Capitulo 6

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Muchas personas piensan que estoy loco. Muchos me preguntan qué porque quise ejercer esta carrera y la respuesta es tan simple que no se me hace difícil responderla. Me encanta hacer lo que hago. Amo ayudar a las personas que lo necesitan. Aquellas que necesitan a alguien con quien desahogarse. Alguien que haya pasado por una situación similar a la de muchos de ellos.

La mayor parte del tiempo me la paso trabajando. Ya no salgo como antes. Ni hago cosas que atraigan problemas. Los que decían ser mis amigos, me dejaron de tratar, y la otra pues, piensa que me he vuelto loco.

Pero no. No lo estoy. Estoy más cuerdo que nunca. Solo que le dedico la mayor parte de mi tiempo a mi trabajo. Pero bueno, estoy alardeando mucho sobre éste y ni siquiera les he dicho de qué se trata.

Soy Psicólogo. Mis especialidades son los problemas intrafamiliares y las violaciones.

Si, ustedes también creerán que porque tengo pinta de ser el típico bad boy. No puedo hacer bien mi trabajo. Bueno, ahí estarían juzgándome sin conocerme bien. Ya que ustedes no saben por qué soy lo que soy. Y no es por ser presumido, pero soy el mejor en lo que hago.

Les aré un breve resumen de porque decidí estudiar y ejercer la carrera de psicología. Hace, aproximadamente, tres años. Tuve un accidente automovilístico, en el cual iba acompañado por mis padres y mi hermano menor, Jasper. Todos murieron, excepto yo. A mí me tocó manejar. Iba algo cabreado ya que nos mudábamos a otra ciudad. Yo no estaba de acuerdo, ya que tenía mi vida hecha, si a eso se le podía llamar vida. Tenía amigos, una banda, era respetado y lo que menos quería dejar atrás era a Valery. Ella fue mi novia por casi dos años. Pero un mes antes del cambio de ciudad, me entere de que me engañaba con mi mejor amigo. 

Poco después del accidente, todo fue de mal en peor. Mi vida después de salir del hospital, no fue la misma. Empecé a ir a bares, corría en carreras ilegales, vendía drogas, robaba y todas esas cosas que ahora no quiero recordar. La única que me ayudo y me dio cobijo, fue mi tía Celeste. Estoy muy agradecido con ella. Y lo estaré hasta mi último aliento. Pero después de un año de ir al psicólogo, mejoré. Mi rehabilitación, según los exámenes, fue todo un éxito. El deseo que tenia de acabar con mi vida, había quedado atrás. Y así fue todo, por esa razón decidí volver a estudiar. Y al entrar a una de las mejores universidades del estado, agarre Psicología.

Y gracias a Dios, hoy puedo decir que esta profesión me encanta. El ayudar a las personas que lo necesitan me hace ver que así como lo hice yo, cualquiera puede salir de la oscuridad y encontrar la claridad.

* * *

Voy llegando a mi consultorio. Pero antes de entrar me detengo en la puerta. Esta es de metal dorado y en el centro, tiene una placa de aluminio con «A. J. McCarthy» impreso en letras doradas. Una sonrisa llena de orgullo aparece en mi rostro. Lo que daría porque mis padres y mi hermano vieran en lo que me he convertido. Entro y observo a Clara, mi secretaría, sentada detrás de su mesa de trabajo. Ella es bajita, pelinegra, con un buen cuerpo y unos ojos verde esmeralda. Es realmente hermosa, pero mi trato hacia ella, es solamente de amistad. Nos llevamos muy bien. Me acerco y la saludo.

—Buenos días, Clara —Sonríe. Eso mataría a cualquier hombre— ¿cómo amaneciste?

—Muy bien, Doctor —frunzo el ceño— ¿y usted?

—Muy bien. Pero estaría mejor, si mi secretaria dejara de llamarme doctor y empezara a tutearme —sonríe y yo igual—. Somos amigos ¿no?

—Está bien, doc... Alexander —corrige y yo asiento.

—Así está mejor —suspiro—, ¿cuantos pacientes tenemos hoy? —pregunto. Ella me mira y de inmediato se pone a buscar en el montón de papeles que tiene encima del escritorio.

—Bien, aquí están. En total son... —Pausa— Dos. Por hoy —murmura bajito. Sonrío negando con la cabeza. Ella se fija y sonríe inocente.

— ¿Quiénes son?

—Eh... —Revisa la hoja—. La joven Estefanía Renaldi y, Marcos Duarte —asiento conforme—. ¿Quieres el historial médico de ambos?

—Sí por favor —Asiente. Camino hacia mi despacho, pero me detengo en el camino—, ¿Podrías, por favor, traerme un café bien cargado?

—Claro, jefe, con mucho gusto. —Se levanta y agarra su bolso—. ¿Algo más? ¿Algún bocadillo?

—Lo qué sea. Pero qué no se te olvide mi café. —Asiente— Gracias, Clara. —Con eso entró al despacho y me siento detrás de mi escritorio. Reviso mi correo y veo que no hay ninguna novedad. Cierro la sesión y me pongo a revisar y firmar algunos papeles.

***

—Doctor, la señorita Renaldi ha llegado. ¿La hago pasar? —me informa Clara con su típica voz profesional.

—Sí, hazla pasar —asiente y se marcha. Al poco rato, tocan a la puerta. Pronuncio un «Adelante». La puerta es abierta y entra una adolescente de unos 15 o 16 años. Termina de entrar y cierra la puerta detrás de ella. Le señalo uno de mis sillones en forma de "S" para que tome asiento y ella lo hace.

—Un gusto conocerla, Señorita Renaldi —Hablo. Ella me mira embelesada. ¡Por dios! Me está desnudando con la mirada. En otra ocasión fuera sido aprovechada la situación. Pero no es el lugar, ni el momento. Además, es una niña—. Cuéntame, ¿porque estás aquí?

—B-bueno, y-yo... Yo tengo problemas s-suicidas —dice tartamudeando. Asiento.

— ¿Suicidas? —Pregunto interesado. Tengo que lograr que hable, así es el único modo en que pueda ayudarle—. ¿Me podrías contar desde cuándo comenzó todo? El principio.

—Bueno, todo comenzó desde que... —Duda al hablar. Bien, empiezo a tomar nota. Es un tanto desconfiada al momento de expresarse.

— ¿Que te sucede? Cuéntame —Digo, de la manera tan profesional como puedo, pero con suavidad—. Solo quiero ayudarte ¿vale? Para eso estoy aquí. Para ayudarte en todo lo que necesites.

—Bien —respira profundo—, hace más o menos un año, mis padres se divorciaron... —Después de eso, ella se expresó muy bien. Me di de cuenta que ella solo necesitaba a alguien que la escuchara. Sin acudir a los gritos, ni a los golpes. Ni mucho menos abusar sexualmente de ella. Lo digo, porque eso fue lo que me contó.

Cuando sus padres se divorciaron, quedó un acuerdo. En el cual, ella estaría una semana con su madre y la otra con su padre. Ese fue el supuesto "acuerdo". Pero en todo esto la más perjudicada ha sido ella. Ya que con su padre, el maltrato y la violación. Y con su madre, el rechazo y la indiferencia. Nunca le ha creído ni una sola palabra de lo que le dice.

Me contó todo lo que sufrió. Todo por lo que ha tenido que pasar. La escucho atentamente, pues para eso estoy, para brindarle apoyo a la gente que lo necesita.


—Y eso es todo, doc. —Dice, aún está sentada en el mismo sillón pero con varios pañuelos hecho bolita, en el suelo. Yo estoy en uno individual.

—Muy bien. Ya veo porque haces lo que estás haciendo. Es algo muy fuerte. —Y ella ha sido muy fuerte—. Perdóname, pero tu padre es un auténtico gilipollas —Digo no muy fuerte, ella sonríe—, es enserio, ¿porque no lo has denunciado? ¿Sabías que la violación y el maltrato es un delito muy grave? Y más si es hacia una menor de edad.

—Han habido momentos en los qué he querido hacerlo pero, me da miedo —murmura cabizbaja.

—Tranquila —suspira y asiente—, yo te ayudaré a superar todo eso ¿está bien?


* * *

Valla... Hoy ha sido un día, muy cansado. Y solo tuve dos pacientes. Los dos son unas grandes personas pero con problemas demasiado distintos. Pero yo aré todo lo posible por ayudarlos. A fin de cuentas, a eso es a lo que me dedico.

Heridas del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora