Preludio.

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Bello booktrailer por littlefairyfly

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El arrastrar de las oxidadas y numerosas cadenas hacía eco en aquel lugar de escasa luz. Pequeños gemidos lastimeros le acompañaban y el sonido de la estática sólo hacía más terrible el ambiente para quien estuviera presente en tan lúgubre habitación. Con los mismos rayos, los cuales parpadeaban por escasos periodos de tiempo, se podía vislumbrar lo que allí ocurría. Asomándose entre la diminuta ventana de cristal que había en la parte superior de la puerta; aquella única barrera que cubría de los ojos de los pocos presentes el infierno que se ocultaba detrás. Celdas, unas tras otra, vacías o con una vida dentro, era el sombrío espectáculo parpadeante, eso y un pequeño coro de voces que con el pasar de los segundos, se iba apagando. 

Pero al final de aquel canto tan doloroso de almas jóvenes, donde aquellos fulgores surgían, los desgarradores alaridos de un infante provocaron un eco espeluznante en las ennegrecidas paredes de piedra.

—¡Ya no! Por favor... —El cuerpo de un infante se dejó caer, siendo cruelmente sujeto por unos grilletes que mantenían sus manos sujetas a su espalda, rodeando con las mismas una pequeña barra metálica en posición vertical. Estaba sin salida. Extrañas figuras se dibujaban ante sus ojos, para los cuales era cada vez más difícil seguirlas. Siluetas borrosas que parecían moverse a su alrededor. Su campo de visión menguó cuando cabeceó, y su largo cabello negro picó sus ojos para obligarlo a cerrarlos, cubriendo la impotencia y la agonía que estos mostraban. Examinó lo poco que podía ver de su cuerpo, encontrando un esqueleto cubierto de piel seca y tan llena de heridas que no había un tramo visible a la vista, bajo la escasa ropa tampoco existía, por supuesto. Ya no se sabía si temblaba de temor o por la descarga recibida. «Quizás era por ambas», se dijo.

Personas de apariencia adulta hablaban entre sí, con los cuerpos cubiertos por oscuras túnicas y el rostro aprovechando la oscuridad que la capucha sobre ellos es brindaba. Pero él sabía que, aunque les apuntase con una lámpara directo a los ojos, no podía reconocer sus rasgos; ellos usaban máscaras. Sus voces indistinguibles para el chico ya atontado y herido por lo que le hacían cada día de su maldita vida.

—Dale otra descarga, esto no está funcionando —ordenó uno de ellos. El pequeño sólo miró asustado como otro avanzaba hacia un extenso panel de control, donde al tocar un botón —cuya función ya se sabía de memoria— el dolor volvió a su cuerpo y tembló violentamente mientras que las lenguas eléctricas y azuladas de los rayos lo rodeaban. Echó la cabeza atrás y gritó desesperado por salir, tirando como desquiciado de las restricciones que lo forzaban a quedarse en su lugar y forzar a su cuerpo a sacudirse sin descanso.

Warrior Angels. © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora