Hormonas.

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A duras penas habíamos agarrado un vehículo para que nos llevara a casa; la magia que generaba Nathan en mí estaba dejando de funcionar al cien porque supuse que como era tanto el rato esforzándose en mantenerme sana y despierta, quizá le quitaba su vitalidad a medida que mi situación empeoraba.
-No. Pasa que tampoco he comido, si hay hambre, me falta fuerza. Al igual que los humanos. -dijo leyéndome el pensamiento.
-A-acabas de...
-Sí. Soy un ser del infierno. En mi sangre corre pureza también, magia. Puedo leer tus pensamientos. Luego podré hacer muchas cosas más, solo depende de mi padre. -dijo con naturalidad mientras miraba nuestras manos entrelazadas, las cuales separaba nuestros cuerpos en el asiento trasero del taxi. El conductor miró por el retrovisor frunciendo el ceño con un poco de quemierdalajuventud en sus ojos.
-Bien, y ahora te crees el vampiro de Crepúsculo. -dije evadiendo cualquier frase que haga notar mi sorpresa, pero fue en vano porque a pesar que me empezaba a sentir descompuesta, mis ojos estaban como platos de lo anonadada. Él reprimió una sonrisa apretando sus labios en una línea y no dijo nada hasta que el taxi nos dejó afuera de mi casa.

En el momento que me di cuenta que no podía soltar su mano para sacarme la mochila de mi espalda y extraer las llaves de mi casa, él lo adivinó con esa mística magia de mierda sobre leer mi mente (que ya había comenzado a molestarme), abrió la puerta solo con empujarla. No me sorprendí y lo llevé adentro; tenía muy presente que si lo soltaba podía yo caer en coma o algo (no bromeo esta vez). Así es que lo llevé a mi cueva-habitación.
-Aquí es cuando me sueltas. -dije ya en la habitación, relajando los músculos de la mano que estaba entrelazada con la de él a punto de soltarla, pero él no me permitió completar la acción.
-Estás loca, mujer. No porque estés en tu casa ya estarás bien de la nada. Tengo que darte algo.
Rodeé los ojos, me gustaba andar de su mano, me gustaba el contacto con él y no me gustaría soltarlo jamás, pero siento que de a poco mi energía se va y es porque él está perdiendo energía también. Le estoy quitando energía a un ser divino. Divino divino no, pero para mí lo es.
Entonces hizo que me sentara a los pies de la cama y él me copió la acción. Acomodándose en su puesto, quedando frente a frente, comenzó a examinar mi cara, sus ojos de color miel se posaban en los míos y luego en mis labios por unos buenos segundos. Seguía sus ojos atenta, con el corazón nervioso por ordenarle a mi cerebro hacer una locura de esas que llevan mi nombre estampado. A pesar de que tenía la mandíbula apretada, sus labios estaban separados y de verdad que estaban super deseables, sabía que en cualquier momento uno de los dos iba a besar con desesperación al otro, lo sentía en la atmósfera que nos envolvía, estaba tan nerviosa que no me di cuenta cuando había dejado de respirar, lo que hizo que respirara más agitado. Mojé mis labios, y cuando sentí su primer movimiento, pensé que su mano iba directamente a mi cadera, a atraerme hacia él o algo, estaba tan desesperada que hasta yo le hubiera puesto sus manos a apretar mi caderas, pero no. Él levantó su brazo y llevó su dedo a mi frente, lo miré atenta y alerta a los ojos, cual bebé que le ve la teta a su madre para ser alimentado.
Nathan deslizó su dedo lentamente en línea vertical, bajando por mi nariz hasta llegar a mis labios, los cuales se soltaron y se separaron; me contuve, tu dedo terminó en mi mentón y juntó su frente con la mía, quedé inmóvil inmediatamente. Inhalé con fuerza, pero aguanté el suspiro por su bien. No me lavaba los dientes hace un día y medio y no quería matar al hijo del Dios del Inframundo.
Nuestros labios estaban a solo dos centímetros de distancia o menos, la electricidad era dueña de nuestros cuerpos, y cuando me sentí lista para enfrentar sus labios, él levantó mi mentón con la misma delicadeza y el mismo dedo con el que deslizó por mi cara, y finalmente pasó. Nos besamos y fue la sensación más exquisita que puede pasar por la cabeza de un ser humano. Y por el calzón de una mujer, por supuesto. A esas alturas no me importó el olor de mi aliento (espero no haya sido horrible), solo pensaba lo emocionante del momento, lo bien que coincidíamos fisicamente, como sus manos amoldaban mi cintura y las mías su mandíbula, brazos y espalda, no podía parar, no quería parar, pero cono todo lo bueno se acaba, él se separó en busca de aire, satisfecho, con mucho autocontrol -el que yo no tengo- y sobretodo con una sonrisa torcida, lo mas satisfactorio que vi en mi vida.
Suspiré y bajé la mirada sonriendo como si me hubieran dado la mejor noticia del mundo; acomodé con las dos manos a la vez el pelo detrás de mis orejas.
-Vas a querer dormir después de eso... -dijo bajito y con voz ronca. Fue muy sexy. Y yo lentamente sentía que el sueño me invadía y los párpados me pesaban más de lo normal.
-¿De qué hablas? -dije cerrando los ojos y yéndome en lo oscuro y profundo  que es el sueño. Y todo tenía sentido. Ya no teníamos contacto físico y supongo que el beso descontrolado fue lo que hizo que el golpe de volver a mi estado real fuera menos doloroso.
O quizá quiso asesinarme, usarme, besarme, dormirme y violarme onda necrofilia, y la verdad nunca jamás volver a despertar. Al fin y al cabo es el hijo del diablo, todo tiene su precio, ¿no? No. Pero es que a los del infierno no hay que creerle ni cuando dicen la verdad.
Cuando desperté estaba acostada semi desnuda en mi cama, mi pieza, en mi casa. Me tranquilicé por un momento. Seguro Nathan me quitó lo que traía y me dejó en calzones. Espero que el cabrón no me haya echo nada, porque mi encanto por él se iría en picada. Listo, revisé si estaba entera, si mi vagina no había sido ultrajada o alguna de mis extremidades, cuando me di cuenta que todo estaba en orden, busqué mi celular, el cual no sabía donde conchas estaba porque solo pensaba que el beso no fue un sueño y me convencía de ello.
Nathan entró por la puerta como si lo hubiera hecho cientos de veces, lo quedé mirando como un conejo encandilado a punto de ser atropellado, y cuando me miró con un brillo instantáneo en sus ojos.
-Al fin, mujer. -me dedicó una sonrisa de alivio y al mismo tiempo rodando los ojos, esos que tuve a milímetros de los míos.
-¿Cu-cuanto... -un bostezo interrumpió el comienzo de mi interrogatorio. Aproveché de estirarme. -... estuve dormida? -lo volví a mirar como si no me hubiera estirado exageradamente.
-Dos días. Ya pensé que habías muerto con el beso que te di. -dijo acercándose a mí.
Reí.
Mhh, Al parecer no fue un sueño.
-Eres un estúpido, como si besaras tan bien. -mentí y se le escapó una carcajada.
-Sí, claro. Esa ni tú misma te la crees. -dijo tan vanidoso y irresistible a la vez. Sonreí dándome por vencida y después de un intercambio cursi de miradas, me puse seria.
-Cuéntame lo de mi mamá.
-Aún no, tienes que bañarte. -dijo abriendo las frazadas de la cama, no le importó que estuviese en ropa interior. Y a mi tampoco, no sé porqué. No sé porqué me inspira tanta confianza si ni siquiera es tan humano. Es hijo de Satanás. -Estás bastante sucia y ¡AHG! ¡QUE MAL OLOR! -gritó escandalizado y obviamente mintiendo, lo sé por la sonrisa burlesca que me regaló luego de eso. Luego me toma en sus brazos y me lleva inmediatamente al baño de mi pieza, el cual ya tenía listo.
-Eres un animal, ¿lo sabías? -dije golpeando su brazo cuando sin mi consentimiento me estaba cargando a la bañera espumante; el vapor se notaba salir del agua. -¿Por qué no dejaste que caminara?
-¿Quieres ganarte un esguince gratuito? Estuviste tres días postrada, tocas el suelo y de desplomas en seguida, tonta.
-Ya, pero necesito desnudarme para entrar a la tina, tienes que salir. -me miró como si no entendiera mi lenguaje.
-Está bien. -suelta luego de un rato. -Me gritas cuando estés lista. Dice bajándome con cuidado para no caer.
-Yo te grito cuando esté lista, Nathan. -dije confundida, ¿por qué tanto cuidado?
-Porque tienes que pelear. -dijo y se fue rápidamente, despreocupado.
-¡Deja de hacer eso! -dije harta de que lea mi mente. Se aprovecha de su poder. Ni que fuera político o policía.

Cuando estaba lista, aproveché de aprender a caminar de nuevo, me tomó como una hora hacer todo eso, pero ya me sentía lista. Salí del baño y quise ponerme lo más facil hablando de ropa. Elegí un vestido negro que me quedaba suelto, era manga larga y tenía un escote en forma de circulo debajo de la costura del cuello, que daba a conocer mi pecho sin mostrar absolutamente nada, solo el peincipio del camino que separa mis bubies. Llamé a Nathan y apareció en menos de treinta segundos en la puerta, me miró y se puso a reír.
-Es como Merlina de los Locos Adams. De verdad te tomas el papel en serio. -dijo burlándose. Y me sentí estúpida porque juro que no me había dado cuenta que el vestido era medio darks medio Merlina Addams.
Mi boca se había convertido en una O y mis ojos se llenaron de rabia en segundos. Me di vuelta buscando lo primero que tenía a mi alrededor y agarré la almohada de mi cama, se la tiré en la cara con todas mis fuerzas. Pero como era de esperarse, la esquivó. Entonces le tiré dos, tres; y él se reía con todo el cuerpo, ¡se reía de mi enojo por él!
-¿POR QUÉ TE RIÉS, ESTÚPIDO? -dije lanzándole una de las últimas almohadas que habían en mi cama y en el suelo. Le llegó en el pecho y empezó a caminar hacia a mi, mientras yo tenía lista mi arma de plumas para alejarlo.
-No puedo creer que te hayas enojado por eso.*
-Eres un imbécil, Nathan. -dije suavizando mi voz a medida que lo tenía más cerca, este tipo debe pensar que me tiene vuelta loca, es verdad pero admitírselo jamás.
Quería besarlo de nuevo, debía besarlo de nuevo.
-Eres un imbécil. -dije desconcentrada cuando ya lo tenía nuevamente a centímetros de mí. ¿Cómo puede tener tanta pinta de agresivo (y serlo) y que me desordene las hormonas tan violentamente?
Humedeció su labio inferior mirándome la boca y se acercó a mi oreja. Era tan irresistible este hombre.
-Debes comer.
Y tenía razón. Pero me sacó que no me haya besado, es un estúpido por dejarme así.
-Sí, tienes razón. -dejé la almohada en su pecho con un poquitín de disgusto y pasé por su lado para salir de la pieza e irme a la cocina a ver si había algo para comer o hacer. Pero me tomo el brazo con fuerza y hizo algo tan cliché que ojalá lo hiciera cada vez que me yo me enoje. Me besó y nuevamente fue lo más maravilloso que viví.

*Frase real que siempre me decía.

Del infierno y otros escenarios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora