Capitulo 9

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Me levanto sobresaltada, asustada y sudada. Ya van dos veces seguidas que tengo la misma pesadilla. ¿Porqué? Si fue hace tanto tiempo.

Por eso, es que he cambiado mi personalidad poco a poco. Me convertí en una persona fría, desconfiada e insegura de sí misma. Antes cuando andaba en la calle; que me tocaba salir sola, siempre andaba asustada. Sentía que todos me querían hacer dañó. Por eso era que casi ni salía de mi habitación. ¿Qué si tenía miedo? Sí, demasiado. Mi vida nunca fue un cuento de hadas. Excepto con Lucas. Él es el único por el que sigo aquí. Si no, quien sabe dónde estaría.

Al cabo de un rato, más o menos, salgo de la cama y me dirijo a la cocina. Al pasar por el umbral de la cocina, caigo en la cuenta de que necesito unas vacaciones con urgencia. O algo que me ayude a despejarme y olvidar esas pesadillas. Desaparecer por un tiempo.

Veo a Lucas sentado en el mesón de la cocina. Cuando le paso por el lado, notó que tiene un envase de leche achocolatada en la mano. Pero que esta haciendo un esfuerzo casi inservible para meterle el pitillo. Me le quedo viendo un momento.

— ¿Te ayudo? —Le pregunto. Asiente. Después de meterle el pitillo al bendito cartón de la leche, se lo devuelvo. Con unas ganas realmente extrañas, me acerco y le doy un abrazo rápido. El da un pequeño salto en el banco, pero me lo devuelve enseguida— ¿Y mamá? —Pregunto soltándolo.

—Está en su habitación. No ha bajado. Y tengo hambre. —Hace un mohín y yo frunzo el ceño, pero le sonrió.

— ¿Quieres que te haga de comer? —El me mira como si le estuviera salvando la vida y asiente. Le digo que se ponga cómodo. Y me desplazo con agilidad por toda la cocina. Consigo harina y unos huevos. Aré unas arepas con revoltillo. Mientras amaso la masa para las arepas, comienzo una conversación con mi pequeño hermano.

—Lucas, ¿qué te parece tener unas vacaciones tú, yo y quizás mamá si se apunta? —Le pregunto, mientras cocinó las tortillas.

—Seria genial —Dice y sonríe—. Pero, ¿para dónde y cuándo?

—Bueno, todavía no es seguro. —Digo, sirviéndole el desayuno—. Me desperté con esa idea.

—Si es contigo, no me quedare aquí. —Es lo único que dice. Sonrió y asiento. Al cabo de un rato, termino de hacer el desayuno. Le sirvo y el empieza a comer gustoso.

Le digo a Lucas que me espere un momento y subo las escaleras, hasta llegar a la habitación de mi madre. Toco y ella me dice que entre. Paso y cierro la puerta detrás de mí. Mi madre esta tumbada boca arriba en su cama matrimonial. Coloco la bandeja en la mesita de noche.

—Buenos días. —Levanta la cara y me mira. Veo preocupación y disgusto en su rostro—. ¿Qué pasa, mamá?

—Nada hija, solo estoy un poco estresada. —Dice ella, restándole importancia. Frunzo el ceño—. Nada por lo que tengas que preocuparte. —Bien, Algo anda mal. Estoy segura.

—Mami, por favor —suspiro—, dime la verdad. Ya no soy una niña.

—Es qué... Tú padre —Ahora que le hizo ese hombre—, me pidió el divorcio. —Oh... Un golpe bajo para ella y la gloria para mí.

—Ah ya, yo pienso que es lo mejor que pudo haber echó. —Digo con indiferencia. Aunque por dentro estoy que grito de la emoción. Ella me da una mirada de desaprobación y dolor. ¿Qué? Le estoy diciendo lo que pienso.

—Pero si es tu padre del que hablamos. —Murmura con la voz rota—. ¿Porque eres así? Tan... — La corto, antes de que monte un espectáculo.

— ¿Tan qué? —digo con frialdad. Ella me mira atónita con lágrimas en los ojos—, ¿fría? ¿Insensible? ¿Porqué no me importa ni me interesa si él te deja o no? —Pregunto. Ella solo gimotea—. Pues te equívocas, madre. Estoy increíblemente feliz. Créeme. —Ella me mira con los ojos bien abiertos, aún con lágrimas en ellos.

—Alice, ¿Por qué dices eso? Es tu padre, ¡por Dios! —Chilla. Ruedo los ojos.

«Si mamá, es mi padre. Pero nunca le perdonaré lo que me hizo. Nunca» Pienso.

— ¿De verdad quieres saberlo mamá? —Asiente y me mira con una mirada de ¿Qué esperas para decirlo? —. Lo que ese señor, llamado "padre", me hizo, no tiene perdón...

—Pero dime, ¿Qué fue lo que te hizo? —La sangre empieza a dejar de circular por mi cuerpo. Mi garganta está seca. Mi vista se oscurece. Y tengo que usar toda mi fuerza de voluntad para no llorar. No quiero hablar de eso madre. No. Por favor. Pero algún día se tiene que enterar. Y creo que ese día es hoy.

—E-El me violó. —Y esas lágrimas que estaba reteniendo, salen a flote. Al fin. Al fin se lo he dicho—. Abusó de mí, madre. Mi padre abusó de mí.

Heridas del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora