Gabriela:
- ¿Entonces?
- Sí- respondí con una sonrisa mientras Ana gritaba y me abrazaba- no somos nada teóricamente pero...
- A la mierda la teoría, te lo pidió.
Creo que todas las personas de la calle se voltearon a mirarnos, pero a ella no pareció importarle espacialmente. Ana y yo habíamos quedado con Sam para comer, y el muy lento volvía a llegar tarde.
- ¿Contenta?
- Más de lo que podrías pensar. Aunque sea sábado quiero que llegue el lunes para poder verla otra vez.
- Tú céntrate en estudiar si no quieres que Chloe te mate.- medité la idea y tengo que decir que no me desagradó del todo la escena. Algo de lo que Ana se dió cuenta- Estás enferma.
Una flor apareció delante del rostro de la rubia. Era una rosa de plástico blanca, sus favoritas, algo que Sam sabía perfectamente. El chico sonreía a su espalda mientras me daba a mi otra. Obviamente a mi me la regaló para que su gesto de caballerosidad quedara un poco encubierto ante Ana.
- Dos rosas para mis bellas damas- alegó sentándose.- Aunque no sé si enfadarme contigo Gabi, me has vuelto a dejar solo.
- Sienta cabeza de una vez y no me eches a mi la culpa.
- Quizás vaya a hacerte compañía al grupo de los noviazgos- comentó Ana distraída. Lo cual captó la atención de ambos al instante.
- ¿Cómo?- la voz cortada de Sam fue lo único que se escuchó en la mesa mientras la rubia rodaba la rosa blanca sobre su mano.
- Tengo algo así como un admirador secreto.
Quise que la tierra me tragara. Conocía aquellas escenas, ocurrían cada vez que Sam se acostaba con alguien o Ana salía de fiesta conmigo y acababa en la misma situación. Las batallas de celos siempre me pillaban de por medio.
- ¿A... admirador?- La cara de mi amigo era un cuadro. Se le veía tan dolido que bien podría haberse puesto a llorar ahí mismo. Ana por su parte deshojaba tranquila el obsequio del chico.
- Sí. Lleva días poniéndome cartas en la taquilla.- Esta vez se giró para mirarme a mi- es un chico muy dulce, dice que un amigo suyo le estuvo hablando de mi y que quiere conocerme.
Conocía la cara de Ana cuando mentía. Sam también sabía de ese brillo que tenía en los ojos cuando decía algo que no era cierto. Por eso mismo sentí la puñalada en el corazón de Sam al ver que mi amiga no mentía. Había un chico que le estaba llamando la atención y ese no era el rubio.
- ¿Pero qué hay de...?- no quise terminar la frase. Aquel siempre había sido un tema tabú y podía crear fuego si pronunciaba más palabras de las debidas.
- Oh- la chica sonrió a su rosa deshojada. Todos los pétalos blancos estaban esparcidos por su café vacío. Y por primera vez pareció acordarse de lo que sentía por Sam cuando lo miró.
Mi amigo parecía acabar de recibir una paliza en ese mismo sitio. Si Ana se dio cuenta de eso, no demostró que le importara. Y al igual que cuando una bomba está apunto de estallar, supe el momento exacto en el que Ana rompería el corazón de amigo.
- Sam- mi amigo alzó la vista pidiendo piedad. Era la primera vez en los dos años que los conocía que esos dos hacían una referencia a lo que sentían conmigo delante, y no pude evitar desear que no lo hicieran- tú no pensabas que iba a esperar para siempre ¿no?
La voz de mi cabeza quiso gritarle que reaccionara. Ana le estaba dando una última oportunidad, la última de todas para que se declarara o callara para siempre. Sam parecía apunto de cortarse las venas con un cuchillo mientras que la expresión de Ana era indescifrable.
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Rompiendo normas en la escuela
RomanceGabriela, esa chica alta y lesbiana que lidera el grupo de baloncesto de su instituto no sabe lo que se le viene encima. Chloe, su nueva profesora, llega pisando fuerte a clase. En ningún momento las dos quieren romper las normas que impo...