Capítulo 5

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Killian Jones se había pasado los últimos siete días construyendo una caseta de madera en la orilla de la playa. Tuvo ayuda de los amigos enanos-ahora no tan pequeños-de Snow White. La pequeña construcción era tan peculiar que solo cabía en ella una cama vieja, dos sillas hechas con la misma madera que la caseta, una mesa y bancos de leña. Había llevado buena parte de los utensilios de su navío, aquel sería su hogar y la intención era presentárselo a Swan en ese día que ya se volvía noche con la puesta del sol. A pesar de tener la esperanza de ver a la hija de su amigo Charming, Killian tenía en la cabeza algo que hacía que su garfio rozara una que otra vez su cuello, la indecisión de Swan en relación a Regina. Para él, la Reina Malvada olvidaría lo ocurrido, para vivir en paz con su hijo Henry, que de cierta forma, compartía con Swan, pero para su sorpresa, Emma tenía una preocupación muy grande en arreglar lo ocurrido una semana atrás.

Puso sobre la mesa un jarrón con flores de color rojo recogidas por Leory en el campo, el frío garfio rozó los pétalos rojos, como si desease ardientemente que aquella suavidad fuera el rostro de Emma. No se quedó allí dentro, esperaría por la invitada en el lugar de siempre, frente al mar, al ponerse el sol, casi donde comenzaba la arena mojada. No sabía él que se quedaría allí plantado mucho tiempo hasta después del anocheces, ella no aparecería.

En el apartamento, Henry se preparaba para el encuentro con su madre adoptiva, no se pasó el día entero convenciendo a Emma para que fuera con él, para el muchacho era una certeza que ella lo acompañaría y por más que la sheriff de Storybrooke intentase disimular, su pose de reflexión era siempre percibida.

Se acercó a ella, que estaba sentada en la mesa, apoyando la cabeza en uno de los brazos.

«Es mejor que salgamos, ya está oscureciendo»

«¿Ya es la hora?» preguntó ella asustándose

«Sí» él levantó un mechón del rubio cabello que le caía en la cara a la madre «Tienes ojeras, ¿no dormiste?»

Emma hizo señas de que no. Después de la conversación con Regina, pensaba que tendría un sueño reparador después de los seis días en que no había pegado ojo, pero curiosamente no fue así, la salvadora continuaba nerviosa o confusa para conciliar el sueño, por más que lo intentase.

«Todavía no consigo dormir todo lo que querría. Creo que voy a pedirle a Gold un hechizo del sueño»

«No es preciso. Regina puede hacer eso por ti» dijo él con tono divertido.

«¿Qué estás queriendo decir, chico? ¿Qué Regina va a ponerme a dormir? ¿Qué me transformará en la próxima Bella Durmiente?»

«Si lo pides, ahora que se llevan bien de nuevo»

«No te ilusiones, solo está siendo simpática, hace esto más por ti que por mí. Yo te voy a llevar a su casa y me voy a la playa, Killian me dijo que tiene algo que enseñarme»

«Hm...la sorpresa, te va a gustar»

Henry parecía saber algo.

«¿Qué sabes de eso?» ella levantó un poco el rostro.

«Nada»

Él sonrió sin mostrar los dientes. Emma pudo notar cuánto había crecido el hijo, el rostro más ovalado, casi la había alcanzado en altura, la voz más grave, y hasta su estilo en el vestir había cambiado.

«Sabes...si estás escondiéndome algo, te las verás conmigo, chico» le pellizco las mejillas mientras se levantaba.

Llegaron a casa de Regina cuando las primeras luces de las farolas comenzaron a iluminar las calles. Fue en el escarabajo amarillo con el hijo, no se iba a bajar, pero la insistencia de Henry fue tanta que claudicó. Tocaron juntos el timbre de la casa y la dueña surgió todavía más hermosa que en la tarde del día anterior, completamente restablecida. Vestía una sencilla blusa azul y pantalones oscuros. Abrió la puerta y les sonrió.

STARTING TO FIND THE LASTING LOVEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora