Capítulo Uno

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Nunca había sentido tanto miedo.

Estaba empezando a hiperventilar y si no respiraba con calma acabaría mareado o sufriendo un ataque de ansiedad. Lee Taemin, en la imponente sala de juntas con paredes de espejo de Inversiones Choi, intentó tranquilizarse mirando las vibrantes calles de Seúl por la ventana.

La espera era una tortura.

Todo en su vida dependía del resultado de aquella visita... todo y saber eso hacía que le temblaran las piernas.
Era irónico, pensó, que la única persona que podía ayudarlo fuera el hombre al que había jurado no volver a ver nunca.
Respirando con más calma, cerró los ojos un momento e intentó ver las cosas fríamente. Seguramente él se negaría a verlo.

La gente no podía ver a Choi Minho sin anunciarse previamente. Taemin lo sabía por experiencia.
Sólo estaba sentado allí porque su ayudante personal se había apiadado de el. Estaba tan angustiado, tan pálido cuando le dijo que necesitaba verlo tanto que la mujer había insistido en hacerlo entrar en la sala de juntas para que se calmase un poco. Luego, después de darle un vaso de agua, le aseguró que el señor Choi no era tan peligroso como decían las malas lenguas sabía que no era así. Choi Minho no era sólo peligroso, era letal. Y sabía que iba a necesitar algo más que un vaso de agua para enfrentarse al hombre que estaba a punto de entrar

¿Qué iba a decirle?
¿Cómo iba a decírselo?
¿Por dónde iba a empezar?


No podía apelar a su sentido de la decencia o a su conciencia porque no tenía ni lo uno ni lo otro. Ayudar a los demás era algo que no estaba en su agenda. Choi Minho usaba a la gente tanto hombres como mujeres. El lo sabía bien. Choi era un millonario despiadado con un único objetivo en la vida: la búsqueda del placer.

Y durante un corto período de tiempo, el había sido su placer.

Le dolía el corazón al recordarlo. Mirando atrás, no podía creer lo ingenuo que había sido. Un crío de dieciocho años idealista y romántico que se lo dio todo sin reservarse nada porque no veía ninguna razón para hacerlo. Minho lo había sido todo para el. Taemin no había sido nada para él.

Taemin apretó los puños, diciéndose a sí mismo que no había ido allí para recordar el pasado. Tenía que olvidar el dolor, el pánico, la humillación que sufrió a manos de Choi Minho cuando lo rechazó después de haberlo seducido.

Nada de eso importaba ahora.

Sólo importaba una cosa, sólo una persona. Y por esa persona iba a morderse la lengua, a sonreír, a suplicar... a hacer lo que tuviera que hacer para congraciarse con Choi Minho porque no podía marcharse de Corea sin el dinero que necesitaba.

Era una cuestión de vida o muerte.

Taemin paseó por la sala de juntas, intentando formular un plan, intentando encontrar una forma razonable de pedir cinco millones de dólares a un hombre que no sentía absolutamente nada por el.

¿Cómo iba a hacerlo?
¿Cómo iba a explicarle que tenía un problema gravísimo?
¿Y qué iba a hacer para que a Choi Minho le importase?



Cuando la puerta se abrió y lo vio entrar con sus rizos castaños, tan cafés como sus ojos, sintió una oleada de pánico.

Y se dio cuenta de que tenía un problema más serio de lo que había creído.

Parecía un cervatillo cegado por los faros de un coche. Sin revelar sus pensamientos, Minho miró al esbelto e increíblemente guapo pelirrojo que temblaba al otro lado de la habitación.

Parecía tan asustado que casi sentía pena por el. Pero lo conocía demasiado bien.

Y si él estuviera en su lugar, también estaría temblando.
Menuda cara aparecer por allí después de siete años.
No había visto a Lee Taemin en siete años y aún era capaz de turbarlo.

Piernas interminables, pelo sedoso, labios suaves y generosos, sonrisa confiada...

Durante un tiempo lo engañó bien haciéndose el niño bueno. Acostumbrado a estar con mujeres tan sofisticadas y calculadoras como él mismo, se había quedado cautivado por la inocencia de Taemin y por su casi infantil sinceridad.
Fue la primera y última ocasión en su vida en la que se había equivocado juzgando a una persona.

Lee Taemin era un buscavidas

Ahora lo sabía. Y el sabía que lo sabía.
Entonces, ¿qué podía haber ocurrido para que volviera a ponerse en contacto con él?
O era muy valiente o muy estúpido. Al verlo temblar, decidió que no era lo primero. Pero debía estar desesperado.


Taemin se preguntó cómo podía haber olvidado el atractivo que Choi Minho tenía para las mujeres como para los hombres. ¿Cómo podía haber pensado alguna vez que podría retener a un hombre como aquél?

El era alto, pero Minho lo era más. Tenía los hombros anchos, un físico atlético y unos hermosos y grandes ojos marrones. El brillo de sus ojos era suficiente para hacer que una mujer olvidase hasta su propio nombre.
La verdad era que en un país famoso por sus hombres atractivos, Choi Minho llamaba la atención.

Se quedó como hipnotizado mirando su rostro, los pómulos altos, los ojos de un marrón muy oscuro, la sombra de barba de un hombre que parecía el paradigma de la masculinidad. Llevaba un traje de chaqueta seguramente italiano pero, aunque se movía en un mundo convencional, Minho nunca podría ser descrito como un hombre convencional. Y era esa aura de peligro lo que aumentaba su abrumador atractivo.
Y el era tan susceptible a sus encantos como cualquiera.

Con el corazón acelerado, Taemin se preguntó si estaba loco por ir a su oficina.

Pero no estaba allí por el. Si hubiera podido elegir estaría a seis mil kilómetros de distancia. Pero Choi Minho era su única esperanza. La única persona a la que podía recurrir.

-Minho.

Él lo miró con esa mezcla de aburrimiento y pereza que antes le parecía tan irritante como seductora.

❤ Love, ♂ Sex, ☆ M...oney?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora