas que había en la gran cama. Gateó hasta él y lo abrazó con fuerza. Reprimió sus sollozos y bajó de la cama, sintiendo el frío suelo bajo sus descalzos pies recorrió la habitación. Había tres puertas cerradas. Se mordió el labio inferior intentando escoger una de las puertas. Decidió irse por la de la derecha... tomó la perilla y al abrirla vio un baño, más grande que el baño de su casa. De repente le dieron ganas de hacer pipí pero decidió esperar a averiguar dónde estaba. Salió del baño y se fue por la siguiente puerta. En cuanto tocó la perilla ésta empezó a moverse. Adele soltó un pequeño grito de susto y corrió hasta la cama. Con oso en mano subió rápidamente y se escondió bajo las sábanas.
—Adele...—dijo Doren entrando—. Ven a desayun...—vio que Adele se movía bajo las sábanas—. ¿Adele? ¿Qué haces pequeña?
Adele al escuchar la voz de Doren sintió un gran alivio. Se quitó las sábanas de encima y la vio.
—Buen día... ¿dormiste bien?—Doren sabía que era una tonta pregunta. Ella no había dormido ni un poco en toda la noche, y dudaba que pudiera dormir de nuevo. Lo único que venía a su mente al cerrar los ojos era su hija. Se la imaginaba en la calle, sin vida... Prefirió dejar de pensar en eso y centró su atención en Adele de nuevo.
Adele solo asintió con timidez.
—Que bien... bueno, ven a desayunar. Hoy tenemos muchas cosas que hacer.
Doren extendió la mano y Adele se le quedó viendo por un buen rato hasta que bajó de la cama y con la mano que no sostenía a su oso tomó la de Doren.

Durante el desayuno Adele casi ni tocó la comida, al igual que Doren. Era un plato de fruta con yogurt. Adele no estaba acostumbrada a comer eso y no le apetecía. Doren seguía en depresión así que su apetito se había esfumado.
—Doren...—susurró Howard—. Come algo—le tomó la mano. Doren levantó la vista y lo vio a los ojos.
Con una sonrisa extremadamente triste Doren le devolvió el apretón, tomó un pedazo de manzana y puso su plato a un lado. Adele al ver esa acción hizo lo mismo.
—¿No te gusta la fruta con yogurt?—le dijo Doren.
Adele negó.
—¿La has probado?
Adele volvió a negar viéndolos a ambos.
—¿Puedo ir al baño?—dijo Adele en un susurro.
—Claro cariño.
Adele salió corriendo hacia el baño.
—¿Crees que sea así de tímida siempre?—le dijo Doren a Howard.
—No lo creo... Está afectada por la noticia. Además compréndela, nunca la habíamos visto, no nos conocía, y ahora vive con nosotros. Somos unos completos extraños para ella que está acostumbrada a estar todo el tiempo con su madre.
Esa última frase hizo que Doren soltara un sollozo.
—No quiero ir Howard, en serio no quiero... yo no...
—¿Y qué quieres que hagamos entonces? Tenemos que ir. Era nuestra...
—Es nuestra hija, es. Siempre lo será Howard—dijo Doren limpiándose las lágrimas al ver que Adele se acercaba a ellos—. ¿Segura que no quieres probar la fruta Adele?
Adele vio el plato de fruta y casi pudo escuchar sus tripas rugir pero no sabía si comerlo o no. Deseaba que su madre estuviera con ella, para decirle si podía o no comer eso. Volteó a ver a Doren, pudo ver lágrimas en sus ojos. Después volteó a ver a Howard, con su ceño fruncido igual que el día anterior. Ambos la veían fijamente. Se sentía tan pequeña junto a ellos que de repente se aterró, se aferró a su oso y bajó la mirada.
—¿Adele?—Doren se acercó a ella, se puso a su altura y acarició su corto cabello—. No tienes que comerlo si no quieres ¿okay? Tranquila. No somos malas personas, somos tus abuelos y te queremos mucho pequeña.
Adele asintió. Levantó la vista y, tomando por sorpresa a Doren, la abrazó con su poca fuerza. Eso conmovió a Doren hasta las lágrimas, volteó a ver a Howard y pudo ver que su esposo, el hombre serio y "fuerte", tenía lágrimas en los ojos. Doren sentía que estaba abrazando a su hija cuando era una niña, Adele casi no se parecía a Penny, de hecho era idéntica a su padre, pero tenía rasgos de Penny que no le pasaban desapercibidos.
Después de un buen rato Doren se separó un poco de Adele, la tomó de los hombros y la vio a los ojos.
—Vamos Adele... tenemos algo que hacer.

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