Capítulo 5. El valiente caballero

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CAPÍTULO 5

La casa estaba llena de risas, de charlas, de pies moviéndose a todas partes, ah, y mis gritos.

- Henry, Emma, no corráis por la casa.

- Déjalos Regina, es imposible que los pares. – Y, por supuesto, estaba Emma Swan. – Esas deliciosas tortitas de manzana han sido un subidón de azúcar para ellos.

- Mmm, pues recuérdame que mañana les dé muesli para desayunar.

- No te atreverías.- Traté de no reír ante el miedo en sus ojos, pero fue la primera cosa de la Odiosa Emma que me recordó a mi Pequeña Emma. Porque me da igual lo que la magia, la genética o el sentido común dijeran, me resultaba altamente imposible pensar que aquel angelito que había dormido abrazada a mí y que había sido la primera persona en comprenderme y no juzgarme por mis actos, fuera la misma persona que, de mayor, me había quitado todo por lo que había luchado porque yo era "la villana".

- ¿Y por qué no?- Así que seguí jugando un poco con ella. Inevitable.

- Regina, un bocado a esas tortitas y era adicta. Si no haces más mañana, tendré un serio problema de abstención de tortitas.

- Siempre tan sutil, señorita Swan.

- Me conoces tan bien.

Nos quedamos en silencio por un momento, mirándonos, casi podría decirse, retándonos con la mirada. No sé qué intentaba ver la Sheriff en mis ojos, pero yo sí puedo decir que intentaba buscar en aquella mirada verde azulada los vestigios, al menos, de la niña que, en apenas dos días me había robado el corazón. Sin quererlo, pero sin poder evitarlo, de pronto, la mujer que había aprendido a detestar se presentaba ante mí como un ser humano y no solo como la figura del cuento destinada a destruirme.

No podía evitar pensar que aquella mujer, un día atrás, había sido la niña que se aferraba a mí en las noches. Y no podía evitar preguntarme qué destino había vivido mi pequeña en otro tiempo, cómo era ahora. ¿Seguía temiéndole Emma Swan a la oscuridad? ¿Encontró a alguien que le hiciera ver que sí era merecedora de amor? ¿Logró hallar una familia que la quisiera? Eran preguntas que nunca tendrían respuestas porque, obviamente, nunca le haría a la Salvadora, salvo la última. Sí que había encontrado una familia y lo había hecho robándome a mi hijo.

- Pues si no piensan parar de correr por mi casa – dije al fin, sin querer seguir con mi línea de pensamientos – propongo que los llevemos a algún lugar mejor para desgastar su energía.

- ¿Cómo qué?

- Hace un día precioso. ¿Por qué no vamos al parque?

- ¡¿Parque?! – Una pequeña niña rubia bajó corriendo las escaleras para aterrizar en mis brazos. – Sí, sí, sí Regina, vamos al parque, por favor. Nunca puedo ir al parque.

Henry se sumó a las súplicas y, de pronto, me vi rodeada de tres pares de ojos suplicantes.

- No es necesario que me miréis así, yo he propuesto la idea. Poneos las chaquetas. Nos vamos.

Apenas unos minutos después, nos encontrábamos en el parque del castillo. Recordaba cuando Henry y yo íbamos allí cada tarde, cuando era pequeño. Entonces éramos solo nosotros dos. Él jugaba solo y yo lo observaba con la preocupación de una madre. Creía que era feliz. No sabía lo que era ver a Henry jugando con otra niña, aunque él ya era mayor para aquellos juegos, no parecía importarle recordar viejos tiempos para alegrar a Emma. Se perseguían o se escondían.

Mi Pequeña Emma (Original)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora