Corte infernal

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-Qué... -susurré al borde del llanto. Temblaba de forma inhumana y sin verlo venir, a mis piernas se le fue la fuerza, se desconectaron de mi cerebro y de rodillas caí al piso. Me agarré la cabeza y llorando sin esfuerzos, me repetía lo estúpida que era, lo imbécil que fui al no darme cuenta de que dije el conjuro en voz alta. Una y otra vez. Procedí a darme golpes en la frente con la palma de mi mano, desesperada, desolada. Y no tenía a nadie que me cuidara, que me tranquilizara, que me secara las lágrimas como mamá lo hacía...
Así estuve por un rato; luego, de un momento a otro, levanté la mirada como si alguien me llamara, y repentinamente cesó el llanto.
Volví a sentir la mirada que me acechaba la otra noche, y a los segundos, el conjunto de abejas sonaba en mis oídos como lejano, como si estuviera viniendo hacia a mí. Como si viniera por mí. Pero no sentí miedo, tenía tanta rabia conmigo misma que estaba dispuesta a pelear con lo que se me estaba por enfrentar, le iba a dar pelea. Aunque sea el principe del infierno, aunque sea el mismo satanás...
-No seas estúpida, Melany. -dijo una voz horrible, de ultratumba, profunda, que estremeció cada uno de mis huesos y articulaciones. Para continuar, se rió burlescamente. Al parecer escuchó lo que pensé.
Los locutores con voz grave no son nada comparado a lo que acababa de escuchar. Era algo espeluznante, si hasta dejaba un eco recorriendo mi cabeza y en toda la casa. temblé al instante, pero aún así me puse de pié, a punto de llorar hasta deshacerme, pero con expresión firme.
-Qué le hiciste a mi madre. -apreté bravamente mis puños y mi mandíbula, mientras una lágrima se deslizaba por mi mejilla izquierda.
-Qué le hiciste tú a tu madre, querrás decir. -dijo la cosa que a todo esto aún no entraba a mi habitación, pero se aproximaba escalofriantemente lento y no quería ni dimensionar su forma, pero lo hacía, y estaba preparada para pelear.
-Yo-yo no quise. -tartamudeé y él rió con la garganta. -Y debes saberlo muy bien. -continué a punto de desmayarme.
-Eres tan torpe que me da vergüenza mirarte, hablarte. -dijo serio. -Seguro el hijo de puta de Dios te espera con ansias. Tienes una cara asquerosamente hermosa.
-¡Cállate! -me atreví a decir. Y eso, finalmente se decidió aparecer, a cruzar el umbral de mi puerta. Los zumbidos se hacían tan fuertes como la presencia del ente que estaba por ver.
Su expresión era de falsa ofensa, burlesca, oscura... horrible. Su negro cuerpo consistía en cabeza que sobresalía como un hocico de animal, contenía unos cachos como en crecimiento, ojos reptilianos color amarillo fuerte, luminosos, unos brazos que terminaban en unas horribles manos con garras amarillentas tan largas que se estaban enroscando, tan afiladas que en las puntas tenían manchas de sangre. Y luego venía su abdomen esbelto al aire, terminaba en unas extremidades que solo llegaban hasta las rodillas, lo demás era una nebulosa negrísima y vaporosa, flotaba sobre el suelo. Tenía dentadura amarillenta y los dientes más afilados que vi en mi vida, era horrible.
-¿Sabías que con tan solo mirarme se te podría haber podrido la piel y tu ojos se hubieran salido de sus cuencas hasta caer al piso? No me hagas enojar, no seas ridícula, niña. -gruñó con desagrado. Cada vez que él hablaba sentía que iba a morir con un tronar de huesos de sus horribles manos.
Y las abejas callaron.
-No te haré nada porque prefiero presentarme.
-Quién mierda eres. -dije manteniéndome con todas mis fuerzas de pié, rogando por tener bien todos mis signos vitales y no morir con lo que me acaba de decir.
Rió.
-Querida, yo soy Belial. Unos de los reyes de la corte infernal. Es un desagrado estar aquí gastando mi preciado tiempo, -dijo arrogantemente, me empecé a tranquilizar, pero no por mucho, no dejaba de temblar. -pues te advertí que la ibas a cagar y no entendiste las indirectas.
-¿Eras tú el del ruido de abejas? -pregunté tensa, al parecer soltó un hechizo que hacia quedarme estática, el maldito tiene mucho poder. Rodó sus amarillentos y luminosos ojos.
-Sí, y son lloriqueos de advertencia de las almas de bebés que me llevé alguna vez. -dijo agitando su mano derecha en señal de "no importa de quienes son las insignificantes almas". Quedé estupefacta.
-¿Me enviaste a bebes llorones para que me dijeran que la iba a cagar? -le pregunté fríamente. Él rió, y al parecer me soltó del hechizo; no dije nada al respecto.
-Bien, solo porque fuiste insensible con eso de las almas, te voy a decir que hacer, niña. La mayoría se asusta hasta mearse con eso. -asentí enérgicamente, escuchando con atención. -Tu madre se encuentra en la casa menos habitada de este sector de la ciudad. Es el más perfecto lugar donde el mismo Satán visita de vez en cuando. ¿Has escuchado hablar de esa casa? -abrí la boca para decir que sí, pero Belial no me dejó ni comenzar. -No me interesa, tú estúpida madre está ahí. Pero ten cuidado, -dijo flotando sobre mi pieza observando todo con cierto desagrado, diría que hasta asco. Hasta que vio mis libros, alzó las cejas o eso creo. -la casa es peligrosa, Satanás la usa de residuo para que nadie se acerque. Ya me entenderás cuando digo que me refiero a residuos... -paró de hablar y estiró su brazo en dirección al suelo, para recoger el libro que contenía el hechizo maricón que se llevó a mi mamá. Este voló encajando perfectamente en su grotesca mano.
-Bien, entien...
-Shh, calla, estúpida. -me interrumpió nuevamente alzando su mano desocupada y yo callé, a punto de llorar. Belial estaba leyendo su propio conjuro, y suspiró (se escuchó como cuando un toro lo hace) negando con la cabeza. -tantos millones de años y la gente sigue nombrando este estúpido conjuro... -dijo sin despegar los ojos del libro. -de todos modos las madres no sirven, aman demasiado. -dijo con desagrado, como el Grinch.
-Bueno, ya te di una solución, te esperarán varias sorpresas, espero que sepas defenderte, entrar por la puerta de esa casa ya sería estar en la historia del universo más bien bíblico u oscuro. -dijo dando la media vuelta. -Púdrete.
Se despidió y desapareció.
Fue el encuentro más extraño de mi vida. Le doy gracias a Satán, en este caso a él, por no dejar que Belial me haya matado y descuartizado sin siquiera tocarme.
No quise darle más vueltas al asunto para no mearme encima y comencé a arreglar mis cosas para ir a esa casa, en busca de mi mamá.
Me podía imaginar lo que me esperaba en esa casa, pero no tenía idea de lo que habrá o como será.
Leggins, lo más cómodo posible, no me podía preocupar por como verme, ni siquiera me di el tiempo de pensarlo, porque me puse lo primero que vi. Eché el libro a una mochila acompañado de toda mi fé y valentía, que no sé de dónde la saqué, pero la necesitaba demasiado.
Bien.
Hay una cosa que sé claramente: conocí a un rey de la corte infernal y eso no es poco; voy a ir a una casa embrujada que seguramente pertenece a Satanás, el mismísimo diablo. ¿Será que esto me hará parte del infierno?

Del infierno y otros escenarios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora