Día 1: El Imperio de la Reina Arpía

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- ¡Corran! ¡Corran! ¡Rápido! - gritaba con desesperación el humano.

Al parecer había sido pésima idea intentar liberar a todos los esclavos que estaban a unas horas de ser vendidos.

Kobu era un joven de aproximadamente 19 años de edad, de 1.90 cm, con cuerpo fornido, pero no tan musculoso, cabellera castaña y ojos igual, castaños.

- ¡Qué nadie se quede atrás! ¡Rápido! ¡No dejen de correr! - continuaba gritando mientras corría con los demás hombres. Este Pensaba que su plan iba en la perfección, hasta que un estruendoso ruido le hizo cambiar de opinión.

Había despertado el mismo infierno detrás de ellos. A Miles de kilómetros de donde se encontraban, gritaban las arpías enfurecidas, pues todos los seres que consideraban su juguete y alimento, habían logrado liberarse de sus cadenas de una manera misteriosa.

La reina arpía, que había sido informada inmediatamente de eso, dio un grito que alertó a todas sus súbitas e hijas, -¡No debemos dejar que esos malditos escapen! ¡Los quiero a todos de vuelta!-.

En ese instante, todas las arpías se elevaron hacia el cielo, y empezaron a buscar en todas direcciones hasta que una, observó las huellas de los pies descalzos de los cautivos. Sin pensarlo aviso a las demás y comenzaron a seguir el rastro, siendo la horda encabezada por la reina arpía.

No tardó mucho cuando encontraron a sus esclavos que corrían desesperados entre los árboles. Las aladas descendieron para capturar a los hombres furtivos.

No necesitaban tocar el suelo, pues tenían unas poderosas y fuertes patas que con solo tomar a un hombre por los hombros e inmediatamente elevarse, ya habían logrado retenerlo hasta que ellas quisieran, aunque estos forcejaran.

Poco a poco la mayoría de los hombres fugitivos eran recapturados y regresados a sus celdas. Solo algunos que lograban esconderse entre la intensa maleza o se escondían en arbustos espinosos lograron salvarse de las arpías.

No tardó mucho hasta que el único que seguía corriendo era Kobu.

Cuando este se dio cuenta de que estaba corriendo solo, se detuvo y sacó su espada, empuñándola fuertemente apuntando contra reina arpía.

La arpía líder, al darse cuenta del acto que hizo Kobu, no dudó en descender y aceptar el reto que le había propuesto el castaño.

-¿Cómo te atreves a empuñar un arma en contra de una reina? Estás cometiendo un gran pecado y te estás buscando más que un castigo, maldito- comentó la majestuosa arpía ya en el suelo.

-No te tengo miedo, perra- el castaño solo se aferró a la espada, sin dejar de mirar a la arpía - ¿Qué esperas? ¡Ataca zorra! Solo cortándote el cuello podré cumplir con mi meta y liberar a los míos-.

La alada solo se limitó a observar al castaño de pies a cabeza por unos instantes -Así que tú fuiste el que encabezó este intento de escape...- sonrío de forma tan espeluznante que petrificó al joven - Tu castigo por atentar contra la reina e intentar liberar a sus esclavos será la violación eterna...- elevó sus alas enseñando su majestuoso plumaje y su muy notada figura -Y yo velaré porque ese castigo se cumpla...-

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Kobu, pues tenía un presentimiento de que eso no terminaría bien.

-Vamos cariño, Te concedo tu primer y último golpe...-dijo la reina con su sonrisa aún siniestra.

El castaño sacudió su cabeza tratando de eliminar los pensamientos negativos que tuvo al ver esa sonrisa tan macabra, y sin pensarlo dos veces corrió con su espada en alto hacia la reina, quien solo se limitó a mantener su pose y sonrisa.

El Dominio Del Imperio [Monster Girl Stories] [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora