Capítulo 10

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Los brazos alrededor del cuerpo de la Reina la acogían con calor. Regina apoyó su cabeza en el pecho izquierdo de Emma mientras el resto del cuerpo reposaba sobre la mitad de ella, un brazo era acariciado por otro de la Salvadora, llevaban dormidas horas.

Swan fue la primera en despertarse, encontrando a la mujer que amaba encima de ella y las sábanas arrugadas encima de sus cuerpos. Al principio se asustó al darse cuenta de lo que habían hecho, poco a poco se fue acordando de la noche anterior, sabía lo que habían hecho, mucho se debía a los efectos tardíos del hechizo que la Reina Malvada le había lanzado aquella noche en el bosque.

Emma inspiró profundamente, observó el perfil de la morena sobre ella, constatando tal belleza que le encogió el corazón, sin saber descifrar si aquello era felicidad o recelo. Pero fuera lo que fuera, la forma en cómo sintió a Regina acostada en su seno liberó a la rubia de toda debilidad de horas anteriores. "Ella ha sido mía" pensó la Salvadora.

Inmersa en sus pensamientos, en el regazo de Swan, Regina gimió y se movió, su mano subió hasta uno de los hombros de Emma, en ese momento despertó bruscamente.

Regina encontró los ojos de Swan clavados en los suyos y se sentó en la cama tapándose los pechos con la sábana.

«¿Emma?» dijo asustada

«¡Regina!» Emma se encogió entre las sábanas, con los ojos de un perro que se prepara y no sabe por qué lo castigan.

No dijeron nada por dos minutos.

Regina Mills miró a Emma Swan asustada, como un pájaro enjaulado, y después desvió los ojos hacia la cama y el cuarto donde se encontraban, todos los hechos de la noche anterior le vinieron a la mente en ese instante. Tenía la boca entre abierta.

«Dígame que esto no ha pasado...» miró a Emma de nuevo a la cara.

«Sí, ha pasado...» respondió Emma

Regina movió negativamente la cabeza. La rubia se sentó en la cama, al lado de Reina Malvada, buscando sus ojos oscuros entre las sombras que daban las cortinas en la luz del alba.

«Emma, no debimos»

«Calma»

Regina la miró de inmediato una segunda vez.

«Por mi madre muerta, Emma...estás loca y encima me has arrastrado contigo»

«¡Hey! No estoy loca, tú me lanzaste un hechizo, y ¿ahora soy yo la loca?»

«Fuiste muy lejos aquella noche, tuve que defenderme»

«Si llegue demasiado lejos con el beso, ¿por qué no te defendiste anoche? Y fue mucho más que un simple beso, mírate»

Emma subía y bajaba los ojos por el rostro de la alcaldesa que parecía desconcertada en medio de sus oscuros cabellos despeinados.

«Esto debe ser una pesadilla...» se llevó la mano hacia la cabeza «..esto nunca me había pasado antes, me siento extraña»

Intentó levantarse de la cama llevándose consigo las sábanas, Emma al sentir frío en su cuerpo desnudo, cogió un trozo de tela con fuerza haciendo que la alcaldesa cayese nuevamente sobre el colchón.

«Regina, no niegues que ahora tenemos algo» la rubia cambió de tema, y al igual que la noche anterior, atrajo a Regina acorralándola en sus brazos.

«¿Alguna cosa? ¿A qué llamas alguna cosa?» dijo la morena con cierta indignación

Emma apoyando su cuerpo encima del de ella, murmuró

«Me acuerdo de haber dicho cosas muy convincentes ayer, no me digas que no te acuerdas»

«Jamás sería capaz de hacer algo de este tipo...quiero decir...aceptar...¡mierda! ¡Esto es confuso!» Regina la miraba desde abajo.

«¿Y lo que hicimos durante toda la noche? Solo puedes estar bromeando» Swan, tomaba aire, comenzaba a sentirse mal ante la confusión que Regina la hacía sentir.

«Yo...yo...debía estar fuera de mí, no sé, me obligaste, no tuve elección»

«Si no hubieses querido, me habrías apartado lejos. Te conozco lo suficiente para entender lo que pasa por tu cabeza, Regina. Si tienes miedo, admítelo»

«Swan, ¡deja de apretarme!»

La rubia casi no se daba cuenta de que sus brazos hacían presión sobre los de ella.

«¿Por qué tienes que hacerlo todo tan complicado, Regina?»

La cálida boca de Emma descendió para buscar la de Regina, casi demandando un beso. Esta vez no se apresuraron, Emma condujo la caricia lentamente por los labios de la morena, primero el superior, después el inferior. Sus pieles se estremecieron a la vez ante un escalofrío, el calor brotó de ambas nuevamente, pero Regina se obligó a parar.

Los labios se separaron abruptamente.

«No vale la pena, no entiendes, no fui hecha para esto...»

«Entonces, ¿por qué aceptas mis besos? ¿Quieres volverme loca de verdad?» preguntó afligida Emma, sin liberarla de sus brazos.

«No soy como crees, Emma...suéltame. No me obligues a hacer algo que no quiero» la morena la empujaba por los hombros.

«Dilo mirándome a los ojos, Regina»

Una pelea estaba a punto de comenzar bajo las sábanas.

«No...no voy a hacer eso, suéltame o haré algo de lo que me voy a arrepentir...»

Jadeaban, entrelazadas en una pelea de brazos.

«¿Qué vas a hacer? ¿Lanzarme contra el techo?»

«Mi deseo es aplastar tu corazón si pudiese, solo de esa manera pararías de atormentarme» Mills gritó

Emma, en aquel momento, dejó de agarrarla, se quedó tan sorprendida que hasta se quitó de encima, y volvió a sentarse en la cama.

«Discúlpame»

«Disculpa.. solo sabes decir eso» Regina finalmente salió de la cama para ponerse sus ropas que yacían mezcladas con la de Swan en el suelo, y lo hacía sintiendo rabia hacia sí misma «No estoy obligada a hacer nada por ti, a partir de ahora no volveré a confiar en tus palabras, ¡sal de mi casa!»

La rubia se levantó, haciendo que la fina tela blanca cayera al suelo, dejando a la vista el esbelto cuerpo que tenía, estaba como Dios la trajo al mundo, completamente desnuda.

Caminó hasta ella, mirándola de igual a igual, decidida a enfrentar sus palabras, levantó su rostro para intimidar a Regina.

«Ahora me voy, pero nada del que ha pasado aquí va a olvidarse. Puedes llamarme loca, tratarme de estúpida, pero sé que deseas esto tanto como yo, Regina. No me engañas»

La alcaldesa cerró los puños que casi ascendieron hasta la altura de Emma. Cerró los ojos, respiró profundamente dos veces y caminó hasta la puerta.

La salvadora observó aquello desde donde estaba, recogió sus ropas y se vistió rápidamente, saliendo de allí, mientras Regina mantenía la puerta blanca, de alguna habitación de la casa, abierta para que ella pasase. Fingió indiferencia, dejando que Emma se marchase y que las palabras de repudio ante lo que habían hecho quedasen en el aire.

Regina se escondía en el recelo de amar, no por Daniel o por Robin, era el recelo de permitirse la felicidad. Se quedó un momento de pie, en la puerta del cuarto, Emma ya se había ido hacía unos minutos. Temblaba, pensaba, estaba muy segura de que era un error concebir sus sospechas, así que pensó "No, no puedo estar amando, Emma". Su espalda se deslizó por la fría pared del cuarto, aún en penumbras, estaba casi sentada en el suelo "No puede ser que haya caído en mi propio hechizo"


STARTING TO FIND THE LASTING LOVEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora