El olor a tortitas volvía a inundar la cocina. Era reconfortante que la casa volviera a sentirse viva, llenándose de aromas, sonidos. No me gustaba cocinar solo para mí, no le encontraba el sentido. Pero, cuando aquella mañana me había despertado con la pequeña Emma a mi lado, recordándome que la noche pasada no había estado soñando, salí de la cama decidida a desempolvar mi talento culinario.
Había algo que tenían en común la Emma pequeña y la mayor: las dos acudían al olor de la comida recién hecha. Mi pequeña Emma apareció en la puerta de la cocina, asomando con temor la cabeza.
- Pasa y siéntate, Emma. He hecho tortitas.
La niña me hizo caso. Esta Emma era más obediente que la mayor. Puse un plato de tortitas de manzana frente a ella y otro para mí mientras me sentaba a su lado.
- ¿Las has hecho tú? – Preguntó sorprendida.
- Pues claro.
La observé mientras tomaba el primer bocado. Siempre he sabido que cocinaba bien, pero la mirada de Emma y su manera de lanzarse sobre el plato tras probarlas fue más de lo que esperaba.
- Tranquila, cielo, no te las van a quitar.
- Están muy buenas.
- Gracias.
Era fácil olvidar que aquella pequeña niña, de apariencia frágil e inocente, era la misma Emma Swan que debía odiar.
- ¿Vas a devolverme ya? – Se me partió el corazón al escuchar su trémula vocecilla.
Una parte de mí, quería poder asegurarle a la niña que iba a cuidarla, igual que hice con Henry. Había algo que, sin que ella lo supiera, nos unía. Las dos estábamos solas, habíamos sufrido y desconfiábamos de los demás. Si hubiera sido simplemente una niña perdida, si la huella de la magia no estuviera claramente impresa, hubiera podido crearme la ilusión de haber encontrado a alguien que aliviara el vació que se había incrustado en mi pecho.
Pero era Emma Swan, la misma Emma Swan que había nacido para destruirme, la misma que ahora vivía como una adulta y que, por tanto, debería volver a su tiempo tarde o temprano.
Qué podía contestarle, por tanto. Si aprendí algo con Henry y el asunto de la maldición es que los niños son más fuertes de lo que parecen y mucho más inteligentes de lo que los adultos les damos crédito.
- Emma, no sé si sabes cómo has llegado hasta aquí, pero este es un lugar muy especial. Aquí todavía existe la magia.
- ¿Magia? La magia no existe.
- Te puedo asegurar que sí. Aquí, al menos, sí. Sé que es un poco complicado porque no me conoces, pero te pido que confíes en mí. No voy a mentirte. No sé cuánto tiempo estarás aquí, porque este no es exactamente tu lugar, ¿lo entiendes? Pero te prometo que mientras estés aquí, cuidaré de ti... si quieres.
La pequeña Emma me miró muy seriamente, valorándome con la mirada. Eso sí que lo conocía, era la misma expresión que ponía su homónima mayor cuando estaba descifrando las mentiras.
- Te creo, Regina. Y lo entiendo. Pero está bien, me quedaré el tiempo que pueda.
Me sorprendió la rapidez con la que lo había aceptado todo y me pregunté si acaso ella sabía algo más de lo que me contaba, si había sido ella la que había usado su magia para transportarse o algo por el estilo. Pero era imposible, era demasiado pequeña y en el mundo exterior no existía la magia. Así que deseché la idea rápidamente.
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Mi Pequeña Emma (Original)
FanfictionUn deseo formulado en la más terrible soledad traerá una consecuencia inesperada. La pequeña Emma Swan, de 5 cinco años, aterriza en Storybrooke. Pero solo una persona es capaz de comprender realmente lo que la niña necesita, que alguien la quiera t...