Capítulo 3

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—"Las heridas morales tienen la particularidad de que se ocultan, pero no se cierran; siempre dolorosas, siempre prontas a sangrar cuando se les toca, quedan vivas y abiertas en el corazón." —recita Miss Donoban, la profesora de literatura. La oigo atentamente, pues esta frase es de uno de mis libros favoritos; «El Conde de Montecristo»—. ¿Quien se sabe otra de las frases que más se conocen de este maravilloso libro? —Pregunta. Pero ninguno de mis compañeros habla. Yo suelto un suspiro cansado y ruedo los ojos.

"Siempre habrá labios que digan una cosa, mientras el corazón piensa otra." —digo, mientras miro por la ventana. Toda el aula se sume en un silencio incómodo. Pestañeo y miro a mi alrededor. Frunzo el ceño, ya que la profesora y los demás me están mirando asombrados—. Pueden tomar una foto, si quieren, les durará más. —Digo irritada.

—Muy bien —dice la Miss, evadiendo mi sarcasmo—, ¿nadie más? —todos niegan—. Bien... Excelente. La señorita Scott fue la única en contestar, así que ella será la única en elegir a su acompañante.

— ¿Acompañante? —pregunto frunciendo el ceño, la Miss asiente—. Acompañante ¿Para qué?

—No presto mucha atención a la clase ¿verdad? —niego lentamente—. Mandé a que hicieran un trabajo. En grupo de dos. Para la próxima clase. —No escuche nada de eso. Toda la clase paso tan rápido, que no me di de cuenta. Abro mi boca para decirle que no quiero tener un o una compañera. Que sola lo haré mejor. Pero soy interrumpida por el estúpido timbre. Ya es hora de ir a casa. Literatura es mi última clase por hoy. Recojo mis cosas y me levanto de mi mesa. Cuando estoy por llegar a la puerta, la Miss me llama.

—Señorita Scott, ¿me haría el favor?

—Si no hay de otra. —digo seca y camino hacia ella—. ¿Qué quiere, Miss?

—Bueno, solo quería saber, si le sucedía algo —frunzo el ceño—, te he estado observando en toda la clase, y... Parecía, como, si no estuvieras aquí...

—Usted me va a disculpar, Miss —hablo lo más claro posible—. Pero ¿a usted que le importa lo que yo haga?

—Bueno, es que yo... —Titubea.

— Usted nada —murmuro algo fuerte, la Miss da un pequeño brinquito en su silla—. Usted, no es nadie para meterse en mi vida ¿me oyó? Nadie. Así que le agradecería que me dejara en paz. Solo preocúpese de dar bien su clase, de nada más. — Y con eso doy por terminada la pequeña "charla". Me doy la vuelta y camino, más bien troto, hacia la puerta. Salgo sin mirar atrás. Estoy cansada de que la gente se esté metiendo en mi vida. ¡Joder! No es problema de nadie.

Sólo quiero ir a casa y acurrucarme en mi cama. Dormir y olvidarme de todo, por hoy. Solo eso. Llamo a mi madre para que me pase buscando. Ya que a esta hora, sale de su trabajo. Después de varios repiques, contesta.

Hola cariño ¿ya saliste? —Pregunta al contestar.

—Sí, estoy en el estacionamiento. —digo y suspiro.

Vale, ya voy para allá. —al oír eso, cuelgo y guardo el celular.

—Muy bien, ¿Que sucedió? —pregunta mi madre una vez entro al auto

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—Muy bien, ¿Que sucedió? —pregunta mi madre una vez entro al auto. Bufo y miro por la ventana. Eso es lo único que me molesta de ella. Todo quiere saber. Pero a eso es a lo que se dedican las madres ¿no? 

—Nada mama, no pasó nada. —digo simple, ella suspira.

— ¿Como que nada? —La miro y veo que sus nudillos están blancos de lo fuerte que está apretando el volante ¿Qué le pasa?—. Algo te debió de haber pasado, así que dime. No creo que estés tan tensa por nada.

—Ya te dije mamá, nada, no me pasa nada. —murmuro, mientras ella mete el coche al garaje. Intento abrir la puerta para salir he irme a mi habitación de una buena vez. Pero mi madre me coge del brazo antes de que pueda hacer otra cosa. Frunzo el ceño.

—Alice, por favor... —Insiste.

—Mama, —chillo—, ya te dije que no me pasó nada —digo, alzando un poco la voz—. ¿No entiendes? Déjame en paz. —finalizo, soltándome de su agarre y corriendo hasta adentrarme en la casa. Sé que he sido muy dura con ella, pero es que no me gusta que se metan en mi vida. Aun no sé si debo contarle toda la verdad o callármela para siempre. Subo hasta mi habitación y cierro de un portazo. Necesito estar sola.

Escucho unos leves golpes en la puerta y me siento rápidamente en la orilla de la cama

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Escucho unos leves golpes en la puerta y me siento rápidamente en la orilla de la cama. Los golpes siguen hasta que de repente cesan. Suelto todo el aire que he estado reteniendo y relajo un poco mis hombros.

Me levanto y me acerco a la puerta en completo silencio. La abro lentamente y me encuentro con un pequeño cuerpo hecho un ovillo en el suelo.

—Oye campeón ¿qué haces aquí? —mi hermanito esta con su pijama y su oso de peluche favorito. Lo levanto y el me mira con los ojos llorosos. Me alarmo de inmediato ¿y si le hizo lo mismo a él también? No, es muy pequeño. Desgraciado. Lo matare con mis propias manos si me entero que le ha tocado aunque sea un pelo—. Contéstame Luca.

—Es qué, tuve una pesadilla muy fea —suspiro, solo fue una pesadilla. Sonrío.

—Bueno, ¿quieres dormir conmigo? —el asiente, le agarro una de sus pequeñas manos y lo meto a mi habitación. Ya adentro, cierro la puerta con seguro y camino hacía la cama. Mi hermano ya está con la colcha puesta, sonrío y me acuesto a su lado.

—Ali... —susurra.

—Si cariño. —digo, mientras le acaricio el cabello, el bosteza y yo sonrío.

— ¿Porque no vamos mañana a la playa? —pregunta. Dejo de acariciarle el cabello y me quedo pensativa. ¿La playa? ¿Porque se le ha ocurrido eso? Mañana no tengo que ir a clases, ya que es feriado, pero quería quedarme encerrada en mi habitación todo el día. Aunque la verdad, no es una mala idea pasar todo el día con mi enano favorito.

—Mm, sí. Es una buena idea. Pasaremos un día maravilloso, tu y yo hermanito.

—Si lo sé. —dice alegre—. Ahora duérmete Ali, porque tú eres la que manejarás.

—Ni modo bobito, tú no puedes manejar todavía.

—Claro que si puedo, solo qué si lo hago, lo estrellaría contra un poste de luz o que se yo. Pero de manejar, manejo. —exclama con arrogancia, yo solo río.

—Está bien, señor yopuedomanejarperoloestrellaria. —Digo burlona y el ríe—. Ahora a dormir. Que mañana nos espera un gran día. —Asiente y cierra sus lindos ojitos café. Sonrío y le doy un pequeño beso en la frente. Al instante mis ojos pesan y caigo en un profundo sueño.

Heridas del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora