Capitulo 12

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ALEXANDER


Me levanto medio atontado. El celular está sonando. Aun con los ojos cerrados, contesto.

— ¿Diga? —Se me sale un gran bostezo.

—Oh cariño —se escucha la voz de mi tía en la otra línea—, ¿te he despertado?

—No, bueno, sí. Pero no importa, ¿qué pasa? —pregunto mientras camino hacia la cocina.

—Bueno, lo siento cielo, estoy en tu puerta. ¿Me abres? —Mi ceño se frunce levemente al escuchar varios golpes en la puerta.

—Voy. —Es lo único que digo antes de colgar y, prácticamente, correr hacia la puerta. Mi tía me dedica una gran sonrisa. Se la devuelvo y la hago pasar.

—Siéntete como en tu casa, tía —me mira confundida, sonrío—. Iré a bañarme. — Asiente, yo me encamino hasta mi habitación y me meto en el baño.

Abro el grifo de la ducha y espero a que se caliente un poco. Mientras espero, cepillo mis dientes. Cuando he acabado y el agua está en su punto exacto, entro debajo de ella y espero a que el agua tibia relaje mis músculos.

Eso me recuerda que tengo que darme una vuelta por el gimnasio. Tengo varios días que no voy, ya que llego cansado del trabajo. Pero como decidí darme unas vacaciones, tendré suficiente tiempo.

Cuando termino de bañarme, coloco una toalla alrededor de mi cintura y salgo. Camino hacia el armario y busco unos bóxer Calvin Klein. Me los pongo y busco uno de mis trajes. Me coloco uno de dos piezas negro.

Después de unos minutos, estoy listo para un día laborable.

Abandono la habitación y salgo en busca de mi tía. No la consigo en el living, así que supongo que está en la cocina. Camino hacia allá y la encuentro cocinando algo en la estufa.

— ¡Dios! ¿Que estas cocinando, Tía? —ella se gira, sonríe en mi dirección y sigue en lo suyo—. Huele delicioso.

— ¡Ay Cariño, no seas exagerado! —Rio—. Solo son panqueques con huevos y beicon. ¡Ah, y un buen café negro! Como a ti te gusta.

—Hum... Nada mejor que un buen desayuno y una agradable compañía para iniciar el día. —Mi tía deja un plato con lo que ha preparado, frente a mí.

—Ay sobrinito, tu siempre con tus halagos. —Se sienta frente a mí—. ¿Café? —Asiento—. Ten. —Me tiende una taza de café. La agarro y le doy un sorbo. Mmm... Esta rico. Son en estos momentos en lo que me preguntó ¿qué sería de mí, si mi tía no hubiera estado conmigo en los momentos más difíciles de mi vida? Pues no lo sé, la verdad. Sólo sé que siempre le estaré agradecido por lo que hizo.

—Te los mereces, tía. —Digo, mientras termino mi desayuno—. ¿Qué harás en la tarde? —Le pregunto. Se levanta, agarra mi plato y el de ella y los lleva al fregadero. Se encoje de hombros.

—No lo sé. ¿Porque? ¿Qué tienes en mente? —Pregunta.

—No sé, ¿qué dices de ir al centro comercial a por un helado? —Sugiero.

—Oh, bueno, está bien... No es mala idea. —Responde con una enorme sonrisa. Se la devuelvo, camino hasta ella y le doy un beso en la frente.

— ¿Te quedaras? —Asiente—. Bueno, hasta más tarde tía. Creo que llegare temprano. —Digo, para luego salir del departamento. Bajo en el ascensor hasta el estacionamiento y subo a mi coche con rumbo al consultorio.

Heridas del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora