Capítulo 1

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Siete eran los días en que Emma Swan se veía hundida en un pozo de dudas, por más que no lo admitiese. El arrepentimiento unido a la vergüenza se apoderaba de más de la mitad de sus horas en esos siete días de una semana atípica para ella en Storybrooke. Todos en la ciudad ya sabían lo que había ocurrido en Granny's la noche en que Emma y Hook habían traído de vuelta a una persona que para todos, en especial para Robin Hood, estaba muerta.

Emma era consolada por su madre, su padre y Henry, que tan asustados como la sheriff, buscaban una forma de acercarse a Regina nuevamente.

Los cuatro se encontraban en el apartamento de Mary Margaret, sentados a la mesa en la mañana del séptimo día tras la victoria contra Zelena. Se miraban de forma extraña, la paz había vuelto, pero no era una paz que los llenara de alegría y optimismo.

«Mamá...¿por qué no intentas convencerla para que salga de casa?» Henry preguntó a Emma después de moverse bruscamente en la silla de madera y sonreír ante la repentina idea.

«Soy la última persona que desea ver en este mundo» dijo Emma con los ojos fijos en su taza de chocolate caliente.

«En este y en cualquier otro mundo, Emma» Snow mecía el carrito del pequeño Neal por su lado de la mesa, mientras miraba a su hija con los ojos bajos «Regina es capaz de amar incondicionalmente, y odiar de igual modo»

«Pues eso, ella me odia»

Emma se llevó la taza de chocolate a los labios y dio un breve sorbo.

«No creo que Henry esté equivocado» Charming se manifestó «¿por qué no intentar una aproximación? Ella puede haberte perdonado lo que has hecho entendiendo que no conocías a Marian, ¿cómo lo habrías de saber?»

«No es tan fácil. Me odia, no va a querer verme más y probablemente nos mande otra maldición»

Henry se viro en la silla, mirando a su madre rubia de más cerca

«Ella no haría eso. Ella cambió, ella es otra, ¿tanto te cuesta entenderlo?»

«No me cuesta entenderlo, chico, lo que no quiere decir que me vaya a recibir sin freírme el cerebro o estrellarme contra el manzano del jardín, ya oíste tú mismo cuánto me adora» Emma puso énfasis en la última palabra.

El chico suspiró desanimado.

«¿Y si hablo yo con ella? ¿Pedirle que te perdone?»

Emma sonrió sin ganas. Charming y Snow se miraron antes de mirar a la hija.

«¿Por qué diablos tanta preocupación en que me perdone?» Emma parecía cansada

«Porque ella también es mi madre, y si una de vosotras no es feliz, yo no lo voy a estar, y ahora ninguna de las dos lo es»

«Déjalo, esto va a pasar, solo es una fase, chico» Emma apartó el mechón que le caía en los ojos al chico con la punta de los dedos «Ahora, quédate con tu abuela, y ayúdala a cuidar de tu tío, mientras tu abuelo y yo vamos a patrullar, al fin y al cabo, somos los ojos de esta ciudad mientras la alcaldesa duerme» se levantó de su sitio junto a su padre. Charming selló los labios de Snow, y dejó una caricia en la cabecita de Neal. Emma se puso su famosa chaqueta roja y abrazó a su hijo sin decir nada más.

Henry vio al abuelo y a la madre salir del apartamento tal y como habían hecho los seis días anteriores, ejerciendo de sheriffs de Storybrooke. Nada había cambiado allí desde la vuelta de los moradores del Bosque Encantado, la vida era la que conocían como seres de aquel mundo creado en Maine. La ciudad retomó su ritmo después de que Zelena se convirtiera en cenizas, Rumplestilskin se casara con Belle y Robin estuviera por los alrededores con Marian y Roland para la profunda amargura de Regina.

Se habría de esperar que Henry fuera el consuelo de la madre, pero ni para el muchacho la alcaldesa profirió la mínima palabra sobre el hecho de que Emma le arrebatara la felicidad. Estaba encerrada en casa, en el único lugar donde podría encontrar descanso teñido de tristeza. Regina apoyaba la cabeza en la almohada, implorando para que el sueño la envolviera deprisa, antes que un llanto sin fin no le permitiese ver nada más que al ladrón de sentimientos, como insistió en llamar al hombre del que se había enamorado. Mientras que Emma se había pasado las noches en blanco indecisa entre el bien y al mismo tiempo el mal que hizo, Regina ya no la culpaba por el retorno de Marian, prefería cuestionarse a sí misma si toda aquella pesadilla no sería el precio que tenía que pagar por su egoísmo y odio de su pasado como Reina Malvada. Algunas veces se arrepentía, otras se erguía en ella un orgullo herido, y al final se sentía derrotada de todas maneras, sin fuerzas para luchar contra algo que no podía cambiar, pues ya había cambiado como se lo había prometido a Henry.

El muchacho no apareció esa tarde, en vez de ir a casa de Regina se dirigió a Granny's con prisa. Con él llevaba un trozo de papel metido en el bolsillo, que sacó apenas se hubo sentado en la banqueta y vio a Ruby sirviendo a los parroquianos.

«Hola, chico. ¿Qué pasó? Parece que has hecho un viaje por un portal mágico, ¿a qué tanta prisa?» quiso saber Ruby.

«Necesito que me hagas un favor, y que guardes el secreto»

Intentaba recobrar la respiración, entregando el pedazo de papel a las delgadas manos de Caperucita.

«¿Pero qué? ¿Qué es esto?»

Ella lo agarró sin poder abrir los dedos

«Dale esto a mi madre, a Emma, cuando venga. Dile que es de parte de la alcaldesa, solo eso» susurraba él.

«¡Madre de Dios! ¿Qué estás tramando Henry?» Ruby hizo una mueca, desconfiando del muchacho.

«Solo haz lo que te he dicho y no me menciones»

Henry bajó de la banqueta, guiñándole un ojo a la moza antes de salir de allí haciendo sonar la campana de la puerta. Ruby miraba el papel en la palma de la mano, aguantándose para no abrirlo y leer lo que estaba escrito.

La hora en la que Emma y Charming pasaban por el restaurante ya está cercana. En aquellos días pedían comida para llevar y se iban para casa. Emma y su padre entraron exactamente a los cinco minutos de haberse ido Henry, y por suerte el sitio estaba casi vacío. Los dos se sentaron quejándose del tedioso día de patrulla por las calles, iba a hacer el pedido a Ruby, pero antes de abrir la boca la chica le entregó el papel.

La sheriff se asustó, tardando un momento en leer el contenido de aquella hoja. La letra semejante a la de Regina y su nombre al final intrigaron a la rubia que miró al padre al su lado con mucha desconfianza.

Ya de noche, sola, conduciendo el coche patrulla por la calles, Emma se encontró en la puerta de la enorme casa de Regina Mills. Paró y se bajó del coche, mirando hacia los lados, viendo que nadie estuviera por los alrededores. Caminó por el sendero de la entrada de aquella casa lentamente, acordándose de cómo se sentía el día en que recorrió ese mismo camino por primera vez, estaba nerviosa como nunca, las piernas le temblaban, la boca se le secó, necesitó respirar profundamente antes de tocar el timbre cuando llegó a la puerta.

Dos minutos bastaron para ver cómo la puerta se abría.

«¿Quién osa?» Regina farfullaba antes de encontrarse con Emma. Tiro de la puerta hacia su dirección, dejando una vista un tanto curiosa «¿Tú?» la morena abrió los ojos desorbitadamente al ver a la rubia frente a ella.

Emma no consiguió decir nada, los labios se le pegaron y sus ojos estaban tan abiertos como los de Regina. Se quedaron ahí por un buen momento sin reacción alguna, sin saber qué decir, a pesar de que ambas deseaban soltar un par de cosas que tenían atragantadas en la garganta. 

STARTING TO FIND THE LASTING LOVEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora