Capítulo 14

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El sonido del agua yendo y viniendo hacia la orilla acompañaba a Regina en su caminar sobre la arena mojada. Los cabellos contra la brisa tibia de la tarde se movían como las olas que faltaban en esas aguas de Maine. Los pies descalzos dejaban un rastro de huellas en la arena, desfilando en aquel escenario solitario y abierto. Respiraba el olor del mar, sosegada, ligeramente conmocionada y con el aliento aún entrecortado por lo sucedido, pero ya no luchaba contra sus propios pensamientos, se dejaba imaginar en el rumbo que Emma trazara para ellas, y una breve sonrisa se dibujó en sus labios en aquellos segundos en que el agua mojó sus pies por tercera vez en su vaivén.

Esa misma sonrisa estaba dibujada en Emma, no se puso a caminar sin rumbo por las calles, sabía muy bien por donde pisaba. Si hacía un momento estaba que se moría, ahora estaba renacida y con la confianza de otros tiempos. Lo tenía todo para vivir un día como cualquier otro en la ciudad, pero apenas sabía que ningún otro día sería igual, ni para ella ni para Regina.

El día en que el señor Gold iba a asumir la alcaldía de Storybrooke, la ciudad se conglomeró en el edificio del Ayuntamiento. Nadie sabía la razón por la que Regina Mills había decidido abandonar el cargo, cuando todavía tenía que acabar el mandato. Los rumores decían que la conmoción por el fin de la relación con Robin había sido tan fuerte que ella misma se sintió un estorbo hasta el punto de hacerla desistir incluso del poder que tenía sobre la ciudad de los ex habitantes del Bosque Encantado. Para sorpresa de los que estaban a la espera de algún pronunciamiento de Gold, se encontraron con una Regina determinada y confiada, con una sonrisa tan blanca y perfecta que brillaba a contra luz. Subió al estrado, comprobó el micrófono, llamando la atención de los que hablaban o murmuraban cosas y causaban un barullo ensordecedor en el lugar.

«¡Bienvenidos! Agradezco la presencia de todos...» el micrófono resonó con un agudo ruido haciendo que toda la sala se tapara los oídos. Regina trató de arreglarlo «...err, ahora, sí. Gracias por estará aquí, todos ustedes, sin excepción. Imagino que nadie esperaba que hoy subiese al estrado, convoqué esta reunión para dar un breve mensaje que por lo que yo sé no va a cambiar nada en esta ciudad. Hace algunos días anuncié mi retirada como alcaldesa de esta ciudad y nombré como mi sustituto al señor Gold, como ya todos saben» miró hacia un lado, Rumpelstiltiskin estaba de pie, apoyado en su bastón «Era él el que tenía que estar en mi lugar en este momento, pero tengo que decir algo» Hizo una breve pausa, tragó en seco antes de volver a tomar la palabra «No renuncio al cargo, he tomado una decisión, y continuaré siendo la alcaldesa hasta el fin del mandato»

La muchedumbre se puso nerviosa. Mary Margaret y Henry, sentados uno al lado del otro, se miraron boquiabiertos.

«Regina, ¿qué significa esto?» Rumpel susurró la pregunta frunciendo el ceño

«Sé que todo es confuso, mi declaración de hace unos días era verdad, sin embargo he reconsiderado mi decisión, no dejaré el cargo y pido públicamente mis más sinceras disculpas a todos y principalmente a mi sustituto. Esta ciudad me necesita como yo imaginaba, modestia aparte»

Algunos sintieron miedo, otros se preocuparon. Regina, recorría con la mirada los rostros de las personas que hablaban buscando la que más le importaba, Emma. Cuando no la vio, tuvo que fingir una sonrisa.

«Muy bien, eso era todo» dijo ella asintiendo, dando a entender que se podían retirar de la sala, y así hicieron.

Rumpel fue el último en retirarse, diciendo algo que ella ya sabía muy bien.

«Tiene más sorpresas que la caja de Pandora. Realmente creo que no hubiera sido un buen alcalde, ¿cuándo aprendió a leer la mente, querida?»

No respondió, él se marchó y ella se quedó parada, sola, había visto a Henry y a Mary Margaret y esperaba que se hubiesen quedado, pero ya no estaban en la sala.

Bajó del estrado, dio la espalda al gran recinto, y en ese momento alguien apareció por el fondo, entrando despacio como un animal asustado. Camino lentamente hasta llegar a la morena, sus piernas temblando, sus botas de caño corto haciendo ruido cuando invadieron el espacio donde Regina se encontraba. La morena se giró de inmediato encontrándose con Emma en su uniforme de sheriff. Era la primera vez que sus ojos oscuros miraban el cuerpo de la rubia con tal deseo que apenas pudo contener el brillo de su mirada.

«Entonces, ¿es verdad lo que dicen? ¿Te vas a quedar?» preguntó Emma como si respirase las palabras

«Sí, me voy a quedar»

Emma humedeció sus labios, acercándose más a la morena.

«¡Lo sabía! ¡Lo sabía!» los ojos de la rubia también brillaban

«Descubrí que no me podría ir de la forma en que había planeado, sería algo muy ridículo»

«También lo creo»

«He pasado toda la noche pensando en ello. Pensando en mí, en Henry, en lo decepcionado que se quedaría...»

«Pensaste en mí, Regina. En todo lo que tenía atragantado en mi garganta y te dije, ¡es por eso que te quedas! No niegues más lo que veo en tus ojos»

Emma levantó la mano hasta una de las mejillas de Regina.

«Yo...yo...intenté no pensar en ti» dijo la morena susurrando, con los ojos clavados en los de la Salvadora

«Yo no. Sabía que era imposible»

Emma deslizó su pulgar por la boca entre abierta de la alcaldesa que temblaba suplicante. La caricia, que pareció eterna, apenas duró segundos, la otra mano subió hasta el rostro pálido de Regina y las dos se aproximaron bruscamente a la búsqueda de un beso profundo, el mismo que se llevaría la respiración de ambas por ser tan sediento.

Estaban en el punto de devorarse allí mismo, y por poco no ocurre en medio de las fuertes respiraciones y los movimientos intensos de las lenguas.

«Esto es una locura...» susurró Regina separándose de Emma, pero poco.

«No voy a poder dejarte ir lejos de mí nunca más» dijo Emma intentando recuperar el aire, mirando a Regina y agarrando aquel rostro que la sorprendió con una tímida sonrisa, las manos todavía en sus mejillas, y no le costó nada atraer para sí de nuevo el rostro de la mujer y besarle la boca como la primera vez. Regina acariciaba los hombros y la espalda de la Salvadora, mientras que esta decidía descender los cálidos labios por el cuello desnudo de la Reina.

«¡Ay, Dios mío, te amo!» Regina casi se estaba derritiendo, con los ojos en blanco «Tengo tanto miedo»

«No me eches de tu vida otra vez. ¡Quédate conmigo, por favor! Sé cuánto has sufrido, cuánta rabia sentías hacia mí» Emma buscó los ojos de Regina «Pero sin ti nada tiene sentido»

Emma llevó nuevamente su boca a los labios de la Reina, estrechándola en sus brazos con más fuerza, ella respondió al beso perdiendo la respiración.

«Para, Emma, para»

«¡Ámame, solo ámame!»

La morena pasó sus brazos alrededor del cuerpo de Swan, se rozaban tanto que se podía sentir el calor entre las dos, casi sudaban.

El móvil de Emma sonó en el bolsillo de la sheriff

«No atiendas, por favor, no atiendas» pidió Regina en ese temblor incesante

«¡Joder! ¡Joder! Tengo que atender, puede ser mi padre desde comisaria...»

Se separaron, Emma sacó el teléfono del bolsillo y atendió.

Mientras pensaban que estaban solas en el salón, alguien en la entrada había observado toda la escena. Estaba conmocionado, era mucho para comprender y discernir, tanto que huyó de allí cuando parecía que ellas ya habían acabado. Era Henry Mills.

STARTING TO FIND THE LASTING LOVEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora