Capítulo 23

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Regina no podía imaginar escena peor. No tuvo tiempo para pensar o suponer qué hacía Emma envuelta en las sábanas con él, para la Reina esa era la evidencia y no soportó mirar aquello ni un minuto más. Tapó su boca con una mano y casi se derrumbó en el suelo. Retrocedió y se apoyó en la pared del pasillo y cerró los ojos, sintiendo el amargo sabor de la bilis subiéndole por la garganta.

Regina, conmocionada, balanceaba la cabeza de un lado para otro, negativamente, y decidió salir rápidamente del apartamento. Desde la cama el pirata escuchó el sonido de los zapatos de la alcaldesa resonar y desaparecer, ella se había marchado, y no pudo esconder su extrema satisfacción.

El plan había sido un éxito.

Sabiendo que el efecto del cloroformo pasaría pronto, el pirata decidió no abusar del tiempo ni de Swan, por más que quisiese. Miró el cuerpo completamente entregado y dormido de la rubia con una expresión sufrida y al mismo tiempo libidinosa. Sabía muy bien el mal que les estaba causando a ambas, pero no sintió ni una pizca de arrepentimiento, lo haría más veces solo para ver la decepción estampada en el rostro de Regina Mills.

A media mañana, sin Killian encima de su cuerpo desnudo, todavía envuelta en la ropa de cama, echada de bruces, Emma despertó con inicios de jaqueca. Sus ojos se abrieron con dificultad, todo estaba borroso. Se giró, quedando boca arriba en la cama, y se dio cuenta de que estaba desnuda bajo las sábanas.

El zumbido del silencio que reinaba en el lugar incomodaba su cabeza que casi le dio vueltas cuando intentó mirar rápidamente su propio cuarto, reconociéndolo un tiempo después.

«¿Cómo es que vine a parar aquí?» se preguntó a sí misma con la voz ronca.

Se juró que se había despertado mucho antes, que había visto a Mary Margaret, a Neal, a David y a Henry salir antes de hablar con Regina por teléfono. ¿Sería un sueño? Ante el cansancio y el dolor de cabeza, creyó que sí.

Más tarde, en la comisaría, ya mejor, todavía la carcomía la duda. Si hubiese sido un sueño, no le parecería todo tan real. Se sabía de memoria las palabras dichas a Regina por el móvil y se acordaba de haber llegado tarde de su casa la noche anterior, pero nada justificaba eso.

El padre le trajo café

«Toma. Te traje tu favorito» le entregó el vaso de papel a la hija «Mira cuántas denuncias. Los tenderos se quejan de allanamientos durante la noche, quizás hay alguien o un grupo detrás de eso» comentó David. Ella se tomó el café sin prestar atención a las palabras del padre. Estaba ida «¿Emma? ¿Me estás escuchando?»

«¿Qué?» dijo ella asustada, girando para mirarlo en la mesa de al lado

«¿Me escuchaste? Creo que vamos a necesitar volver a hacer rondas nocturnas, los tenderos se están quejando»

«Oh, vale» dijo ella limpiándose el canto de la boca «Vamos a comprobar»

Regina no apareció por el despacho del ayuntamiento. Regresó a casa, encerrándose en ella, volviendo a estar en el punto de partida en la cuestión del sufrimiento. Se sentía tan mal que no tenía ni idea de cómo había conseguido conducir hasta la casa. Las piernas temblorosas la hicieron apoyarse en la barandilla de una de las escaleras de la mansión, y sentarse en ellas. Se llevó las manos a la cabeza y sollozó repetidas veces. La imagen de Emma y Hook le vino a la cabeza tantas veces que se derrumbó en lágrimas negras debido al delineador.

Tal vez si tuviera el corazón en su lugar el dolor fuese todavía mayor. En aquel momento entendió el motivo de habérselo arrancado por segunda vez.

Al final del día, Emma llamó a Regina desde el apartamento. No fue atendida. Al segundo intento, esta vez al móvil, tampoco obtuvo respuesta. Lo hubiera intentado una tercera vez si no le hubiese extrañado tanto.

STARTING TO FIND THE LASTING LOVEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora