Capítulo 17

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Las manos frías se calentaron al toque de la piel casi aterciopelada de los hombros y del busto de Emma Swan. Regina le apartó los cabellos levemente haciendo deslizar los rizos rubios entre sus dedos. La mirada llena de una extraña calma seguía el curso de lo que aquellos dedos hacían cuando la reina comenzó a desvestirla.

Le sacó cada prenda, una por una, primero la chaqueta que, separada de los hombros de Emma, cayó al suelo deslizándose por sus brazos, le siguió la camiseta blanca y pegada, levantada por los brazos que la Salvadora consintió en erguir, mientras permanecía de pie frente a ella, callada, mirándola a los ojos. Regina tenía ante sí la visión de los pechos de Emma vestidos por un sujetador de encaje, sus manos fueron descendiendo por la elevación montañosa hasta sentir los endurecidos pezones bajo la tela. Las manos volvieron a ascender y con los pulgares retiró las asillas para dejar a la vista la belleza que estos pechos eran en el cuerpo de aquella mujer. A la Reina le fue inevitable querer besarlos, y en ese momento, Swan hizo que la prenda íntima se deslizase por su cuerpo, acabando también en el suelo.

No hubo más tiempo para esperar los suaves toques de los dedos de Regina, la rubia hizo su parte, deslizando suavemente un dedo por el lazo del elegante albornoz de la morena que se abrió con un tirón algo apresurado. La pieza fue una más en caer el suelo del cuarto, dejando el cuerpo de la Reina a la vista. Emma miró, admiró, se entretuvo en las cuervas de la mujer bajo la tenue luz de la lámpara de la mesilla de noche, que daba al cuarto una atmosfera romántica, y se vio obligada a quitarse de encima las restantes prendas que llevaba, pantalones y zapatos, ahora ya no había más vuelta de hoja.

Echándose de espaldas en el colchón, Regina llamaba a Emma con una mirada segura, la rubia apoyo sus rodillas en el colchón y gateó sobre el cuerpo de la otra mujer, sin tardar en moverse de forma ondulante sobre él, en contacto sus pieles acaloradas. Los brazos de Regina envolvían literalmente el cuerpo de la sheriff, mientras que Emma posicionaba sus codos al lado de sus hombros, siendo fácil de esta manera acariciar el rostro en sombras de la Reina. Se besaron salvajemente entre jadeos y respiraciones agitadas. Ambas querían demostrar cómo deseaban el cuerpo de la otra. Emma encajó su cintura entre las piernas de Regina mientras descendía sus labios por la mandíbula y la mordía hasta llegar al cuello donde comenzó a lamerla, y la marcó a propósito.

El olor a rosas que desprendía Regina hizo que Emma ascendiera y descendiera muchas veces con su lengua por la sensible piel de la mujer morena, el lóbulo de la oreja fue capturado entre los dientes de Swan en el momento en que Regina jadeó y se estremeció. Ya las dos compartían una mezcla de humedad y estremecimiento allí abajo. El sonido de la respiración de la rubia erotizaba a la reina que hundió una mano en los cabellos de Emma para levantar su rostro, buscando una vez más sus ojos. Se produjo otro beso todavía más intenso, el roce de sus lisas piernas se combinaba con el ondular de sus cuerpos, Regina gimió ante la forma insistente de Emma de empujar su rodilla contra su intimidad que comenzaba a emanar un agradable olor para el gusto de la rubia, era el momento de descender los labios por todo el cuerpo de la Reina.

Lo hizo intentando mantener la calma, la besó en medio de los pechos, después se metió en la boca uno de ellos, rodeando el pezón al que pellizcaba con ganas. Sus dientes rozaron aquel pico muchas veces, pero menos que la lengua, que se movía como una serpiente en el desierto en el que se había transformado el cuerpo de la morena. Después de mucho maltratar a uno, hizo lo mismo con el otro, una de las manos descendió hasta el muslo de la Reina e hizo que esta lo flexionara para poder tocar su intimidad. Estaba caliente y exageradamente húmeda. Regina no consiguió contener sus espontáneos ruidos de placer, sus labios entre abiertos.

Emma, sin ceremonias, invadió la húmeda calentura de Regina y la penetró con un dedo. No fue difícil entrar y salir, los movimientos aumentaron en los segundos siguientes a la introducción de un segundo dedo. Regina clavó sus dos manos en la nuca de Emma, como si desease guiarla hacia abajo, Swan comprendió, y bajó con su cuerpo y con sus labios por el abdomen que se contaría con los besos de la rubia. La Reina suspiraba a medida que estaba siendo dominada, entregaba su satisfacción con gemidos, las manos volvieron a subir, en forma de rendición, para agarrarse a la enorme almohada donde su cabeza reposaba. El toque taimado de la otra mano viajando por el cuerpo de Regina llegó hasta el muslo de la mujer, Emma se detuvo al ver cómo se abría para ella, era diferente a todo lo que ya había visto en la vida y le pareció tan apetitosa, en especial en ese sitio.

Descendió y hundió sus labios y lengua en esa humedad, al primer toque Regina jadeó. Durante largos segundos la rubia repitió la misma caricia que había hecho antes en el cuello de la amada. Regina acompañaba sus movimientos, subiendo y bajando su abdomen, y su cabeza hundiéndose cada vez más en la almohada. Emitía suspiros seguidos de gemidos, jadeando más alto cuando Swan hundió de nuevo los dos dedos dentro de ella, moviéndolos y curvándolos hasta alcanzar ese punto especial.

«¡Oh, Emma!» Regina giraba los ojos, mezclando sonrisas con una respiración jadeante mientras se retorcía bajo el control de la Salvadora. Cuando pensaba que iba a acabar, la rubia aceleraba los hábiles movimientos dentro de la mujer, juntando a los dedos su lengua, que tampoco paraba, parecía un animal hambriento.

"¡No pares", imploraba Regina en pensamiento. Swan separó lo máximo que pudo las piernas de la mujer que amaba para mover todavía mejor la cabeza entre ellas, con su lengua serpenteando ahora sobre ese punto palpitante del sexo de Regina, que se hinchó aún más con ese estímulo. Palpitaba bajo la calidez de la lengua de Emma y tenía un gusto nuevo para Swan, completamente adictivo.

Regina estaba dando señales de que no podría mantener su placer en su interior, el cuerpo convulsionaba, las manos volvieron a enroscase en los cabellos de Emma y sus gemidos eran menos pausados, Emma era consciente de esto así que insistió con su lengua y la morena se rindió a la sensación que atravesó su cuerpo en olas arrasadoras, entregando a Swan el gusto exótico que tenía.

Todo terminó en un prolongado abrazo cuando Emma se separó del sabor de la alcaldesa y subió por el cuerpo ligeramente cansado de su compañera, distribuyendo besos y lentas caricias hasta llegar a los labios y dejar allí un beso igualmente largo.

Se abrazaron, rodaron muchas veces, besándose golosamente. Emma envolvió su cuerpo en el de Regina como una sábana, protegiendo y calentando la piel de la jadeante mujer que se mostró feliz al verse ella encima de la Salvadora.

«Estás temblando...» dijo Emma aferrada a Regina, sus labios muy próximos

«Estoy atontada...no esperaba que esto fuese tan bueno, Emma» Regina respondió al mismo tiempo que intentaba tomar aire

«¿Por qué tardaste tanto?»

«Tenía...tengo miedo de estar con alguien, miedo de enamorarme...»

«Shhh» Emma llevó un dedo a los labios de Regina. Susurró «Ahora, mirándote a ti, a tu cuerpo, sintiendo tu respiración, ahora sé por qué vine a parar a este lugar, para encontrarte»

«Emma...» Regina no tuvo tiempo para replicar, fue tomada por otro goloso beso. Rodaron para uno y otro lado más veces, y Emma venció esta vez, quedando encima «Emma...eres especial para mí, lo he entendido, lo quiero, sé que lo quiero. Y quiere que continúe siempre así, he descubierto esto en mí»

«Lo sabía, yo no quería desistir de eso, Regina»

«¡Ay, Dios mío! Me estoy sintiendo tan diferente»

«Yo también, no me dejes ir otra vez»

«No, necesito que te quedes» tragó saliva, sonrió para Emma, mientras acariciaba su rostro y los cabellos que caían por los lados «Tu madre, hoy, me dijo cosas que me hicieron despertar. He sido una boba»

«Solo tenías miedo, pero te juro, lo juro por todo, por mi vida, que deseo tenerte conmigo, quédate conmigo» la Salvadora pegó su frente en la de Regina, sus narices rozándose.

Sus respiraciones ansiosas se combinaban, sus voces jadeantes. Se sucedieron más besos, cariños y las dos perdieron la noción del tiempo entre juramentos de amor y confesiones. Comenzaron todo de nuevo, y duraría la noche entera.


STARTING TO FIND THE LASTING LOVEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora